miércoles, 28 de mayo de 2014

EL FRUTO PROHIBIDO (OCTAVA PARTE)

Hola a todos.
El fragmento de hoy de El fruto prohibido es algo especial.
Para empezar, cuando empecé a escribir esta saga de novelas, mi idea original era que Freddie y Abby se enamorasen. Sin embargo, no fue así porque otra mujer apareció en mi mente y decidí que era la mejor para Freddie.
En El fruto prohibido, Abby y Freddie sí aparecen enamorados. Y eso puede traer problemas a la larga.
En este fragmento, vemos cómo los sentimientos de Abby y Freddie afloran.
Le dedico este fragmento a una buena amiga de este blog, Judith Álvarez, más conocida como Citu. Hace unos días fue su cumpleaños. Te deseo que hayas pasado un día feliz y alegre y te envío un tirón de orejas y un fuerte abrazo desde La Unión.

                          Ver a Freddie en el salón de La Rabia puso nerviosa a Abby.
-¿Cómo está Tracy?-le preguntó Freddie.
                         Abby le respondió que Tracy estaba durmiendo la siesta. Le había empezado a doler la cabeza al mediodía. Todavía estaba durmiendo.
-Es mejor que no la molestes-le pidió.
                       Abby notó cómo su corazón empezaba a latir muy deprisa. No podía mirar a Freddie a la cara.
-Mi hermana está muy enamorada de ti-atacó Abby.
-No soy ciego-admitió Freddie-Lo he notado.
-Pienso que tú podrías ayudar a Tracy. Cuando está contigo, parece una joven sana y fuerte. ¡Te adora!
-Yo también siento un gran cariño por Tracy.
-Entonces...Podrías ayudarla. Podrías cortejarla.
                     Freddie se dio cuenta de que Abby había empezado a temblar al mismo tiempo que hablaba y, poco a poco, se fue acercando a ella. Abby le hurtó la mirada.
                       Freddie admiraba a Abby por su belleza. Pero también la admiraba por su fortaleza. Por la abnegación con la que cuidaba de Tracy. Muchas veces, se imaginaba así mismo compartiendo su vida con Abby.
                          Se acercó a ella y le cogió la mano.
                          Abby se sobresaltó cuando sintió el contacto de la mano de Freddie. La piel de la joven se estremeció. Freddie lo percibió. Era como tocar una hoguera.
                       Admiró la figura de Abby, que era esbelta. Era alta para ser mujer, como diría Peggy, la modista y chismosa oficial de Streetman. El cabello de color castaño rojizo de Abby estaba recogido en un moño holgado. Algunos mechones de pelo se escapaban y enmarcaban su rostro. Abby poseía la clase de belleza que llamaba la atención de los hombres.
                      Sin embargo, había en ella cierta resignación. Una honda tristeza...Sufría por culpa de la enfermedad que padecía Tracy.
-Yo no quiero hacerle daño a Tracy-se sinceró Freddie-Es como una hermana para mí. Pero no podría cortejarla sin estar enamorado de ella. No estoy enamorado de tu hermana.
                       El corazón de Abby dio un vuelco al escuchar aquella confesión. Llevaba mucho tiempo sintiendo algo muy fuerte por Freddie. Amor, pensó. Es amor.
                       Pero Abby se dedicaba a controlar aquel sentimiento que, lejos de desaparecer, iba creciendo con más fuerza a medida que iban pasando los días. Recordaba su adolescencia, antes de que Tracy enfermase. Entonces, Abby era una chica feliz. Se apoyaba en su hermana menor.
                       Le gustaba meterse en líos, al igual que Olivia. Disparaba tan bien como ella. Montaba a caballo a horcajadas, igual que ella. Nunca entendió el porqué no llegaron a trabar una amistad tan estrecha. En el fondo, la una miraba a la otra con desconfianza porque se veían iguales. Demasiado parecidas...
                       Abby estaba cansada de luchar contra un sentimiento que no podía dominar y Freddie estaba sintiendo en aquellos momentos lo mismo que ella. Lo supo.
                      Freddie no podía mirar a los ojos a Abby sin verse reflejado en aquellos hermosos de color azul oscuro y sentir que era a ella a quien llevaba esperando toda la vida.
                       Poco a poco, fue atrayendo a Abby hacia sí y, cuando la joven quiso reaccionar, era demasiado tarde. Los labios de Freddie se habían posado sobre sus labios. La estaba besando con dulzura, pero, al mismo tiempo, la estaba besando con pasión. Abby se sorprendió así misma rodeando el cuello de Freddie con los brazos, correspondiendo a aquel beso con idéntica intensidad.
                        Escucharon un ruido procedente de la habitación de Tracy.
                        Sintiendo asco de sí misma, Abby se separó de Freddie. Salió corriendo del salón sin decir nada. No ha de volver a pasar, pensó la joven con horror y con felicidad. Todo se mezclaba en ella. El amor...La renuncia...

1 comentario:

  1. Uy aveces no hay como luchar contra la pasión y el amor te mando un abrazo

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