miércoles, 29 de abril de 2015

ESPÍRITU LUCHADOR Y GORRIÓN TRISTE

Hola a todos.
Aquí os traigo un momento tierno entre Espíritu Luchador y Gorrión Triste.
Me resisto a dejar ir a esta pareja, ya que me he encariñado con ellos.
Veamos qué ocurre.

                                  Salieron a dar un paseo por el bosque. No veían la hora de abandonar la misión. Aquel paseo no les estaba permitido. Tampoco les estaba permitido la forma en la que se habían casado. Espíritu Luchador debía de bautizarse, igual que Dos Nubes. Debían de casarse por la Iglesia. 
                             Vio cómo una ardilla saltaba de un lado a otro. Un conejo se escondió al verles pasar. Creyó ver a lo lejos la figura del ciervo al que los ancianos llamaban El Gran Príncipe. Un pajarillo se puso a cantar.                              Gorrión Triste le hablaba de huir de la misión y de partir muy lejos de allí. 
                             Se dejaron caer en el suelo. 
                             Los ojos de la joven estaban radiantes de entusiasmo. Creía que estaba flotando en una especie de nube. ¡Me ama!, pensó. ¡No se lo podía creer! ¡Espíritu Luchador la amaba! Lo miró con los ojos llenos de lágrimas.
 -Deberíamos de sellar nuestro compromiso-sugirió Espíritu Luchador con voz ronca-Si confías en mí. No te haré daño. Intentaré que sea grato para ti.
                         Deseaba a Gorrión Triste. 
 -¿Qué es lo que me vas a hacer?-inquirió Gorrión Triste.
-No te haré daño. Te lo prometo. Confía en mí.
-Confío en ti. 
                           Gorrión Triste también deseaba a Espíritu Luchador. Se sentía casada con él, pese a lo que decían los frailes que se ocupaban de la misión. Su Dios sabía de aquel matrimonio. Lo bendecía porque era un matrimonio por amor. 
                         Cuando la besó con sensualidad y pasión en los labios, la joven se dejó llevar por la pasión que Espíritu Luchador despertaba en ella. Se entregó a él y se abandonó a sus fuertes brazos. Espíritu Luchador cubrió de caricias el cuerpo de Gorrión Triste. En sus labios quedó grabado el sabor de la piel de la joven.
                           Los dos se dejaron llevar por lo que sentían el uno por el otro. Se amaron en la profundidad de aquel bosque. Sabía que el Dios de los frailes que llevaban la misión bendecía su unión. No estaban pecando. Se amaban.
                            Se amarían siempre. 
                                     

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