martes, 29 de diciembre de 2015

GILLIAN Y JOSHUA

Hola a todos.
Hoy, me gustaría compartir con vosotros un fragmento de la historia de uno de mis personajes más sufridos.
Se trata de Gillian.
Hija de una prostituta, amante de un ratero, costurera, viuda. Gillian es una verdadera superviviente. Fuerte, aunque lo desconozca. Sin perder nunca su dulzura y su bondad.
En esta escena, aparece con el que será su primer amor, Joshua.

                            De buena gana, Gillian se habría casado con Joshua. En su inexperiencia, creía que iban a estar siempre juntos.
                            Se equivocó.
                           Joshua no quería casarse. Sin embargo, le expuso a Gillian la idea de irse a vivir juntos. Había estado en el Soho. Gillian no quería saber lo que había estado haciendo allí. Joshua le habló de una habitación que alquilaba una mujer cerca de un pequeño teatro. En su opinión, el precio del alquiler de la habitación era bueno. Costaba 50 libras al mes. Joshua había entrado a trabajar como aprendiz en una zapatería.
                          Gillian ganaba una cantidad de dinero similar por su trabajo en la tienda. Podían irse a vivir juntos si así lo quería.
                          Después de todo, muchas parejas que vivían en el East End no se casaban. Vivían juntos sin casarse. Joshua le expuso a Gillian sus planes cuando fue a recogerla a la salid del trabajo. Ella pensó en un primer momento que le estaba gastando una broma.
-Mi madre quiere verme casada-le recordó a Joshua.
-Tu madre y la mía son dos vulgares putas-afirmó el joven-Les basta con saber que vivimos juntos. No quieren una gran boda. Quieren que les demos muchos nietos. Pa tener críos, no hace falta casarse.
-Ya...
-¿Qué me dices, Jilly?
                         Gillian no contestó.
                         Cuando Annie se enteró de que Joshua y Gillian iban a irse a vivir juntos sin casarse, estuvo a punto de sufrir un infarto. Cierto era que muchas parejas lo hacían en la zona del East End.
                         Annie había crecido en la calle. La habían abandonado nada más nacer. Era la hija de alguien. Nunca supo quién la trajo al mundo. Y tampoco supo quién la engendró.
                        Cuando empezó a menstruar, Annie empezó a usar su cuerpo para ganarse la vida.
                        Gillian era distinta. Gillian era toda la familia que tenía. Su hija debía de portarse como una mujer decente. No podía rejuntarse con Joshua. ¡Eso no lo hacía una mujer decente! Trató de hacérselo ver.
                         Gillian estaba ciega de amor. No atendió a los ruegos de su madre. En realidad, Gillian creía que Annie estaba aterrada porque ella abandonaba el hogar.
                         Menos de un mes después, Gillian y Joshua estaban viviendo juntos. Annie creyó que el disgusto la mataría. Su hija, en cambio, tenía la sensación de que Joshua tenía razón. Vivían juntos. A todas luces, era como si se hubieran casado.
-Te lo dije-apostilló Joshua una noche, durante la sobremesa.
-Tenías razón-sonrió Gillian.
-Me gusta cuando lo dices.
                           El siguiente paso era tener hijos. Gillian fantaseaba con la idea de tener una familia numerosa.
                           Sin embargo, Joshua no compartía aquel anhelo con ella. Los orígenes de Sally, la madre del joven, eran idénticos a los orígenes de Annie.
                         Joshua no quería tener hijos. No había sido capaz de sincerarse con Gillian en aquel aspecto. La joven se moría de ganas de ser madre. Cada vez que entraba en la tienda una mujer llevando un cochecito de bebé, imaginaba cómo sería tener un hijo. Poder pasearlo en un cochecito.
                        Compartía aquellos sueños con su compañera de trabajo, con Betsy. La mujer sabía lo que era ser madre.
                        Gillian comenzó a recogerse en un moño su cabello de color rubio ceniza.
                        Era una joven realmente hermosa. Pero Betsy intuía que aquella belleza acabaría marchitándose. Le había pasado a ella.
-Me recuerdas mucho a mí cuando tenía tu edad-le comentó en una ocasión.
                      Gillian estaba cosiendo los botones de madreperla de un corpiño.
-¿Por qué lo dices?-se sorprendió.
-Yo también tenía muchos sueños-contestó Betsy con tristeza.
-En mi caso, mis sueños se están haciendo realidad.



-¿Tú quieres a ese joven?
-Es el amor de mi vida, Betsy.
-Nunca se sabe cuándo va a aparecer el amor de la vida de alguien. En realidad...Puede que eso del amor de la vida no exista. Así me ha pasao.
-¡Porque tú no tienes un Joshua a tu lado!

domingo, 13 de diciembre de 2015

FRAGMENTO DE "MÍA STELLA"

Hola a todos.
Dado que hace bastante tiempo que no hago ninguna entrada en este blog, me gustaría compartir con vosotros este fragmento.
Es bastante largo.
Pertenece a mi novela Mía Stella. 
Tiene como protagonista a la mejor amiga de Erin, Lydia Saint Raven, y a Freddie.
Veamos qué les une.

                                Se les ve con mucha frecuencia.
                                Salen a pasear. La gente comenta que hacen una buena pareja.
                                Van cogidos de la mano. O el brazo de Freddie rodea la cintura de Lydia. Ella, en ocasiones, apoya su cabeza en el hombro de él.
                                Lydia no se puede creer lo que está viviendo. Le resulta imposible de creérselo. Todavía no se cree que esté casada con Freddie. Pero lleva un anillo de oro en el dedo anular de su mano izquierda. Eso significa una cosa. No lo ha soñado.
                                Hace apenas unos días que empezó su luna de miel. A Lydia le parece raro dar un paseo en un palanquín.
                                El lugar donde han decidido pasar la luna de miel es la ciudad de Lumding.
-¿Eres feliz?-le pregunta Freddie mientras pasean en el palanquín.
-Aún me creo que pueda ser tan feliz-responde Lydia, emocionada-Tengo miedo de despertarme. De ver que todo ha sido un sueño.
                               Va a ser una luna de miel larga. Freddie quiere conocer La India.
                               Lydia está muy contenta. Sólo ha salido una vez de Kamalabari. Prefiere no recordar su estancia en Calcuta. No sabe si el viaje incluirá una visita a la ciudad.
                               Le gustaría ver de nuevo a la madre de Isabella. Saber cómo está.
                               Mira con amor a Freddie. Estarán unos días en Lumding. Lydia sabe que Freddie no disfrutó de una luna de miel con Madison. Pero las cosas han cambiado. Ahora, está casado conmigo, piensa.
                                No siempre pueden salir a la calle. La estación del monzón aún no ha empezado. Sin embargo, cae una fuerte tormenta durante tres días. Pasan esos tres días encerrados en casa. Lydia aprovecha la ocasión.
                              Le escribe cartas a su familia. Sabe que sus hermanos la echan de menos. Tanto Nicholas como Ashley se han hecho mayores. Están en edad de enamorarse. Cree que Nicholas siente algo por Jasmine Dashwood. Eso sería una excelente noticia. Lydia escucha cómo la lluvia golpea los cristales del ventanal del salón.
                             Su mejor amiga se convertiría en su cuñada.
-¿Qué piensas de que Jasmine se case con Nick?-le pregunta a Freddie.
                              Él está sentado en el sofá leyendo el periódico.
-Debería ir pensando en hacerles un regalo de boda-responde.
                             Lydia se echa a reír. Freddie ha vivido toda su vida en Texas. Pero va camino de convertirse en un inglés.
-Te pareces cada día más a mi padre-afirma su esposa.
-¡Dios me libre de parecerme a él!-sonríe Freddie.
                           La casa que han arrendado se encuentra en la colonia inglesa de la ciudad. Lydia y Freddie intentan pasar unos instantes de tranquilidad. Pero no lo consiguen siempre.
-¿Otra fiesta?-se sorprende Freddie.
                           Todos los días reciben invitaciones. Invitaciones para asistir a un desayuno. Esto último sorprende a Freddie. La gente no invita a nadie a desayunar. Al menos, eso no era lo que ocurría en su pueblo.
                           Lydia y él están en el jardín que rodean la casa. La joven revisa las invitaciones.
-¿No podemos desayunar solos?-se asombra Freddie.
-Desayunamos siempre solos-le contesta Lydia con dulzura.
                         Invitaciones para asistir a un concierto casero. Invitaciones para asistir a una fiesta. Invitaciones para ir a tomar el té. Invitaciones para acudir a una tertulia. Esto es familiar para Lydia.
-Lo he vivido antes-le explica-Cuando estuve en Calcuta.
-Esta gente no se aburre-afirma Freddie-Siempre están pensando en hacer algo.
-Hay invitaciones que nos hacen por separado. Escucha.
                         Invitaciones dirigidas a Lydia para que vaya a jugar al whist. Invitaciones dirigidas a Freddie para que vaya a jugar al cricket. Lydia selecciona esas invitaciones. Acepta unas. Rechaza otras.
                          Esas personas son ricas e influyentes. Pueden hacer negocios con mister Saint Raven. Freddie se siente agobiado en esas reuniones.
-Todo el mundo me mira-suele decirle a Lydia cuando entran en una casa.
                          Freddie habla muy poco durante esas reuniones. Los caballeros le llevan a un aparte. Pronto, fuma su primer puro y siente asco. Prefiere el tabaco que suele usar para fumar. Esos caballeros beben demasiado, en opinión del muchacho.
                         Las mujeres rodean a Lydia. La joven finge escucharlas. Pero son conversaciones insustanciales las que mantienen.

