lunes, 9 de febrero de 2015

EL PATRÓN

Hola a todos.
¿Os acordáis de mi relato El Patrón?
He querido darle un acelerón a esta historia con el fin de terminarla porque siento que ya toca.
Os invito a que descubráis qué ocurre finalmente entre Katherine y Charles. La historia merece la pena, a mi humilde entender.

                                   Después de la boda, Malcolm y Holly decidieron instalarse en Sonning Eye, donde habían arrendado una casa.
                                  Sin embargo, Katherine no tardó en ser enviada a pasar una temporada allí con ellos.
                                 Sir Kyle había encontrado a su hermana besándose con un joven en el jardín.
                                 No recordaba bien quién era.
                                 Sir Kyle tan sólo recordaba haber avanzado hacia Katherine lleno de rabia. Y que el joven que estaba con ella la defendió emprendiéndola a puñetazos con él.
                                 En su opinión, la honra de Katherine se había echado a perder. Había arruinado su reputación. Katherine se abstuvo de preguntarle a su hermano qué ocurría con la reputación suya. Y con la reputación de las amantes que había tenido. En su opinión, Kyle no era quién para criticarla por lo que hacía o dejaba de hacer.
                                Aceptó de buena el castigo. Por suerte, Kyle no había reconocido a Charles. De haberlo hecho, el escándalo habría sido mayúsculo. Lady Saint Leger no paraba de llorar.
-¿Cómo has podido hacerlo, hija?-le preguntaba una y otra vez a una tranquila Katherine.
-No he hecho nada malo, madre-respondía la joven con serenidad.
-Tu hermano piensa que eres una ramera.
-Kyle es la ramera. En Londres, se comenta que se acuesta por dinero con mujeres. No es quién para decirme nada.
                          Katherine sabía que Charles pensaba visitar a Holly y a Malcom en Sonning Eye en breve.
                         Se limitaría a esperarle tranquilamente allí. A pesar de que estarían con el hermano de ella y con la hermana de él, podrían disfrutar de muchos momentos juntos. Solos o acompañados...Eso no le importaba mucho a Katherine.
                          Dejó a su hermano Kyle gritando que se había convertido en una cualquiera. En opinión de Katherine, Kyle era la cualquiera.
                          Malcolm no tenía ni idea de lo ocurrido. A petición de lady Saint Leger, Kyle omitió el incidente en la carta que le escribió. Le dijo tan sólo que había decidido enviar a Katherine a pasar una temporada con Holly y con él. Ni siquiera esperó a recibir la respuesta de Malcolm.

 

                         Katherine partió al cabo de unos días. Se marchó al amanecer. Su doncella la acompañó. Le esperaba un viaje muy largo.
-¿Cómo ha podido, señorita, echar a perder su reputación?-sollozó la doncella en cuanto el carruaje empezó a rodar.
                        Katherine puso los ojos en blanco. Parecía que había asesinado a alguien.
-Kyle se ha acostado con todo Londres y nadie dice nada-replicó indignada.
-¡Pero su hermano es un hombre!-le recordó la doncella.
-Y yo soy una mujer. Y tengo derecho a hacer con mi vida lo que quiera.
                        La doncella de Katherine empezó a sollozar de forma muy ruidosa.
-Será mejor que dejes de llorar-le ordenó la joven-Nos espera un viaje muy largo hasta llegar a Sonning Eye. Me enerva que Kyle pueda hacer lo que quiera. Y no le pasa nada. Yo intento ser feliz. ¡Y parece que he cometido un crimen!
-Es distinto, milady. No es lo mismo.

