Hola a todos.
Ya sé que no es domingo. Pero he decidido subir este fragmento de mi relato La estrella.
Este fragmento está más centrado en el personaje de Olivia, la prima de nuestra protagonista.
¡Vamos a conocerla un poco mejor!
Cuando
murió su madre, Olivia tenía doce años; su padre estaba arruinado
ya que un incendio fortuito quemó la granja en la que vivían en las afueras de Bisbee y mató a todos los
animales. El hombre no sabía hacer nada. Su vida se había limitado a cavar
agujeros para encontrar oro. Su esposa era la que traía el sustento a casa. El
hombre vivió a costa de su mujer hasta la muerte de ésta, pero, en cambio, el
padre de Olivia tenía buena mano a la hora de jugar a las cartas, por lo que
se convirtió en un experto tahúr cuando se vio en la miseria. Durante los siete
años siguientes, Olivia acompañó a su padre de taberna en taberna y aprendió
distintos trucos a la hora de hacer trampas en las cartas y a salir huyendo
cuando eran sorprendidos.
Olivia viajaba de un lado para otro en compañía de su padre. Éste no sólo se dedicaba a las cartas. También se dedicaba a seducir mujeres.
Su esposa había muerto a consecuencia de un aborto. Pero había quién decía que la pena la había matado. Había querido mucho a su marido. Y le dolía saber que él la engañaba con otras mujeres. Habría querido ser fuerte para poder abandonarle. Pero no podía.
Olivia sabía que tenía un hermano menor, Frederick. Era fruto de uno de los romances extraconyugales que había tenido su padre.
Éste no había querido reconocerlo. Pero Frederick se parecía mucho a él. Al llegar a la adolescencia, Olivia estaba desencantada con su padre.
Lo había admirado mucho en la niñez. Pero se daba cuenta de que no era nada fiable.
Su esposa había muerto a consecuencia de un aborto. Pero había quién decía que la pena la había matado. Había querido mucho a su marido. Y le dolía saber que él la engañaba con otras mujeres. Habría querido ser fuerte para poder abandonarle. Pero no podía.
Olivia sabía que tenía un hermano menor, Frederick. Era fruto de uno de los romances extraconyugales que había tenido su padre.
Éste no había querido reconocerlo. Pero Frederick se parecía mucho a él. Al llegar a la adolescencia, Olivia estaba desencantada con su padre.
Lo había admirado mucho en la niñez. Pero se daba cuenta de que no era nada fiable.
Olivia sabía que su madre procedía
de una familia rica de la isla de Neebish y que se había escapado con su padre, que
trabajaba como criado en la mansión familiar, porque los dos estaban muy
enamorados. No obstante, Olivia conocía a la familia de su madre. Sin
embargo, el mismo día en que fue ejecutado su padre tras ser sorprendido robando en la casa del sheriff, una tía suya por parte de
madre vino a buscarla al pueblo de mala muerte donde tuvo lugar la
ejecución y se la llevó consigo a
la isla de Neebish para educarla y convertirla en una señorita. Por aquel entonces,
Olivia se había criado como una salvaje y se comportaba como tal. Vestía
pantalones como si fuera un chico y su pelo rojo estaba siempre sucio
y revuelto. Hablaba bastante mal, comiéndose algunas palabras, decía muchos
tacos, daba zancadas al andar y se mostraba grosera y maleducada con la gente.
Durante años, la única cama que había tenido Olivia era el suelo de un
establo o del camino y el techo que la cobijaba era el cielo.
Le gustaba andar descalza para disgusto de su tía. Comía con las manos y se limpiaba la boca con el mantel. Se subía a los árboles, desafiaba a los hijos de los criados a hacer carreras y a trepar a los árboles y se peleaba a puñetazos con ellos.
Lo que más escandalizaba a la tía de Olivia, recordó ésta, era su afición a escupir en el suelo y a eructar después de comer o mientras hablaba con alguien; su sobrina era capaz de hacer piruetas montada a caballo y de cabalgar a horcajadas sobre él, de hablar y jugar con los perros y de tratar de domesticar a un ratón o a una rata; la dejó hacer porque aún era una niña, pero las cosas empezaron a cambiar cuando Olivia sintió un fuerte dolor de vientre mientras estaba subida a un manzano del jardín y mordisqueaba sus hojas. Empezó a dar gritos de dolor y de terror cuando se fijó en que sus pantalones vaqueros estaban llenos de sangre; la falta de información sobre lo que le había pasado porque su padre no sabía nada de ese tema y su madre murió antes de poder explicárselo y el miedo que pasó porque creyó que se estaba muriendo supusieron un fuerte shock para Olivia. Uno de los criados, procurando no mirar la entrepierna del pantalón manchado de sangre de la chica, tuvo que ayudarla a bajar del manzano porque ella estaba tan aterrada que no podía moverse; sólo gritar.
En aquel momento, salió su tía Bridget del interior de la casa. No venía sola. La acompañaba su hija Hester, cinco años menor que Olivia.
-Estás sangrando-observó Hester.
-¿Se puede saber por qué estás gritando?-interrogó Bridget a su sobrina.
-¡Me muero, tía!-sollozó Olivia-Estoy sangrando. ¡Me voy a morir!
-¿Se va a morir Olivia, mamá?-quiso saber Hester.
Su madre la ignoró. Se centró en la aterrorizada Olivia. No entendía nada de lo que le estaba pasando.