  

                          Los días pasan muy deprisa. Lydia está muy cansada. Le duelen los pies de bailar en las reuniones. A Freddie le duele la cabeza por la cantidad de alcohol que ingiere durante esas reuniones.
                         Esto último molesta a Lydia. Le desagrada ver a su marido bailando con otras mujeres. De la misma manera que sabe que a Freddie le molesta que ella baile con otros hombres. No pueden bailar juntos todas las piezas, dicen los demás. No está bien.
                         Lydia se siente feliz cuando baila una pieza con Freddie. Quiere disfrutar de esos días.
                         Acaban de casarse. Y sólo quieren estar juntos.
-Me molesta que haya gente a nuestro alrededor-le confiesa Lydia mientras bailan el vals en el transcurso de una fiesta a la que han sido invitados.
-Me tienes sólo para ti-le recuerda Freddie con picardía.
-Sólo será hasta que acabe la pieza. Después...
-Estaremos aquí un rato. Después, nos marcharemos. Nadie se dará cuenta.
                        Al menos, se sientan juntos durante los conciertos caseros a los que asisten. Tienen que ver cómo el miembro más joven de una familia hace alarde de sus virtudes como músico.
                        Interpreta varias piezas al piano. Toca el violín. Canta. Ello trae recuerdos a Lydia. Es una virtuosa del piano. Ashley es muy buena tocando el violín.
                         Nicholas, Harry y Margaret son los que mejor voz tienen de la familia. Daban conciertos caseros. Lydia añora a sus hermanos. Piensa con frecuencia en ellos.
                         Ha visto a Nicholas besando a Jasmine en los labios en una ocasión.
-Tiene que significar algo-piensa Lydia-Puede que Nick quiera cortejar a Jas. Puede que se haya enamorado de ella.
                        Piensa en su hermana Ashley. La puede ver cuidando del jardín, tal y como le gusta hacer. Le encanta ponerse de rodillas para arrancar las malas hierbas. Cortar ella misma las flores. Le gusta que el jardín luzca hermoso.
-Mamá estará orgullosa de mí-suele decir-Le gusta que sea responsable.
                        Siempre saludaba a Freddie besándole en la mejilla.
                       Lydia esboza una sonrisa triste. Es verdad que es muy feliz. Ama con todas sus fuerzas a Freddie. Pero el matrimonio la ha alejado de su familia.
                        Piensa en su madre. En su caso, casarse con su padre la llevó a alejarse de su familia. Y de su país...
-Freddie es distinto-piensa Lydia.
                       Esos pensamientos aparecen por su mente mientras pasea por las calles de Lumding en compañía de Freddie.
                       La gente que ve en la calle no se parece en nada a la gente que vive en la colonia inglesa.
                       Es como ver dos realidades. Hay vacas paseándose por la calle. La gente las respeta.
                       Ve a personas tiradas en el suelo. Son mendigos.
-Son intocables-le explica a Freddie.
-¿Y nadie les socorre?-se sorprende.
                        Los intocables son considerados como unos parias por todo el mundo. Freddie recuerda las semanas que pasó en la misión.
                        Acudían mendigos a ella. Eran personas que estaban al borde de la muerte. Se les marcaban todos los huesos del cuerpo.
                       Las ratas acuden a los mendigos a dar cuenta de ellos. Algunos de esos mendigos están agonizantes. No se puede acercar nadie a ellos.
                       En su mayoría, están cubiertos de moscas. No es un espectáculo nada agradable de ver. Lydia quiere regresar a la colonia británica. Le duele ver esas imágenes. Freddie siente que está obrando como un miserable.
                        Se olvida de todo cuando está con Lydia. Es un maldito egoísta.



                        En la cama, Lydia comienza a besarle. Freddie le devuelve todos los besos que ella le da. Disfruta besando con deleite el cuello de la muchacha. Se excita cuando su lengua lame los pechos de Lydia.
                         En esos instantes, se olvida de que Lumding está lleno de gente que sufre.
                        De personas que se mueren de hambre todos los días. Y él no hace nada para ayudarles. Sí...El amor vuelve egoísta a la gente.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

UNA MUJER ESCRIBE

Hola a todos.
Mi idea original con respecto a los personajes de Niall y Rosalind Dashwood no era nada agradable. Lo debo de confesar. Aquí hago un gran spoiler. Mi idea original era matar a estos dos personajes. Sí, me he vuelto una sádica.
Sin embargo, tras escribir la escena de su velatorio, confieso que no me agrada. No me gusta. Así que los he dejado vivos.
Además, me siento muy identificada con el personaje de Rosalind. Le he cogido un gran cariño. No ha tenido una vida fácil.
Merecía ser feliz. Niall y ella se casaron obligados por las circunstancias. Pero él llega a enamorarse de Rosalind. Y ese amor acaba siendo correspondido.
Rosalind y yo tenemos muchos puntos en común. ¡A las dos nos encanta escribir!
De momento, Rosalind tiene más éxito que una servidora. Ha publicado dos novelas con éxito y está escribiendo la tercera. Cuenta con el apoyo de Niall para perseguir su sueño. Pero Rosalind es consciente de que la sociedad de ese entonces no mira con buenos ojos a una mujer que escribe. Por ese motivo, debe de publicar bajo seudónimo sus escritos. No obstante, no se rinde y sigue escribiendo.
¡Rosalind merece ser feliz y tener mucho éxito! ¿No os parece?


jueves, 22 de octubre de 2015

UNA FOTO DE KIMBERLY MACKENZIE

Hola a todos.
Aquí os traigo una foto de cómo me imagino a Kimberly MacKenzie.
La maestra del pueblo, hermana de Jack y la mejor amiga de Olivia. Una mujer de carácter tranquilo y apacible que, sin embargo, ha vivido mucho a lo largo de su vida.
Los hombres que han pasado por su vida le han hecho mucho daño. Kimberly sólo quiere llevar una vida tranquila y trabajar como maestra en el pueblo. Es muy buena enseñando y se involucra en las vidas de sus alumnos.
Pero Sean, el padre de Olivia, entra en su vida volviéndola del revés.
¿Le dará Kimberly una nueva oportunidad al amor?

miércoles, 21 de octubre de 2015

UNA FOTO DE ESTELLE DASHWOOD

Hola a todos.
Aquí os traigo una foto de mi querida Estelle Dashwood.
A pesar de haberse criado en La India, Estelle encarna el ideal de belleza inglesa. Aunque sea irlandesa de pura cepa.
Sin embargo, no termina de encajar en ninguno de los dos mundos en los que vive. Su cabello es de color rubio. Y su manera de pensar un tanto atípica.
Sueña con ser escritora y se ha enamorado de la persona menos idónea para ella.

viernes, 9 de octubre de 2015

LOS OJOS LLENOS DE LÁGRIMAS

Hola a todos. 
Hacía mucho tiempo que no dedicaba una entrada a la pareja formada por Marty y Emma. Ambos de mediana edad...Ambos con una gran carga a sus espaldas...
Aquí os dejo con un fragmento. 

ADVERTENCIA: No he podido acompañar con una foto a la imagen por culpa de mi ordenador, que no funciona bien. Perdonen las molestias. 

                                 Jack sospechaba que Marty y Emma estaban enamorados, pero ninguno se atrevía a dar el primer paso.
                                 Vio a aquel hombre con el que había estado tantas noches en vela vigilando el ganado. Con el que había cabalgado. Con el que había compartido botellas de whisky. Marty era todo un referente para los vaqueros. Era un hombre curtido en miles de experiencias. 
                               Jack y Marty habían pasado toda la noche al aire libre. Vigilaron el ganado, por miedo a los cuatreros. Pero éstos, por suerte, no habían hecho acto de presencia. Marty no había pegado ojo en toda la noche. 
-Emma estará preocupada-dijo Jack-Se enfadará con usted, viejo.
-¿Desde cuándo me llamas de usted?-le preguntó Marty. 
                               Jack se echó a reír. Se sentó en el suelo, que estaba muy duro. Marty ya se había puesto de pie. 
                               No sabía a ciencia cierta lo que era Emma para él. Era la prostituta con la que solía acostarse. Pero era mucho más que eso. Sabía muchas cosas acerca de ella. 
                             Eran buenos amigos. Marty sabía que Emma no lo veía como algo más que un amigo o un cliente. Era sólo eso para ella, su cliente favorito. Sin embargo, Marty deseaba ser mucho más para la mujer, aunque le daba miedo expresarlo en voz alta. 
-¿Por qué no se lo dice?-le sugirió Jack.
-¿Qué quieres que le diga?-quiso saber Marty haciéndose el tonto.
-Que la quiere y no puede vivir sin ella.
-Emma no me quiere.
-Yo creo que sí.
-¿Por qué no se casa con Emma?
-Porque no me quiere y yo no la quiero a ella.
                         Jack se puso también de pie. 
                        Se sacudió de encima el polvo que se le había pegado a la ropa de haber dormido en el suelo. 
-Debes de pensar que Emma y yo somos un par de tipos raros-dijo con tristeza Marty.
-Jamás he pensado eso de usted ni de Emma-le aseguró Jack.
                        No quería ni pensar en lo que le esperaba en casa. Danielle estaría ya levantada. Marty no entendía lo que le ocurría a Jack. ¿Qué clase de hombre era que no sabía valorar a la mujer que le estaba esperando? 

lunes, 5 de octubre de 2015

ESCENA ELIMINADA DE "UN AMOR IMPOSIBLE"

Hola a todos.
Aquí os traigo una nueva escena eliminada de mi novela Un amor imposible. 
Deseo de corazón que os guste.
                           