domingo, 8 de febrero de 2015

REFLEXIONANDO UN POCO

Hola a todos.
La entrada que hoy hago en este blog no tiene nada que ver con un fragmento de cualquiera de las novelas cuyos fragmentos aparecen aquí.
En realidad, tiene que ver con las conclusiones que he ido sacando sobre ellas.
He intentado ceñirme cada vez que escribo a la realidad de la época sobre la que transcurre cualquiera de mis relatos. Siempre he dicho que el siglo XIX es una época preciosa para soñar. Pero sería una época muy difícil para vivir en ella. Sobre todo, si eres mujer. No eres dueña de tu persona. Ni siquiera eres dueña de tu mente. De tu corazón...O de tu cuerpo...
Tener un hijo es algo muy importante. No porque tú quieras ser madre. Es para que marido pueda perpetuar su apellido en la mayoría de los casos. Podías tener un hijos.
Pero también podías arriesgar la vida durante el embarazo. Los embarazos podían no llegar a término y a ti te podía pasar de todo. O morir tu hijo y tú a la hora de dar a luz. A ello hay que añadir el hecho de que podías no estar enamorada de tu marido.
Podías estar casada con él porque es el hombre que tus padres han elegido para ti. Nadie ha consultado contigo. Te has visto obligada a casarte con él. Lo peor de todo era si no eras virgen. Daba igual si habías sido violada. La única culpable de lo ocurrido eras tú. Aunque tú seas la víctima inocente.
Y si no podías tener hijos era una pesadilla. Pensaban que algo raro te pasaba. Si eras estéril, era como una condena a muerte.
No es una época agradable para vivir si eres mujer. Quiero pensar que las cosas, aunque sólo sea un poco, han cambiado para mejor.
Dedicado a todas las mujeres que han vivido y sufrido en siglos pasados y viven y sufren en la actualidad por el simple hecho de ser mujer.

martes, 27 de enero de 2015

EL CAZADOR CAZADO

Hola a todos.
Mi intención inicial con el personaje de sir Kyle Saint Leger era darle un final bastante sangriento. Era un libertino que había pasado por demasiadas camas. Un hombre que había llegado hasta aquel pueblo de la República de Texas (cuando Texas se independizó de México y no había pasado a formar parte de Estados Unidos) huyendo de un hermano que le odiaba y arrastrando tras de sí numerosos escándalos. La cosa no mejoró porque los escándalos le persiguieron, jugaba demasiado, bebía demasiado y le gustaban demasiado las mujeres. Y la única mujer de la que se había enamorado, Olivia, era la única que le rechazaba. Un amor puro y sincero que le llevó a intentar cambiar. A ser mejor persona. ¿Podía conseguirlo? ¿Podía tener un final feliz?
Quizás, porque me imagino a sir Kyle con el rostro de Robert Downey Jr., un actor que, al igual que él, ha descendido a los Infiernos para resurgir cuál Ave Fénix, quizás porque siento también cierta debilidad por este actor, me he animado a que aparezca alguien en la vida de sir Kyle.
No sé porqué nos gustan tantos los libertinos. Mi lado cínico me dice que nunca cambian. Mi lado más tierno me dice que todo el mundo merece una segunda oportunidad.
Os presento a las primas Abigail y Joanne Smith.
Abigail tiene veintiocho años. Es una mujer que se ha quedado soltera debido a un escándalo ocurrido en su juventud. Siente un infinito desprecio hacia los hombres y habla mal de ellos. Vive con sus tíos, los padres de Joanne, desde hace años.
Joanne es la prima de Abigail. Se trata de una joven de veinte años que adora a su prima. En un primer momento, piensa lo mismo que ella acerca de los hombres. Es una joven que está algo mimada por sus padres, pero tiene un carácter dulce.
En un primer momento, Joanne piensa que sir Kyle va tras su prima. Dada la malísima reputación que tiene, Joanne quiere defender a Abigail a toda costa. Pero las cosas no son lo que parecen. Y sir Kyle acaba enamorado. Pero enamorado de la adorable Joanne...¿Qué dirá la familia de ésta cuando se entere?
¿Acabará Joanne en brazos de sir Kyle?

 He imaginado a Abigail con el rostro de Kelly Reilly.

 He imaginado a Joanne con el rostro de Rachel MacAdams. Hay que imaginarla como rubia porque Joanne es rubia, pero Rachel, en su encarnación de Irene Adler, posee toda la frescura y la inteligencia que posee también Joanne.

¿Vosotros qué pensáis?



viernes, 23 de enero de 2015

FRAGMENTO DE "MÍA STELLA"

Hola a todos.
Aquí os traigo un pequeño fragmento de mi novela Mía Stella. 
¡Vamos a ver lo que pasa!

                                  Mi hermana se ha enamorado.
                                  A pesar de las circunstancias en las que Erin y Elliot se conocieron, el amor ha brotado entre ellos. Elliot corteja oficialmente a Erin. Viene con mucha frecuencia a visitarla. Todos los días, llega a casa un ramo de flores dirigido a Erin. Es Elliot quién le envía las flores.
                                 Mi hermana está flotando en una nube. Y yo soy testigo de su alegría. Erin comparte su entusiasmo con Lydia. Sin embargo, hay algo que las aflige.
                                Los padres de Lydia están pensando en regresar a Inglaterra. Lydia no tiene ganas de volver allí. No recuerda gran cosa de Londres.
                               Siento que, de no ser por Olivia, me voy a quedar sola.
                              Pero no se trata sólo de Olivia, quien me hace compañía. Está también su hermano.
                              Freddie...La persona más callada que jamás he conocido. Freddie, que es un misterio en sí mismo.
                               Ya pienso en él con ese nombre.
                               El amor ha hecho que Erin florezca del todo. Su cabello de color castaño parece brillar a la luz del Sol. El color rosa nunca abandona sus mejillas. Sus ojos azules medianoche tienen un brillo especial. Elliot le comenta que lo que más le gusta es su nariz. Una nariz que es, en su opinión, perfecta.
                           Cuando estoy con ellos, me percato de que la mirada de Elliot se dirige en ocasiones de Erin a mí. Pienso que nos está comparando a las dos. Es algo normal, puesto que, en cuanto se haga oficial su compromiso con ella, no tardarán mucho tiempo en casarse.
                           De modo que seremos familia. Con el paso del tiempo, tendrán hijos. Víctor nadie sabe cuándo se casará.
                           Me he percatado de que mira mucho a Olivia. ¿Acaso se ha enamorado de ella?
                           Lo único que sé es que Freddie se marchará. Olivia ya está recuperada. Freddie ha hablado en varias ocasiones de regresar a la misión de Delhi donde vive.
                            La idea de que pueda irse me asusta. Pienso que no volveré a verle.
                            Freddie dice que va a echar de menos escucharme tocar el piano. Cuando interpreto una pieza al piano, pienso que estamos solos él y yo.
                           Al acabar, me besa las manos.
                           Freddie llora. Llora en silencio el recuerdo de su esposa muerta.
                          Yo no puedo luchar contra un fantasma.

sábado, 10 de enero de 2015

ESCENA DE "HISTORIA DE DOS HERMANAS"

Hola a todos.
Me gustaría compartir con vosotros esta escena de mi novela Historia de dos hermanas. 
En esta escena aparece lady Stella Dashwood, la madre de Joseph.
Conoceremos un poco su vida conyugal.