En aquel momento, Eliza entró en la tienda. Llevaba puesto su vestido de color rojo.
Peggy se quedó sin habla al verla. Eliza sonrió abiertamente.
-¡Te has quitado el luto!-exclamó Olivia.
Peggy parpadeó.
-El negro no me favorece-sonrió Eliza.
            Olivia aplaudió. Eliza esbozó una tímida sonrisa.
-El rojo la favorece, señora Santana-dijo Peggy.
-Gracias…-sonrió Eliza.
            No sabía bien el porqué había hecho eso.
            Sólo supo que estaba harta de llevar luto por Rafael. Aquella mañana, escogió el vestido rojo. Era su vestido favorito. Se sintió rara cuando se lo puso. Rafael decía que aquel vestido lo excitaba. Pero se enfadaba cuando la veía con aquel vestido puesto en la calle. Rafael había controlado su vida desde que se conocieron. Ella había aguantado mucho a su lado.
-Deberías de vestir siempre así-le sugirió Olivia.
-¡Eso es lo que pienso hacer!-decidió Eliza. 

domingo, 4 de octubre de 2015

ESCENA ELIMINADA DE "UN AMOR IMPOSIBLE"

Hola a todos.
Aquí os traigo una nueva escena eliminada de mi novela Un amor imposible. 
Debido a que estoy corrigiendo (otra vez) mi novela, quiero eliminar toda la paja que pueda haber en ella. Y esta escena no le encuentro el sentido ya que Lucía es una joven de familia adinerada que no necesita la protección de nadie para entrar en sociedad.
Aquí os dejo con la escena.
Y espero que os guste.

                  Ethan estaba enamorado de Lucía Parrado Juárez. Sus padres eran mexicanos. Su padre era un ranchero respetado en el pueblo natural de México capital. Su madre, en cambio, era oriunda de Acapulco. Olivia la conocía.
Lucía era la protegida de Arabella.
Se la veía mucho visitando el rancho de Rafael. Arabella y Eliza vivían en él. Arabella quería convertir a Lucía en toda una señorita.
Se cuenta que estuvieron juntas en Austin. Arabella encargó para Lucía telas con las que se confeccionarían vestidos nuevos.
-Yo sólo aspiro a una cosa-le confesó Lucía a Arabella.
-Y tiene que ver con Ethan, ¿verdad?-apuntó la mujer.
Lucy asintió. Ella y Arabella estaban dando un paseo por el centro de Austin mientras hablaban. El paseo era en un faetón. El día era soleado. Y apetecía estar en la calle.
-Sólo quiero casarme con Ethan-se sinceró Lucy.
¡Bendita seas, niña!, pensó Arabella. Por lo menos, entregarás tu virginidad al hombre que amas.
-Espero que seáis muy felices-dijo Arabella.
Se alojaron en el hotel principal de la ciudad.
Lucía no paraba de parlotear.
Era la primera vez que salía de Streetman.
Austin la dejó sin habla.
-Antes, formaba parte de una comunidad llamada Waterloo-le contó Arabella-La verdad es que ha quedado mejor de lo que pensaba tras el incendio.
-Creo que lo recuerdo-dijo Lucía-Fue hace unos cuatro años. No era una niña y me estaba haciendo mujer. Aún así, sé lo que pasó. Era la capital. Pero la trasladaron a Houston.
-Pues hace ya unos dos años, más o menos, que volvió a ser la capital. Los habitantes de la ciudad así se lo exigieron a Santa Ana.
            Lucía estaba entusiasmada con Austin. Pero echaba de menos a sus padres. Sobre todo, echaba de menos a Ethan. Arabella sentía algo de envidia por la joven. Nunca había estado enamorada. No sabía lo que era eso. En cambio, sí sabía lo que era el dolor.
Eliza no fue con ellas. Se quedó en el rancho.
Todavía seguía recibiendo cartas de pésame. Algunas personas iban a verla para presentarle sus respetos. El rancho estaba vacío. Igual que estaba vacío el vientre de Eliza. Cada vez que pensaba que nunca tendría hijos, sentía ganas de llorar.
Eliza no quería seguir leyendo cartas de pésame.
Por educación, tendría que contestar. Y no tenía ganas de rememorar una y otra vez lo mismo. La muerte de Rafael…Estaba sola.
Eliza dejó de leer la carta que tenía en sus manos. El despacho del rancho estaba vacío.
Una lámpara de gas estaba encima de la mesa.
Y Rafael...
Eliza se sentaba en la cama que una vez compartió con su marido. A su manera, quería pensar que él la había amado. Pero sabía que eso era mentira.
Nunca había sido querida.
Ni por su padre...Ni por Nathan...Ni por Rafael...Ella sólo se había sentido querida por una sola persona. Y esa persona era su cuñada.
Arabella.
Por eso, se sentía contenta cuando estaba con ella.
La echaba de menos ahora que estaba en Austin. Pero no tardaría mucho en regresar a Streetman.
Vivía con la criada mexicana, María.
Hacía las veces también de dama de compañía y de doncella de Eliza. Estaba a su servicio desde hacía ocho años. Era una figura silenciosa en el rancho. Lo sabía todo. Pero se lo guardaba para sí. María sabía que el señor hacía sufrir a la señora. Y deseaba poder ayudarla. Por eso, le contó todo lo que pasaba a la señorita Arabella. Porque la señorita Arabella no era ninguna cobarde.
Porque le plantaba cara a su hermano.
Arabella y Rafael habían tenido unas broncas terribles a causa de Eliza.
Arabella no reconocía al hombre en que se había convertido su hermano.
O quizás sí...
Quizás Rafael siempre había sido así. Decía que era un salvaje porque había estado durante mucho tiempo prisionero de los salvajes comanches. Pero Arabella sabía que eso no era verdad.
Bastaba con ver a Pluma Roja y a Dos Nubes. Jamás había visto al hombre levantarle la voz o la mano a su mujer. Cosa que sí había visto hacer a Rafael. Éste no se cortaba. Delante de sus padres...En la calle...En privado...Había maltratado de todas las maneras posibles a Eliza. En opinión de María, Rafael ni siquiera había sabido morirse.
Eliza recibía cartas de Arabella. Se alegraba de verla más contenta.
Alguien golpeó la puerta del despacho. La figura de María hizo acto de presencia.
-Es casi la hora de cenar, señora-dijo en español. Eliza sabía hablar bien el español-¿Quiere que le sirva ya?
-No, gracias-contestó Eliza-No tengo hambre.
-Tiene que comer, señora. No puede usted caer enferma. 

sábado, 3 de octubre de 2015

ESCENA ELIMINADA DE "UN AMOR IMPOSIBLE"

Hola a todos.
Aquí os traigo una escena que he eliminado de mi novela Un amor imposible porque he considerado que estaba de más.
Aún así, quiero compartirla con vosotros.
Espero que sea de vuestro agrado.

                               A Greg le gustaba Olivia. Era una joven curiosa. No era del todo una dama. Greg no estaba acostumbrado a tratar con una dama. Por eso, no se sentía del todo cómodo cuando estaba con Olivia. Su experiencia con las mujeres había sido muy básica. Su trato se limitaba a las chicas del saloon. Todavía seguía yendo al saloon de vez en cuando. A Olivia la respetaba.
            A veces, Olivia iba a visitar la tumba de su madre. Sarah se había ido demasiado pronto. Se había ido cuando Olivia más la necesitaba. En aquel entonces, se estaba haciendo mujer. Tenía muchas dudas a las que Sean no era capaz de darle una respuesta. No sabía cómo tratar con su hija púber. No sabía qué hacer con dos hijos que querían irse. También él necesitaba a Sarah.
            Se culpaba de la muerte de su mujer. De no haber sido por sus más bajos instintos, Sarah estaría viva. Pero él se había portado como un animal.
            Tuvo que ceder. Tuvo que dejar a Dillon y a Tyler seguir su camino. Tuvo que vivir con el remordimiento. Remordimiento por muchas cosas. Por no haber sabido hacer feliz a Sarah. Por la muerte de Sarah.
            Cumpliría todas las voluntades que le había dejado Sarah al morir. Y una de aquellas voluntades tenía que ver con Brighid. Y con Calcuta…
             ¡No! Ella no quería irse de Streetman. Quería vivir siempre allí. ¿Tan difícil era de entenderlo? No se trataba sólo de un simple capricho.
            Era la tierra donde Olivia había nacido. El lugar donde estaba enterrada su madre.
            Toda su vida estaba en aquel pueblo. ¿Por qué su padre no lo veía de aquella manera? A veces, Sean hablaba de enviarla a Calcuta. Otras veces, se olvidaba del tema durante semanas.
            Sean no sabía qué hacer. Olivia
            Olivia depositaba flores frescas ante la tumba de su madre. Sólo una cruz de madera servía para recordar la vida de Sarah Allen. Padre ni siquiera le ha puesto una lápida a su tumba, pensaba Olivia. Lo hacía con pena. Parecía que Sean quería olvidar a su esposa. Pero Olivia se rebelaba contra aquella idea.
            Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero ella las rechazó.
-Hola-le decía a la tumba-¿Cómo estás? Sí…Es una tontería. Todos estamos bien. Puedes creerme. Te echo de menos. No te enfades con padre por no venir a verte. Lo que pasa es que está muy ocupado con el rancho. Tampoco te enfades con Dillon y Tyler. Tomaron su decisión. No la comparto. Y tampoco la respeto. Ellos…Ya no viven aquí. Dillon habla de regresar a casa.
            Tenía la sensación de que su padre no la entendía. Le costaba trabajo meterse en su piel. Saber lo que sentía. Lo que pensaba. Sean era un hombre acostumbrado al trabajo duro. Y Jack…Era demasiado parecido a él.
            Jack estaba prohibido para ella. Olivia debía de darle otra oportunidad a Greg. No era un mal hombre. Podía hacerla feliz.
            Olivia se arrodilló junto a la tumba de Sarah. Estaba sola en el cementerio. Deseaba con desesperación poder hablar con su madre cara a cara. Nunca antes se había sentido tan confusa. ¡Y su padre parecía estar pensando en otras cosas!
-¿Qué puedo hacer?-le preguntaba a la tumba de Sarh-Estoy confundida. Me gusta mucho Jack. Pero…No sé. No sé lo que siento de verdad por él. Es todo tan… Confuso…Dime…¿Qué harías tú de estar en mi lugar? Tú no tuviste problemas cuando conociste a padre. ¿Verdad que no? Supiste enseguida que lo amabas. Pero mi caso…Es distinto. ¡Mírame! Soy demasiado vieja. Tendría que haberme casado hace mucho tiempo. Tengo veinte años. Sé de chicas que están casadas y cargadas de críos con la edad que tengo. Pero no ha sido así. Tengo…Tengo…Miedo. Sí…Tengo miedo, madre. Miedo de que me pase lo que te pasó a ti. De…Morirme. No sé si podré tener hijos. No sé si podré hacer feliz a un hombre. Debería de buscar otro hombre. Jack no es para mí. Quizás Greg…¡Madre! No entiendo a Greg. Se pasa todo el día hablándome de oro. Piensa hacerse rico buscando oro. ¡Y no va a conseguir nada! Tiene que empezar a trabajar en serio. Tiene que buscarse un trabajo y ganar dinero. Sólo así podremos sacar adelante a nuestra familia, en el caso de que nos casemos. Claro está. No es un hombre malo. Pero tiene la cabeza llena de pajaritos. Igual que otros hombres que sueñan con hacerse ricos buscando oro. Y lo que van a conseguir es morirse de hambre. O volverse locos de remate. ¿Cómo sabré si amo o no amo a Jack, madre? ¿Le doy a Greg una oportunidad? ¿Por qué tuviste que irte? Te necesitaba. Te necesito. Hay cosas que no puedo hablar con padre. No lo entendería. Pero tú…Tú…Tú…¡Sí! Me entiendes. Me entenderías.
            Olivia cayó ante la tumba de su madre.
            Se permitió ser débil. Se permitió llorar. Se sentía sola. Más sola que nunca…
            Notó una mano que se posaba en su hombro. Olivia se sobresaltó.
            Se puso de pie y se dio la vuelta.
            Junto a ella se encontraba una figura vestida de negro, pálida y de rostro demacrado. Era Eliza Santana, que iba a poner unas flores frescas a la tumba de su marido Rafael.
-No quería asustarte-se disculpó Eliza-Sé lo que es sentirse sola.
            Miró con compasión a Olivia. Aquella muchacha también vivía su propio calvario. No es justo, pensó Eliza. No es justo quedarse solo y sentirse tan perdido. 
-Gracias-dijo Olivia.
-En mi caso es distinto-dijo Eliza-Mi padre nunca me quiso. Y mi madre murió al poco de nacer yo. He pasado toda mi vida aislada del mundo.
-Al menos, conociste el amor.
-¿El amor de mi marido? Prefiero haberme quedado en Inglaterra y haber seguido siendo ignorada por mi padre.
-¡Pero tú amas a Rafael!
-No sé qué decirte. Lo quise mucho. Pero me hacía mucho daño. Y, al final, no sé ni lo que sentía realmente por él. Si lo amaba o si lo odiaba.
            Eliza suspiró. Una lágrima solitaria rodó por su mejilla. Arabella era su única compañía. Las dos se habían quedado solas. María era su ama de llaves. Pero era una mujer mayor y callada. No solía hablar con ella. Eliza y Arabella se apoyaban la una en la otra.
            Olivia pensó que, al menos, a ella le quedaba el consuelo de poder contar con Kimberly.

 

lunes, 14 de septiembre de 2015

ESTELLE Y FREDDIE

Hola a todos.
Sigo mejorando mi manera de escribir las escenas de sexo.
Estoy practicando con personajes a los que quiero mucho. Aquí os traigo otro intento de escribir una escena de sexo, esta vez, de la mano de Freddie y Estelle, los protagonistas de Mía Stella. 

                                  Freddie me susurra al oído lo mucho que me ama.
                                  Dice que le cuesta trabajo creer que haya pasado por todo lo que ha pasado hasta llegar a mí y yo pienso que tiene razón; ha vivido mucho más que yo. Debe de estar cansado de todo.
                                  Freddie no se cansa de besarme en los labios mientras yacemos desnudos en mi cama. Abro mi boca para facilitar el acceso de su lengua al interior.
                                  Mordisquea suavemente los lóbulos de mis orejas.
                                  Me estremezco cuando hace eso.
                                  Me besa en el cuello una y otra vez. Llega a morder mi cuello hablando de mi deliciosa carne.
                                Su voz suena ronca. ¡Amo su voz!
                                Vuelve a besarme con pasión en los labios. Rodeo su cuello con mis brazos y comienzo a devolverle todos los besos que me da. Separa sus labios de mi boca para besarme en los hombros. Llena de besos mis pechos. Desliza su lengua por mi ombligo. Me besa en los muslos. Llega a besarme en las rodillas. Siento que voy a enloquecer cuando me hace que me tumbe boca abajo y me besa en las nalgas.
                               No se puede sentir tanto placer sin estar pecando, pienso en un momento dado, cuando mi mente aún no se ha nublado del todo.



-¿Te está gustando, Estelle?-me pregunta Freddie con la voz entrecortada.
-Sí...-respondo.
                       Casi no puedo hablar.
-Eso es lo que quiero-me sonríe Freddie.
                         Su sonrisa es diabólica. Es cautivadora.
                         No sé qué pensar. Estoy mareada. No está bien lo que estamos haciendo.
                         Freddie vuelve a besarme con intensidad en los labios.
                        Ya no me importa nada más allá de él.

domingo, 13 de septiembre de 2015

CLAIRE Y JAMES

Hola a todos.
Estoy intentando mejorar mi manera de escribir las escenas de sexo. No creo que lo esté consiguiendo.
De momento, aquí os dejo una escena muy corta de sexo entre Claire y James, los protagonistas de En el abismo. 

                                   Mis manos se deslizan por la espalda desnuda de Claire y alcanzo sus nalgas. Aprieto suavemente sus nalgas mientras ella se estremece. Se pega a mi cuerpo desnudo.
                                   Nos besamos apasionadamente. Al mismo tiempo, mis manos abandonan sus nalgas para subir por su torso hasta acariciar suavemente sus pezones sonrosados.
                                  Enlazamos un beso tras otro. Mis labios abandonan los labios de Claire. Comienzo a besar su cuello una y otra vez, tan largo y tan delicado.
                                   Chupo los pezones de Claire, erectos. Lamo sus pechos, intentando grabar su sabor en mi boca. Los mordisqueo.
                                   La pasión me nubla la mente.

viernes, 14 de agosto de 2015

ESCENA DE "MÍA STELLA"

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi novela Mía Stella. 
En esta ocasión, nos centramos en la figura de Erin Dashwood, la hermana adoptiva de Estelle.
Veamos lo que pasa por su mente, a través de la mirada de Estelle.