                                     Siendo honestos, hay que decir que lady Stella llegó a amar a su marido, a sir Gabriel Dashwood.
                                     Después de todo, habían estado casados durante mucho tiempo. Gabriel era el padre de sus tres hijos.
                                     Le había dado muchas cosas a Stella. Había sido un marido fiel y leal. Y había llegado a quererla con el paso de los años.
                                     La doncella soltó el cabello que lady Stella llevaba recogido en un moño muy apretado. Había recibido una carta de su nuera Serena, la esposa de su primogénito Colm. Serena se quejaba de su matrimonio con Colm. Casi culpaba a lady Stella por la esterilidad de su hijo.
-Esa mujer es una trepadora-opinó la doncella, refiriéndose a Serena-No quiere de verdad a su hijo, lady Stella.
                                 La mujer se inclinó a darle la razón. La doncella procedió a cepillar el cabello de lady Stella. Poco a poco, se estaba llenando de hebras de color gris. El tiempo pasaba también por ella.
                               Se estaba haciendo vieja.
-¿Se sabe algo de sir Niall?-le preguntó la doncella.
-He recibido también carta de él-respondió lady Stella-Está de viaje por Roma. No tiene ganas de regresar a casa.
-Es todavía joven para sentar cabeza.
                           Pero Joseph ha sentado la cabeza, pensó lady Stella. Se ha casado con Selene. Y yo no he podido estar presente en su boda.
                           La mente de la dama voló hacia atrás en el tiempo.
                           Gabriel llevaba muerto seis años. Pero, incluso cuando sus hijos eran adolescentes, él seguía yendo a su habitación varias noches a la semana. Ella lo encontraba ridículo, pues le vino la menopausia no hacía mucho. Ya no podría tener más hijos. Gabriel no pensó lo mismo.
-Sólo quiero estar contigo, Stella-le decía.
                           Se metía en la cama con ella y la besaba con tanta pasión que lady Stella pensaba que se iba a derretir. Y no era mentira.
                          Todavía la seguía besando cuando salía de su despacho tras haber estado durante horas encerrado allí. Y Stella se sorprendía así misma correspondiendo a los besos que su marido le daba.
                         Gabriel la buscaba porque todavía la deseaba.
                         Los besos que le daba así se lo decía cuando se metía con ella en la cama. Era algo que Stella no entendía. Que no se atrevía a compartir con nadie. Porque era algo que sólo le pertenecía a ella. Sus susurros...Lo que se decían. El calor que despedía el cuerpo de Gabriel.
                        La forma que tenía su marido de besarla en el cuello. La forma en que lo hacía.
                        O cómo le brindaba con sus manos y con sus labios las caricias más exquisitas que jamás había conocido.
                        Los abrazos que le brindaba cuando la hacía suya.
                         Pensó en su hijo Colm. Gabriel estaría preocupado por él de estar vivo. Siempre había sido su ojito derecho.
                         Colm debía de conformarse con tener una esposa que se dejaba besar por él.
                         Serena añoraba los besos que su segundo marido le había dado.
                         Pero aquel hombre le brindaba sus besos a otra mujer. Le brindaba sus caricias a otra mujer. Era a otra mujer a quien abrazaba para hacerla suya.
                         Serena no terminaba de asumirlo, a pesar del escándalo que su segundo esposo había protagonizado al pedirle el divorcio. Pensaba que era su castigo. Ella había dado a luz a un niño que, por desgracia, había nacido muerto. Sospechaba que, a pesar de que estaba convencida de que Colm era estéril, también ella debía de ser estéril. No sabía qué más podía pensar. Serena estaba harta.
                       Lady Stella también estaba harta. De estar allí Gabriel, todo sería distinto.


                   

lunes, 29 de diciembre de 2014

GILLIAN

Hola a todos.
Hoy, después de estar mucho tiempo sin dar señales de vida en este blog, reaparezco para presentaros a un personaje de mi novela Me olvidé de olvidarte. 
Se trata de Gillian, posiblemente, la mujer que Jane (esposa de Tyler O' Hara), más odia en el mundo.
Gillian es una mujer que trabaja como costurera para una conocida modista londinense. En ese aspecto, tiene suerte. Sus compañeras son buenas amigas y su dueña es comprensiva. Sin embargo, la vida de Gillian no ha sido nada fácil. Su madre era una antigua prostituta que luchó con ahínco para impedir que Gillian acabara como ella y lo consiguió. Con más de treinta años, Gillian todavía vive con ella. Su amante Joshua falleció en la cárcel tiempo atrás y su marido Benjamin también ha muerto. No tiene hijos y su madre desea que vuelva a casarse y que la haga abuela.
Gillian es una mujer de carácter tranquilo y sereno. Se podría decir que se ha resignado a la vida que lleva. No quiere más complicaciones de las que ya tuvo durante su romance con Joshua y su matrimonio con Benjamin, ambos muy amigos de las actividades delictivas. Lo único que quiere Gillian es vivir en paz, trabajar de manera honrada y evitar los líos Es una mujer honrada y trabajadora de carácter amable, aunque serio.
Si Gillian se gana el odio de Jane es porque el hombre con el que la madre de Gillian desea verla casada es con Robert, que es el hombre del que Jane está realmente enamorada.
He imaginado a Gillian con el rostro de Jodie Foster en su interpretación de Anna Leonowens en Anna y el Rey. 
Hay una expresión serena en el rostro de este personajes, pero también veo determinación, como en el personaje de Gillian.
¿Qué os parece?