                                      He crecido.
                                      No sé en qué momento ha ocurrido. Esta tarde, he ido a visitar a la modista en compañía de Erin. Ya están terminados los vestidos que cada una luciremos en la boda de Lydia y Freddie.
                                      Soy la primera que se prueba su vestido. Es un vestido de color rosa claro. Todavía he de lucir vestidos cortos. Acabo de cumplir quince años. Llevo suelto mi cabello. Cuando me miro en el espejo de forma ovalada y de cuerpo entero que hay en la trastienda, no me reconozco. Tengo la sensación de que hay otra Estelle reflejada en el cristal del espejo. Oigo los grititos que lanza Erin. Parece estar más emocionada que yo.
-¡Estás preciosa!-exclama.
-¿Tú crees?-le pregunto.
                             Erin palmotea. La ayudante de la modista le da la razón. Me asegura que me convertiré en toda una belleza en cuanto cumpla los dieciocho años.
                             No sé qué pensar. Están ocurriendo muchas cosas en mi vida en un corto espacio de tiempo. Hasta no hace ni un año, no conocía a mi prima Olivia. No sabía quién era Freddie. De pronto, Olivia se ha convertido en alguien muy importante tanto para Erin como para mí. Y Freddie...
-¿No estás contenta, Estelle?-me pregunta Erin con dulzura-Di algo.
-Me veo rara-respondo.
-Tendrás vestidos más bonitos dentro de unos años, cuando tengas mi edad. Ya les diré a madre y a padre que te envíen a Calcuta.
                              Erin y Víctor tampoco quieren que viaje a Dublín. Erin pudo haber tenido su puesta de largo en Dublín. Sin embargo, no quería alejarse de La India.
                             Freddie se va a casar con Lydia, que es como una hermana para Erin. Olivia no termina de creérselo. Yo tengo la sensación de estar en una nube. Me parece que es muy pronto.
                           ¡Casi no se conocen! Pero se nota que están enamorados.
                           Me doy la vuelta. Veo que Erin tiene los ojos llenos de lágrimas.
                           Mi hermana no para de hablar.
                           Dice que, antes o después, Freddie y Lydia tendrán muchos hijos. La madre de Lydia ha traído al mundo seis hijos.
                           También augura que Olivia se casará. Las dos pensamos que se casará con Víctor. Y que también tendrán muchos hijos.
                           Entonces, el amor llegará a la vida de Erin. Tengo la sospecha de que hay alguien habitando en su corazón. Cierto joven que conoció durante su estancia en Calcuta. Sospecho quién puede ser.
                           La ayudante de la modista me ayuda a quitarme el vestido que luciré en la boda de Lydia y Freddie. Me ayuda a ponerme el vestido que llevaba puesto antes. Me percato de que la mirada de Erin está triste. La modista es quién la ayuda a quitarse el vestido que lleva puesto. Se pone el vestido que lucirá en la boda de Freddie y de Lydia. Es un vestido de color azul marino.
                          Debo de reconocer que mi hermana estaba realmente hermosa con ese vestido.
                          Incluso, le di un abrazo. Le di un beso en la mejilla.
-¡Vas a causar sensación!-trino.
                            Mi hermana esboza una sonrisa triste. Parece que está a punto de echarse a llorar.
                            Recuerda en voz alta el momento en el que nuestro padre me presentó. Yo apenas tenía unos minutos de vida.
                           Por lo que Erin cuenta, Víctor y ella se precipitaron en la habitación de nuestra madre en cuanto me oyeron llorar. Querían conocerme. Me habían vestido.
                            La comadrona me envolvió en una manta. Primero, fue Víctor el que me cogió en brazos.                             Sonrío.
-Me has contado esa historia muchas veces-le recuerdo a Erin.
                              Ella me da un beso en la frente.
                              Me cuenta que era una bolita sonrosada y que ya tenía una pelusilla de color rubio cubriendo mi cabecita.
                             La tormenta monzónica que cayó mientras mi madre me traía al mundo había amainado un poco.
                            Después, pasé a los brazos de Erin.

 

                            A Erin la crió una nodriza. Sin embargo, a mí me crió nuestra madre. No quiso contratar a una nodriza. Quiso criarme ella.
-¿Has pensado en adoptar un hijo?-le pregunto a Erin.
-Todavía no me he casado-me responde ella-Los hijos quedan muy lejos todavía.
                          A pesar de lo pequeña que era, Erin quiso ocuparse de mí. Me sacaba de la cuna. Me llevaba a su habitación. Me colocaba entre sus juguetes. Para ella, yo era como una muñeca.
                          Pero era una muñeca especial porque era una muñeca de carne y hueso.
                         La modista ayuda a Erin a despojarse del vestido que lucirá en la boda de Lydia y de Freddie y habla de mí.
                           Comenta que poseo buenas virtudes para hacer una buena boda algún día.
                           Cabello de color rubio muy claro...Ojos de color azul muy claro...
                           Casi puedo imaginar a Erin paseándome en brazos por el jardín cuando apenas sabía andar. O llevándome de un lugar a otro de la casa.
                             Se pone el vestido que llevaba antes puesto. Se encarga ella misma de pagar ambos vestidos. Un ayudante que tienen será el encargado de llevar los vestidos a casa pocos días antes de la boda.
                              Volvemos a casa a pie. Da gusto pasear en esta soleada tarde.
-Dudo mucho que vuelva a Calcuta algún día-me confiesa Erin.
-Tu primera temporada en sociedad no llegó a terminar-le recuerdo.
-Intento no pensar en lo que vi. Cada vez que cierro los ojos, veo las imágenes de Christian e Isabella. Les veo ensangrentados.
-Hermana, nunca me hablas de ese asunto.
-Porque eres una niña, Estelle. Y quiero protegerte. No he debido de hablar de Christian y de Bella. Perdóname. Hablemos de otro tema. Cuéntame lo que te parece tu nuevo vestido.
                              Se coge Erin de mi brazo mientras paseamos.
                              Es evidente que quiere cambiar de tema. Lo respeto.
-Es un vestido muy bonito-afirmo-Me gusta mucho.
-Yo creo que la que va a causar sensación el día de la boda vas a ser tú-afirma Erin.
-¿Lo dices en serio?
                             Sonrío. No quiero llamar la atención de nadie ese día.
                             Oímos la voz de alguien que nos llama. Son Freddie y Lydia. Vienen hacia nosotros.
                             Están dando un paseo con Freddie rodeando con su brazo los hombros de Lydia, para escándalo de la gente que se cruza con ellos.
                              Casi les puedo oír criticándoles.
                              Decidimos acompañar a Lydia a su casa.
                              Durante el trayecto, Freddie y Lydia no paran de besarse. Se besan muchas veces. No paran de abrazarse. Se abrazan muchas veces.
                               Freddie nos besa a Erin y a mí en las mejillas.
                               No cabe en sí de gozo.

viernes, 31 de julio de 2015

ESCENA ELIMINADA DE "ME OLVIDÉ DE OLVIDARTE"

Hola a todos.
Cuando concebí al personaje de Ben Rice, el hombre que intenta hacer que Catherine olvide a Dillon en Me olvidé de olvidarte, quise que fuera un viudo sin hijos y que su primera mujer hubiese sido una aristócrata llamada Rachel.
Sin embargo, me pareció muy surrealista que un joven de origen humilde como Ben se casara en dos ocasiones con dos damas aristocráticas (no puedo decir cómo irá la cosa entre Catherine y él y he hablado de más).
De modo que he eliminado al personaje de Rachel y estoy remodelando su historia para convertirla en un cuento que verá la luz.
De momento, aquí os dejo con una conversación entre Ben y Catherine que no aparecerá en la versión definitiva de la novela.
Deseo de corazón que os guste.

-Si quieres, le podemos poner a nuestra hija el nombre de tu primera esposa-le sugirió Catherine una tarde.
            Estaban sentados en el sofá del salón.
            Ben respiró hondo.
-Puede que sea un niño-afirmó.
-¿Fuiste feliz con Rachel?-quiso saber Catherine.
-No sabría qué decir. Sólo sé que ella sí fue muy desgraciada conmigo.
-Eso no es posible. Eres un hombre maravilloso, querido. Me estás haciendo muy feliz.
-Cat, quise mucho a Rae. La conocía desde siempre.
-Conozco esa parte de la historia. Tan sólo quiero saber el resto.
-Nos entendíamos bien en el plano íntimo. Sin embargo, había cosas entre nosotros que nos separaban. Cat, Rae no estaba acostumbrada a vivir en una casita como la que vivíamos. Estaba acostumbrada a tener criadas a su servicio. No pensé en ella cuando nos fugamos a Gretna Green. Fui un egoísta.
-Os queríais.
-A veces, querer a una persona no es suficiente.
-En mi caso, me basta con que me quieras.

-Tendremos un hijo, Cat.

 

miércoles, 29 de julio de 2015

ESCENA ELIMINADA DE "MÍA STELLA"

Hola a todos.
Aquí os traigo una escena eliminada de mi novela Mía Stella. 
Como bien me dijo Citu hace algún tiempo, lo que he escrito no está escrito en piedra. Se puede corregir y revisar y cambiar lo que no me gusta.
Y en eso estoy siempre que tengo un rato de lugar.
Como no me gusta desperdiciar nada, he optado por subir este pequeño fragmento que he eliminado (no aparecerá en la novela) a este blog.
¡A ver qué os parece!

             Topsy decidió ingresar en un convento. Tenía vocación religiosa. No pude luchar contra eso. No se puede ir en contra de la Voluntad de Dios. Freddie se lo repite una vez. Y otra vez…Lo hace cada vez que recuerda a Topsy.
            A Madison la amó con todo su ser. No dudó en casarse con ella. ¿De qué sirvió?
            Madison también está muerta. Unos salvajes la mataron. Y estuvieron a punto de matarle también.
            Cometió un error terrible con Tracy.
¿De verdad han pasado tantas mujeres por su vida? Amelia…
            Amelia está viva. 
           También Tom ya no está. Recuerda la epidemia que hubo en el campamento. Tom sucumbió a la misma. Como le ocurrió a Minnie.
            Como le ocurrió al bebé que Madison iba a tener.                                        

domingo, 12 de julio de 2015

EL DIARIO DE THEOLA

Hola a todos.
Hoy, os traigo lo que sería una anotación del diario de Theola Warrick.
Veamos qué lo que escribe.

ANOTACIÓN HECHA DESDE SU CASA EN LA ISLA DE SANTA ROSA:

                  He recibido carta de tía Kathleen. 
                 Estoy en el salón releyéndola por tercera vez. 
                 Recibo todas las semanas una carta de tía Kathleen. Ha oído diversos rumores acerca del comportamiento de Owen. Sé que Owen no es el marido ideal. Soy consciente de que no estoy enamorada de él. Al menos, no lo amo como sí amo a Dillon. 
                  Tía Kathleen me habla de prostitutas. De borracheras...De partidas de póker...Todo eso lo sé, aunque no lo haya visto. 
                 Los recuerdos golpean sin piedad mi mente. 
                 Me aferro a esos recuerdos con desesperación. Es lo único que me mantiene cuerda dentro de este tormento que es mi cerebro. Me grita que todo lo que estoy sufriendo me lo merezco. 
                  Cometí un terrible pecado. Herí a las dos personas que más quiero en el mundo. Merezco estar atrapada en un matrimonio sin amor. Merezco que Owen se vea con furcias. Pero yo intento volver la vista atrás. Quiero pensar que Dillon, en algún momento, pudo haber estado enamorado de mí. Quiero pensar que Cathy se interpuso entre nosotros. Sin embargo, en mi fuero interno, sé que es mentira. 
                  Sé que Dillon nunca estuvo realmente enamorado de mí. Sólo tenía ojos para Cathy. ¿Por qué no quise asimilarlo? 
                  Lo achaco a la edad que tenía en aquellos momentos. Apenas era una niña. 
                  Esto último es mentira. Brianna era una niña, igual que yo. ¡Y Bree está muerta! 
                  Me merezco que mi mejor amiga esté muerta. Todo lo que está pasando es el justo castigo que estoy recibiendo por mi maldad. A veces, deseo estar muerta. Brianna tendría que estar viva. ¿Por qué tuvo que morir? ¿Por qué he de vivir yo con esta inmensa culpa que me está consumiendo poco a poco? Mi cabeza hace que reviva una y otra vez el pasado. 
                  Vuelvo al pueblo. 
                 Nadie sabe que estuve enferma los primeros días que pasé en Pensacola. 
                 Yo veía a Cathy en los brazos de Dillon. Y sabía que había estado en sus brazos. 
                 ¿Cuántos abrazos se dieron cuando nadie les veía? ¿Cuántos besos compartieron cuando estaban solos? 
                  Tía Kathleen me contó que no paraba de delirar. Que pedía a gritos perdón a alguien cuando me subía la fiebre. No era fiebre lo que tenía, pienso ahora. 
                   La rabia me había consumido. 
                   El saber que Dillon tocaba a Cathy me volvió loca. 
                   A mí sólo me había besado en las mejillas. Me había dado algún que otro tirón de la trenza con la que solía llevar mi cabello castaño recogido en ocasiones. 
                   Nunca pude apoyar mi cabeza en su hombro. 
                  Nunca pude demostrarle lo mucho que lo amaba. 

                   Hay algo en tu corazón que no te deja vivir, Theo. Nunca me has contado lo que ocurrió en el pueblo. El porqué tus tíos se fueron tan deprisa llevándose con ellos a tu prima. 

                    No lo sabrá nunca, me juro a mí misma. 


                    Me da miedo contárselo. 
                    Owen debe de sospechar que algo raro me pasa. Por ese motivo, está tan alejado de mí. 
                   No quiere una esposa que esté siempre triste. No quiere que su mujer sea fría con él. 
                   No me doy cuenta cuando soy fría. Debo de cambiar. 
                   Owen llega a casa. 
                   Es una de las pocas criadas que tenemos quién le recibe. Mi marido parece venir contento. 
                  Quiero pensar que está sobrio. Ha habido veces en las que ha llegado borracho a casa. No me gusta que beba hasta llegar casi sin sentido a casa. 
                  Me besa con arrebato en los labios y parece que está sobrio. 
                  Nos sentamos en el sofá a hablar. En realidad, es Owen el que no para de hablar. Yo escucho cómo las olas parecen gritarme que soy una mala persona. Me dicen que Owen es bueno y que no me lo merezco. 
                   Owen me besa en la frente. 
-¿Te encuentras bien, Theo?-me pregunta con cariño-Te noto un poco distraída. Puede que estés enferma. 
-He recibido carta de tía Kathleen-le respondo. 
-Me imagino lo que quiere tu tía. Quiere que tengamos ya niños. Apenas llevamos casados un año. 
-Tienes razón. Tenemos mucho tiempo para aumentar la familia. 
                     Damos cuenta cada uno de una taza de café después de la cena. Quiere saber hasta el último detalle de lo que he hecho durante el día. A veces, el interés que demuestra Owen hacia mí me hace sentir aún peor. Porque ese interés demuestra que realmente está enamorado de mí. 
                   Me doy cuenta de que he cometido un error. Lo noto mientras las palabras brotan de forma lacónica de mi garganta. 
                    Lo noto cuando me coge la mano por encima de la mesa. 
                    Sus ojos brillan de una forma inusual. Me quiere contar todo lo que ha hecho durante el día. Está contento con cómo van las cosas en la compañía. Su protector quiere también pasarle una asignación, tal y como ha hecho su padrastro. Se siente muy afortunado. Y quiere compartir su fortuna conmigo. Me obligo a mí misma a sonreír. 
-Podemos irnos de viaje-me sugiere. 
-No me gustaría nada tener que abandonar Santa Rosa-le confieso-Me gusta mucho este lugar. 
-Es muy bonito. 
                       Nos retiramos a la habitación. 
                      Compartimos cama. 
                      Por la tarde, estuve dando un paseo por la orilla de la playa. Me sentí relajada. 
                     Caminé descalza. 
                     Contemplé cómo quedaban grabadas las huellas de mis pies desnudos sobre la arena. Sobre la arena blanca de la playa...En algún momento de mi paseo, me di cuenta de que estaba llorando. Me he convertido en algo que no soy. Una amargada...
                     Al meternos en la habitación, Owen me da a entender lo que quiere. Y lo que quiere es tener relaciones conmigo. Mi primer impulso es salir corriendo. Pero recuerdo que es mi marido. 
                      No quiero pensar en nada cuando estoy con él. Quiero olvidarme de que Dillon existe. Quiero que mi conciencia deje de torturarme. 
                      No sé cómo ha logrado desnudarme. Cierro los ojos cuando Owen empieza a quitarse la ropa. Me ha hecho que me acueste en la cama con mucha delicadeza. Es muy considerado algunas veces. 
                       Los labios de Owen se apoderan de mis labios y me besa con mucho ardor. Siento cómo me abraza al tiempo que empieza a besarme en el cuello.
                      Owen me demuestra de forma física lo mucho que me desea.
                       Sus manos recorren de manera febril mi cuerpo acariciándomelo. Siento cómo sus labios chupan mis pezones con suavidad.
                       Quiere que yo disfrute. Y, ¡qué Dios me perdone!, son muchas las ocasiones en las que lo consigue.
                       Llena de besos mi rostro. Mordisquea con suavidad el lóbulo de mi oreja. Besa uno de mis pechos con deleite.
                       Logra, al invadir mi cuerpo, que olvide todo. Al estrecharme entre sus brazos. Al hacer que me mueva a sus compás. Clavando mis manos en su espalda. Aferrándolo con fuerza.
                      Logra que olvide, durante unos minutos, todo lo que me atormenta.
                      Él yace dormido a mi lado. Me quedo durante unos instantes despierta. Las olas del mar vuelven a gritarme que soy una mujer malvada. Que le he hecho demasiado daño a la gente que realmente amo.
                       Lloro.
                       Lloro cuando estoy sola.
                       Escribo en mi diario.
                       Necesito desahogarme. No puedo decirle nada a Owen. Él piensa que lo amo. Y yo deseo de forma desesperada amarle.
                        ¿Por qué no puedo arrancar a Dillon de mi cabeza? ¿Por qué me atormenta su recuerdo? ¿Por qué no olvido la imagen de Cathy llorando cuando le hice daño? ¡Fue mi culpa! Todo lo que está pasando es mi culpa. ¡He destrozado dos vidas! ¿Cómo puedo ser feliz si soy una miserable? 

sábado, 11 de julio de 2015

EL DIARIO DE SAMANTHA

Hola a todos.
Empiezo a subir a este blog lo que yo considero que son las anotaciones de los diarios de los protagonistas de esta historia.
No van a aparecer en la saga, eso ya lo digo.
Sin embargo, considero que es bueno que veamos qué es lo que pasa por sus mentes en determinados momentos y que nos lo cuenten ellos.
Empecemos por uno de los que, para mí, es de los personajes más queridos de esta saga: Samantha.