 

domingo, 7 de diciembre de 2014

UNA MUJER RECUERDA

Hola a todos.
Después de algún tiempo sin dar señales de vida en este blog, se me ha ocurrido colgar aquí colgar un cuento que escribí hace algún tiempo.
Este cuento expone uno de los finales que quería poner a esta saga, a pesar de que la estaba escribiendo. Sin embargo, decidí prescindir de este final porque no me pareció del todo creíble (aunque, luego, podría retomarlo, ¡quién sabe!).
No obstante, lo he convertido en un relato corto que me gustaría compartir con vosotros.
Se titula Una mujer recuerda. 
Deseo de corazón que os guste.

UNA MUJER RECUERDA

  
          
                   Está acabando un siglo. El siglo XIX...
                   Es ya un poco tarde. Debería de estar cenando en el refectorio. Pero no tengo hambre. Prefiero quedarme aquí. Y reflexionar un poco sobre ciertas cosas.
            Miro con algo de desconfianza mi pluma estilográfica. Es un regalo de mi sobrino. Me la envió desde mi pueblo natal, Streetman. En el Estado de Texas…No me acostumbro a usarla.
            Mi sobrino no para de hablarme en sus cartas de los nuevos inventos.
            ¡Incluso habla de una máquina de escribir!
            Soy muy vieja. No podría ver esas cosas que se llaman teclados.
            Agito la pluma. Parece un termómetro. A veces, me cuesta trabajo manejarla. No escribe. Y mi mano tiembla con tanta violencia que podría acabar manchada de tinta. Empiezo a escribir. ¿Sobre qué escribo? ¿Por qué quiero escribir? Sólo sé que no quiero que nada se me borre de la mente. Ni quiero que me borren de la faz de La Tierra. Nunca he hecho algo por lo que se me recuerde. Sólo soy una persona anónima.
            No debería de buscar la aprobación de los demás. El capellán del convento dice que eso es pecado. No debo de ser vanidosa. Pero el demonio me tienta de nuevo. Y me dejo llevar.
            Me he pasado la vida dejándome llevar por todos.
            Tengo un papel delante de mí. Ya puedo plasmar lo que quiera en él. ¿Y qué es lo que quiero contar?
            No me atrevo a contarlo todo. Empezaré poco a poco. Así, es más fácil llegar hasta el final. Aunque se tarde mucho. No importa. Quiero pensar que aún me quedan unos años más de vida.
            No puedo pedirle a Dios más de lo que Él me ha dado. Y me ha dado muchas cosas buenas dentro de todas las desgracias que se han cebado sobre mí.
            Soy una mujer vieja. Hace muchos años que llegué a este convento. Repaso las cartas que he recibido. Me doy cuenta de que no queda nada de la joven que llegó aquí con el corazón destrozado. Fuera, la ciudad rezuma vida. Dentro, no siento ya ganas de morirme. Hace mucho que morí. Llegué al convento con el corazón roto. Y con el cuerpo enfermo. Y destrozado.
            Aún estoy enamorada de Jack. Pero…Él ya no está. Se fue. Está muerto.
            Muerto…
            Igual que mis sueños de adolescente. Igual que yo. Pero aquí estoy. Sigo viva.
            Quiero pensar que algún día volveré a verle. Estaremos de nuevo juntos. Le besaré de nuevo. Y él me besará.
            ¿Cuántos años han pasado desde mi llegada al convento?
            Casi no me acuerdo. Creo que han pasado unos cuarenta años. Cuarenta años en los que he envejecido. Pero pienso que ya llegué vieja aquí. Cuarenta años…
            Cuarenta años sin abrazar a Jack.
            Cometí un terrible pecado. Y mi pecado fue enamorarme de un hombre que ya tenía dueña. Porque Jack estaba casado.
            Leo las cartas que recibo. Se me cansa la vista.