                                   Contemplo desde la ventana de nuestra habitación los barcos que salen del puerto. El mar está en calma y apenas hay un suave oleaje. Yo todavía no puedo creerme que sea una mujer casada. Soy la esposa de Dillon O' Hara.
                               Me repito una y otra vez para mis adentros que ya no soy lady Samantha Wingfield. Ahora, soy Samantha O' Hara. ¡Hasta suena bien ese nombre!
-Dímelo otra vez-le pido.
-Mi querida Samantha O' Hara-dice Dillon.
-No me canso de escucharlo. ¡Oh, Dillon! ¿Te puedes creer que estemos casados?
-¡Soy tuyo, Sam!
                              Tenemos esta conversación mientras estamos en el jardín. He plantado unos lirios. Le cuento a Dillon que no tardarán en florecer. Quiero cultivar el jardín que rodea nuestra casa igual que quiero cultivar nuestro matrimonio.
-El amor es como una flor que hay que regar todos los días-le aseguro.
-No dejaremos que nuestro amor se marchite-me promete.
                               Siento que estoy en una nube. Lo que me está pasando no puede ser real. ¡Pero es real! Tengo la sensación de estar metida de lleno en una de las novelas de amor que me gustan leer. Que yo soy la protagonista.
                             He encontrado al hombre con el que pienso compartir el resto de mi vida. Ya sólo me falta que lleguen los hijos. Quiero tener muchos hijos con Dillon.
                              Han pasado apenas unas semanas desde que Dillon y yo contrajimos matrimonio.
                              Una gaviota surca el cielo. La veo lanzarse en picado al mar. De pronto, sale del agua. Parece llevar un pescado en la boca para comer.
                              Lo considero una señal maravillosa de que todo va a ir muy bien en mi matrimonio. Mi corazón me dice que Dillon y yo podemos hacer realidad todos nuestros sueños. De momento, mi mayor anhelo es poder darle un hijo.
                             Disfruto cuando salimos a pasear cogidos de la mano.
                             Me he acostumbrado a la vida tranquila que se respira aquí. Sé que tendremos que regresar antes o después a Londres. Sin embargo, me he dado cuenta de que la vida en la capital me aburre.
                            No encontré el verdadero amor en ninguno de los bailes a los que asistí. Al principio, ir a bailes me entusiasmaba. Yo era una debutante. ¡Acababa de ser presentada en sociedad!
                           Fue muy emocionante hacer mi reverencia ante la Reina.
                          Hay un piano de cola en el salón.
-¿Nunca tocas el piano?-me pregunta Dillon.
                          Él está sentado en su sillón favorito leyendo The Times. Yo estoy sentada en el sofá leyendo el Ladies' Journal. Miro el piano de cola. Lo cierto es que nunca se me ha dado nada bien la música. Soy una nulidad para ese menester. Prefiero hacer otras cosas.
-No me gusta nada tocar el piano-le respondo-Lo cierto es que desafino horrores.
-¿No te han dado clases de piano?-quiere saber Dillon.
-Tuve un profesor de piano. Pero duró apenas unos meses. El pobre terminó tirando la toalla conmigo.
-Entiendo.
                                  Dillon no suele hablar de su antigua vida. Me habla mucho de su familia. Pero no quiere contarme si hubo otras muchachas antes de conocerme a mí viviendo en su corazón. Vivían bastantes personas en su pueblo natal. Vive allí mucha gente.
-Dillon...-le llamo-Me gustaría hacerte una pregunta.
-¿De qué se trata?-me interroga él.
-Pues...
-Adelante...
-Nada...Olvídalo.
                          No quiero pensar que Dillon pudo haber bailado con otra joven antes de conocerme a mí.
                          No quiero pensar que sus dedos entrelazaron unos dedos que no eran los míos.
                          No soy celosa.
                          Soy consciente de lo rápido que ha ido todo entre Dillon y yo. No hace ni un año que nos conocemos. Y no hace ni dos meses que estamos casados. Sin embargo, tengo la sensación de que le conozco desde siempre. Que ha estado toda la vida a mi lado. Siento que me pertenece por completo. Que es sólo mío.
                            Y me aterra la idea que pueda dejar de amarme. Me aterra pensar que haya otra mujer ocupando su corazón.
                             Algunas noches, me he fijado en que llora cuando está durmiendo. Quizás, sí haya habido alguien más en su vida.
                             Quizás, haya amado a otra joven cuando vivía en su pueblo natal. Una muchacha.. Como yo...
                            O, a lo mejor, no era como yo. Sería distinta a mí.
                            Sabría tocar muy bien el piano. Interpretar a la perfección piezas de Mozart.

 

                                Mi corazón da brincos de alegría cuando Dillon y yo estamos solos. Carrie, mi doncella, es muy discreta. No suele hablar mucho. Nos llevamos bastante bien.
                           De algún modo, nos entendemos casi sin hablar. Carrie cumple con su trabajo con eficiencia. Me gustan sus peinados. Son peinados sencillos. Pero, al mismo tiempo, son peinados elegantes. Sabe escoger bien los vestidos que he de ponerme. Incluso, me prepara el baño.
                           Echo de menos a mi familia. Les escribo con frecuencia. No es lo mismo. Yo vivo en otra lugar. Estoy lejos de ellos. Pero los llevo en mi pensamiento.
                            Excepto cuando Dillon y yo salimos a pasear en un faetón alquilado. En ese momento, sólo tengo ojos para él. Sólo escucho lo que él me cuenta.
-¡Este pueblo es el Paraíso!-exclama-¡Me encanta vivir aquí!
-Podemos quedarnos a vivir aquí para siempre-le sugiero.
-¿No te disgustaría no regresar nunca a Londres?
-Me he aburrido de Londres.
                           Dillon rodea mis hombros con su brazo para atraerme hacia sí y abrazarme. Hundo mi cara en su pecho al tiempo que rodeo mi cintura con mis brazos.
-¡Ay, Sam, no sabes lo mucho que te quiero!-me confiesa.
-Dímelo otra vez-le ruego-Por favor...
-Te adoro, Sam.
-Otra vez...
                            Dillon acaricia mi cabello con la mano.
                           Me besa en la frente. Me besa en las mejillas.
                           Finalmente, sella mis labios con un beso cargado de ternura. Yo correspondo a ese beso poniendo en él todo el amor que le profeso. Abro mi boca para que Dillon pueda explorarla con mi lengua. Para que beba de mi saliva. Para que disfrute de mi sabor.
                          Mi Dillon...

lunes, 6 de julio de 2015

¿Y QUIÉN PODRÍA SER ELLA?

Hola a todos.
Este fragmento tiene como protagonista a Tyler y a una enigmática joven.
Es un fragmento muy breve, pero deseo compartirlo con vosotros. ¿Quién podría ser ella? ¿Podría ser Brianna, su primer amor? ¿Podría ser otra joven?

                                       Le parecía un sueño el poder estar así con ella.
                                       Había sufrido durante demasiado tiempo al pensar en ella.
                                       Su corazón daba saltos de gozo al poder abrazarla y sentir que era real el cuerpo que estrechaba entre sus brazos. Al poder llenar de besos aquel rostro tan amado.
                                        Sus labios se apoderaron de los labios de ella con verdadero hambre. Ella le devolvió el beso con una pasión igual de fiera que la que él sentía. La joven pensó que, al besar a Tyler una y otra vez, las fuerzas volvían a su cansado cuerpo.
-Quédate conmigo-le susurró en un momento en el que sus labios se separaron apenas unos milímetros.
                                    No supo quién pronunció aquella frase. Quizás, fueron ambos los que hablaron.
                                    Y sus labios volvieron a encontrarse en un beso largo y ardiente que ponía fin a una ausencia demasiado prolongada.
                                     Una separación que había sido demasiado larga. Demasiado cruel para ambos...



                                   Estaban otra vez juntos. Sólo Dios sabía lo que les depararía el futuro. Pero no habría reproches.
                                    No habría nada de eso. No querían estropear aquellos instantes de dicha.

NOTA: Este fragmento lo tengo que trabajar más. Pero lo dejo aquí a modo de adivinanza.

lunes, 22 de junio de 2015

UN FRAGMENTO DE "MÍA STELLA"

Hola a todos.
Aquí os traigo un fragmento de mi novela Mía Stella. 
Una pequeña congregación de religiosas que dirige una misión desempeñará un papel muy importante en la vida de Freddie.
Conozcamos a una de las integrantes de la misión, la hermana Francisca Romana.

         La hermana Ave Regina nació lady Blythe Wyndham. Tenía treinta y cinco años recién cumplidos.
            Es la protegida de los marqueses de Ranwulf. La pariente pobre que fue criada por la rama adinerada de la familia cuando quedó huérfana siendo una recién nacida. El matrimonio de los marqueses fue bien durante algún tiempo. Hasta que el marqués retomó sus viejas costumbres.
            Como liarse con furcias y con actrices mediocres.
            Su mujer optó por hacer lo mismo.
            Empezó a alimentar las esperanzas de sus pretendientes. Su marido estaba celoso. Llegó la conclusión de que podía cambiar, pero siguió persiguiendo a otras mujeres. Lady Ranwulf empezó a acostarse con otros hombres. Las discusiones eran constantes. Tuvieron dos hijos, un niño y una niña. Blythe y aquellas dos criaturas fueron testigos silenciosos del deterioro de aquel matrimonio.
            Blythe cumplió dieciocho años. Le llegó la hora de ser presentada en sociedad. Fue enviada a Londres para tal fin.
            Dan trabajaba en una zapatería como aprendiz de zapatero. Tenía la misma edad que Blythe.
            Se había criado en un orfanato ya que su madre murió cuando era muy pequeño.
            Sabía leer y escribir y tenía fama de ser muy trabajador.
            Los marqueses de Ranwulf habían imaginado que Blythe se casaría con algún aristócrata. Sin embargo, no supieron reaccionar cuando la joven decidió casarse con un aprendiz de zapatero pobre. No entraba en sus planes.
            Lo cierto era que Blythe y Dan se enamoraron perdidamente nada más verse.
            La hermana Ave Regina todavía recuerda con nostalgia aquella época. No se arrepiente en absoluto de sus actos. Piensa que volvería a hacerlos de poder. Porque una parte de ella aún sigue amando a Dan. Fue feliz durante el tiempo que estuvieron casados. Y lamenta una cosa. La falta de hijos…Siempre quiso ser madre. Pero los niños nunca llegaron. Eso ya no importa.
            Estuvieron casados durante nueve años. Al recordar a Dan, la hermana Ave Regina vuelve a ser lady Blythe. Vuelve a ser una joven que se enamoró de un modesto aprendiz de zapatero nada más verle. Entró en la congregación aconsejada por su protectora al poco tiempo de morir Dan.
            Recuerda detalles de su vida íntima con él. Detalles que una mujer decente no debe de recordar.
            Se fugaron a Gretna Green a las pocas semanas de conocerse. La boda se celebró en la Vieja Herrería. Cuando los marqueses les encontraron, ya era demasiado tarde. El matrimonio se había consumado. Lady Ranwulf era una mujer terriblemente clasista. Pensaba que todos los pobres eran una abominación. Incluso, trataba con cierto desprecio que procuraba disimular a Blythe. No podía de evitar pensar en ella como la hija de la pariente pobre de su marido. Sin embargo, la había criado ella. Y era su deber casarla con un aristócrata. No lo consiguió. Blythe resultó ser muy rebelde. Su amor por Dan superaba todas las barreras.
            Durante las semanas que siguieron a su encuentro en la zapatería, estuvieron viéndose en Bushy Park. Daban paseos mientras contemplaban a las manadas de ciervos que vivían allí.
            Y se besaban detrás de los árboles.
            Los nueve años que duró aquel matrimonio fueron los más felices de la vida de Blythe. Apenas tuvo contacto con sus protectores. Toda su atención estaba centrada en Dan.
            Cuando éste cayó gravemente enfermo, Blythe lo estuvo cuidando con total abnegación. Fue una neumonía muy grave la que le postró en la cama. Dan tenía fiebre muy alta. No reconocía a su mujer. Blythe no se separó de su lado en ningún momento.
            Le daba la medicina que le había recetado el médico. Se negaba a acostarse porque quería permanecer despierta para estar con él.
            Cuando se casaron, se marcharon a vivir a Castle Combe. Dan había aprendido lo suficiente en la zapatería en la que estuvo trabajando en Londres. Tenía algo de dinero ahorrado. De modo que abrió una zapatería. El dinero entraba en su casa.
            Vivían en una casita pequeña. Tenía un jardín que Blythe cuidaba con mimo. El trabajo nunca le faltó a su marido.
            También ella tenía algo de dinero ahorrado. Dan se negó a aceptar su dote. No quería depender económicamente de Blythe. Se propuso demostrarle al mundo que no se había casado con ella por su dinero, sino porque la amaba. Y lo demostró con creces.
            La vida íntima de la pareja era muy exaltada. Blythe creía que el sexo era la única forma que existía de engendrar una vida. De tener hijos.
            No tardó en demostrarle Dan cuán equivocada estaba.
            Blythe se quedó sorprendida la primera vez que estuvo en la cama con su marido. Fue en su noche de bodas.
            Dan recorrió con su lengua cada centímetro de la piel de Blythe.
            Los gemidos de placer de la joven eran perfectamente audibles.
            Sintiéndose atrevida, aquella noche, Blythe llenó de besos cada centímetro del cuerpo de su marido haciéndole gozar.
            Los dos se demostraban su amor de todas las maneras habidas y por haber. Dan había sido un buen compañero para Blythe. Ella le recuerda con amor. No se arrepiente de estar en el convento ni de ser monja.
            Pero recuerda.
            Recuerda las noches de amor vividas acostada a su lado en el lecho. Recuerda cómo su cuerpo se estremecía ante la presencia de Dan. Él siempre estaba pendiente de ella.
            Recuerda los labios de Dan besando su cuello. Sus labios recorriendo uno de sus pechos. Mordisqueando con suavidad sus pezones.
            Los dos gozaban el uno de la otra en su cama. Los dos hacían el amor sin reserva alguna.
            Dan rodeaba con sus brazos la cintura de avispa de Blythe y la atraía hacia sí para abrazarla. Ella iba depositando suaves besos por todo el torso desnudo de su esposo, poniéndose encima de él.
            Nunca tuvieron una criada. Blythe había aprendido a manejar en solitario una casa.
            El mayor deseo de la pareja era ser padres. Blythe había oído hablar de su madre. Incluso, tenía un retrato de ella colgado en el saloncito. Le parece al recordarla la mujer más hermosa que jamás ha visto.
            Dan siempre le regalaba ramos de flores silvestres que Blythe plantaba en el jardín. Ella lo esperaba en el jardín arrancando las malas hierbas. O regando las plantas. O plantando una semilla.
            Se ponía de pie cuando Dan entraba y se acercaba a ella.
            Se fundían en un beso cargado de amor.
            Los besos que se daban en el lecho eran mucho más apasionados.
            Al recordarle, no se arrepiente de estar en el convento. Le habría resultado imposible volver a casarse después del amor tan intenso que ambos compartieron.
            En aquellos momentos de intimidad, desnudos sobre el lecho, se juraban una y mil veces amor eterno. Blythe se desnudaba siempre ante Dan. A su vez, éste siempre se quedaba desnudo ante ella. No mostraban reparo alguno en enseñar sus cuerpos.
            El temblor sacudía sus cuerpos cuando estaban cerca el uno de la otra. Sus corazones latían a gran velocidad. Ante tales recuerdos, la hermana Francisca Romana entra en la capilla a rezar.
            Dan llenaba de besos los pechos de ella. Se sentía feliz al escuchar los jadeos que emitía Blythe. Jadeos que él le provocaba. Quería hacerla disfrutar.
            Las piernas de ambos terminaban enredadas. Dan invadía de una sola estocada el cuerpo anhelante de Blythe. Los dos se fundían en un solo ser. Se movían al mismo compás. Sólo existía aquel momento en el que todo estallaba a su alrededor. Y, a continuación, sus cuerpos sudorosos descansaban en la cama.
            Eran días repletos de alegría. Una felicidad que, en opinión de la hermana Francisca Romana, acabó demasiado pronto.
            Una parte de ella ha muerto con Dan.
            Llora al recordar al hombre que más amó. Decidió aceptar la sugerencia de lady Ranwulf. Tomar los hábitos. No se arrepiente de estar allí.
            No se arrepiente de ser monja. Siente que está ayudando a los demás. La gente de la misión la necesita. Y ella se siente valorada porque es útil.