            He de usar gafas para leer. Las monjas más jóvenes hablan del nuevo siglo que está a punto de empezar. El siglo XX…Todas desean que sea mucho mejor que el siglo que está llegando a su fin. Me encierro en mi celda. No sé porqué hoy me ha dado ganas de escribir. ¿Sobre qué quiero escribir? Quiero escribir sobre mi vida. Pero también quiero escribir sobre la vida de mi familia. Sobre todo lo que nos ha pasado.
            Recibo de manera periódica cartas de mis hermanos. Son felices. Quiero pensar que son felices. Me alegro por ellos. Sé que uno de ellos, al menos, está al lado de la mujer que ama. De ella…No olvido la relación que me une tanto a Freddie como a Estelle. Están juntos. Tienen hijos. Y también tienen nietos.
            Yo no tengo ninguna de esas cosas. Ni nietos. Ni hijos.
            Pero he estado casada, aunque no sé dónde estará mi marido.
            No me importa haberle perdido la pista. No voy a negar que echo de menos a Jack, porque él fue mi primer y único amor. Pero…Sé cuál es mi deber como mujer. Y sé que jamás habría podido ser una buena esposa para Greg. Nuestro matrimonio fue deteriorándose con el paso de los años. ¿Años? Fue menos. Pero se me hicieron eternos. Insultos…Golpes…Infidelidades…Y no tendría que quejarme. Estelle es afortunada. Freddie la adora. Y, además, no viven en Dublín. Viven lejos. Cuando Freddie se marchó, se llevó consigo a su mujer.
            Están en casa.
            Repaso lo que acabo de escribir. Mi verdadero nombre es Dulce Olivia Sybil O’ Hara. Me cambié de nombre hace muchos años. Hace cuarenta y cinco años. Me siento vieja. Y también me siento cansada. Soy una mujer vieja. No puedo mirarme en un espejo.
            De hacerlo, vería muchas cosas.
            Las arrugas surcan mi rostro. Mi pelo se ha teñido de canas.
            Mis pasos son ágiles. O intentan ser ágiles. Pero me duele mucho la espalda. Y me canso cuando voy caminando por los corredores. Me duele, incluso, la mano cuando escribo. No le haré caso a los dolores. Voy a escribir.
            Pero Olivia no está muerta, deseo pensar. Una parte de ella todavía vive. Leo lo que he escrito. Antes, llevaba un diario. Todos llevaban un diario. Creo que toda la gente que conozco escribe un diario. Estelle…Freddie…Mi tía…Mi madre… Mi abuela…Alguna amiga…Alguna vecina…No conocí a mi abuela. Pero me han hablado de ella. De mi abuela…De mi bisabuela…De mi tatarabuela…
            En mi diario aparezco tal y como soy. Como siempre he sido. Nunca he querido cambiar. Ni puedo cambiar. O cómo era. Olivia vive. Soy consciente de ello. Olivia vive. Está viva. Viva…En esta celda…
            ¿Por dónde puedo empezar?
            Debo de empezar por el principio. ¿Y cuál es el principio? No tengo ni idea. Las historias de nuestros antepasados forman parte de nosotros.
            Una decisión simple puede cambiar tu vida. Y la vida de tus descendientes. ¿Cuándo empezó a moldearse mi vida? ¿Cuándo surgió la verdadera personalidad de Olivia O’ Hara? ¿Fue cuando murió mi madre? ¿O fue mucho antes? Antes, incluso, de nacer. Incluso…Antes de nacer mi madre.
            Ahora, no está la hermana Dulce Nombre de María. Ése es mi nombre en el convento. Ahora, Olivia está aquí. Se dedica a escribir lo que le pasa. Lo que piensa. Lo que siente. Me arranco el corazón y lo pongo encima del escritorio. Tengo que ser sincera conmigo misma. Con todos…
            Se me nublan los ojos. No es por las cataratas, como dice el médico.
            Es por las lágrimas. Olivia ha sufrido mucho. Ha llorado mucho. Un día, se le secaron las lágrimas. Dejó de llorar. No…Dejé de llorar. No podía llorar.
            Trago saliva. Suspiro. No vale la pena, me digo. No llores. Porque llorar es de débiles. Y tú siempre has sido fuerte. No llores, Olivia.
            Hace años que no lloro. No puedo. No puedo llorar.
            Ni quiero llorar. No quiero que nadie piense lo que no soy. Lloré todas las veces que Jack me besó. Pero lo hice por miedo. Por miedo a pecar. Porque me había enamorado de un hombre casado. Y, que Dios me perdone, aún lo amo. No he vuelto a ver a Jack desde que me marché. Pero él ha seguido pensando en mí. En todos los besos que compartimos. En todo el amor que nos tuvimos. Me odio a mí misma. Pequé con Jack. Y sé que volvería a hacerlo de tener ocasión.
            ¿Por qué no dejo el convento?
            Aún estoy a tiempo.
            Está claro que no tengo vocación. Nunca la he tenido. Ingresé en la orden por desesperación. Me quería morir. Había intentado quitarme la vida. No lo había conseguido. Tenía miedo de mí misma. De lo que podía hacerme a mí misma.
            Por eso mismo, fui al convento. Estaba desesperada. Necesitaba ayuda.
            Y la encontré. La Madre Superiora siempre ha sido muy buena conmigo. Ha sido como una madre para mí. Me ha cuidado. Me ha aconsejado. Me ha orientado. Yo tenía catorce años cuando murió mi madre. Y estuve demasiado apegada a mi padre. Pese a que éste no paraba de decepcionarme. Como decepcionó a mi madre.
            Porque necesitaba protegerme de mí misma. Porque estaba asustada. Porque… Deseaba morirme. Ahora, me siento segura.
            Por mi cabeza pasan imágenes. Son imágenes de mi pasado. De todo lo que he visto. Imágenes de la gente que quiero. Que ahora son felices.
            Es el pasado. Aparece ante mí. Intento evitar esas imágenes. Pero no lo consigo. Veo a Estelle y a Freddie. Les veo paseando por el jardín del convento. Les oigo hablar. Van cogidos de la mano. Vuelven a ser jóvenes. Y los recuerdo así. Jóvenes…
            Te amo. Te necesito. Te deseo. Te anhelo. Quédate conmigo. Quédate siempre conmigo.
            Están desnudos. Veo a Freddie con la cabeza apoyada en los pechos de Estelle. Ella le habla. Le acuna. Le besa. Llena de besos el rostro de Freddie. Le acaricia el pelo. Freddie le chupa los pechos.
            El mundo que conozco ha cambiado. No puedo verlo. Pero me han hablado de cosas que me asustan.
            Por ejemplo, existen unos aparatos que permiten hablar con una persona en la distancia aunque tú no la veas. Y hay unos chismes con motor que funcionan y que hacen las veces de carruaje. ¡Eso es ridículo!, pienso. Las novicias dicen que es verdad. Nunca lo he visto.
            Nadie viene a verme. Pero sí vienen de visita los familiares de otras monjas. Sé más o menos cómo funciona el mundo. He hablado con ellos. Les hago preguntas.
            Y ellos me hablan. Me cuentan cosas en los locutorios.
            Sé lo que soy para ellos. Una vieja chocha…Pero hubo un tiempo en el que fui joven. Y estaba llena de vida. Hubo un tiempo en el que amé y fui amada.
            Pero cometí muchos errores. Tuve miedo.
            Y dejé escapar el amor. No puedo viajar atrás en el tiempo. No puedo cambiar mi pasado. Pero sí puedo recordarlo. Me quedan los recuerdos. Y es en ellos en los que busco refugio. Consuelo…
            Y quiero plasmar mis recuerdos en un papel. Por lo menos, quiero dejar constancia de mi paso por este mundo. No quedará nadie para que me recuerde.
            Pero alguien leerá estas líneas. Y dirá que, al menos, Dulce Olivia Sybil O’ Hara vivió como pudo su vida.

FIN