Pero estalló la guerra. Olivia tenía veintitrés años.
Tenía la sensación de que había desperdiciado su vida por culpa de la maldita guerra. Lo peor de todo era que Frederick y Jack se habían ido al frente.
A los quince años, Olivia se enamoró de un joven, Jack Mackenzie, al que le gustaba mucho jugar a las cartas y beber hasta perder el sentido, como le ocurría a su padre, y pensó que había algo más entre ellos cuando le dio su primer beso; él tenía diez años más que ella, pero a Sheridan no le importó porque era apuesto y simpático. Nunca pasaron de los besos porque Jack la respetaba demasiado y, a decir verdad, Olivia tampoco quiso ir más allá. Aún soñaba con el beso en la frente que él le daba todas las noches antes de irse a dormir. Cuando iba a visitar a sus tíos. De no haber estallado la guerra, Olivia se habría acostado con Jack. Le gustaba andar descalza para disgusto de su tía. Comía con las manos y se limpiaba la boca con el mantel. Se subía a los árboles, desafiaba a los hijos de los criados a hacer carreras y a trepar a los árboles y se peleaba a puñetazos con ellos.
Lo que más escandalizaba a la tía de Olivia, recordó ésta, era su afición a escupir en el suelo y a eructar después de comer o mientras hablaba con alguien; su sobrina era capaz de hacer piruetas montada a caballo y de cabalgar a horcajadas sobre él, de hablar y jugar con los perros y de tratar de domesticar a un ratón o a una rata; la dejó hacer porque aún era una niña, pero las cosas empezaron a cambiar cuando Olivia sintió un fuerte dolor de vientre mientras estaba subida a un manzano del jardín y mordisqueaba sus hojas. Empezó a dar gritos de dolor y de terror cuando se fijó en que sus pantalones vaqueros estaban llenos de sangre; la falta de información sobre lo que le había pasado porque su padre no sabía nada de ese tema y su madre murió antes de poder explicárselo y el miedo que pasó porque creyó que se estaba muriendo supusieron un fuerte shock para Olivia. Uno de los criados, procurando no mirar la entrepierna del pantalón manchado de sangre de la chica, tuvo que ayudarla a bajar del manzano porque ella estaba tan aterrada que no podía moverse; sólo gritar.
En aquel momento, salió su tía Bridget del interior de la casa. No venía sola. La acompañaba su hija Hester, cinco años menor que Olivia.
-Estás sangrando-observó Hester.
-¿Se puede saber por qué estás gritando?-interrogó Bridget a su sobrina.
-¡Me muero, tía!-sollozó Olivia-Estoy sangrando. ¡Me voy a morir!
-¿Se va a morir Olivia, mamá?-quiso saber Hester.
Su madre la ignoró. Se centró en la aterrorizada Olivia. No entendía nada de lo que le estaba pasando.
Su tía aprovechó el momento para decirle a la asustada adolescente que había llegado el momento de dejar atrás su comportamiento salvaje. Como la chica estaba tan aterrorizada por lo que había ocurrido en el manzano, obedeció dócilmente a su tía y no volvió a mostrar síntoma alguno de rebeldía ni de salvajismo.
A partir de ese momento, comenzó la transformación de Olivia; al ser ya mujer, tenía que llevar el pelo recogido en un moño, lavado y peinado, tuvo que renunciar a los juegos que más le gustaban, pues era una señorita y las señoritas tenían que andar correctamente y relacionarse con señoritas de su edad.
Olivia recordó las horas que pasó con la institutriz que su tío Josiah contrató enseñándole a andar derecha, a comer con cubiertos, a usar el cubierto correcto para cada cosa…La enseñó a hablar sin comerse las palabras y a no decir palabrotas, a servir el té, a servir los aperitivos, a dirigirse con educación a la gente…Su tío Josiah, marido de Bridget y padre de Hester, buscó un profesor que la enseñó a leer y a escribir en un tiempo récord porque no sabía ninguna de las cosas. Además, tenía otros profesores que le enseñaron idiomas, Música, Filosofía, Historia, latín, Astronomía y otras asignaturas más, así como aprendió a bordar delicados manteles. A los dieciocho años, Olivia estaba despojada completamente de cualquier resto de su anterior salvajismo. Esperaba que su tía la presentara en sociedad y poder conocer a otras jóvenes millonarias de su edad. Pero estalló la guerra. Olivia tenía veintitrés años.
Tenía la sensación de que había desperdiciado su vida por culpa de la maldita guerra. Lo peor de todo era que Frederick y Jack se habían ido al frente.
-¿Cuándo va a volver Freddie?-inquirió Hester-Dicen que todavía siguen los combates. No lo entiendo. La guerra ha terminado.
-Te interesa saber dónde está mi hermano-observó Olivia-¿Por qué quieres saberlo?
-Lo conozco desde siempre. Y hace mucho que no le veo.
-Freddie volverá antes de que nos demos cuenta.
Las dos primas estaban dando cuenta cada una de una taza de chocolate caliente.
-Ahora, mi hermano tiene que rehacer su vida-suspiró Olivia.
Hester se preguntó si Frederick habría superado la muerte de Lorraine.
-A lo mejor, no vuelve a enamorarse-susurró la muchacha-Amaba mucho a Lorraine.
Olivia oyó hablar a Hester y supo a qué se estaba refiriendo.
-Me acuerdo de ella-dijo-Me caía bien.
El saber que Olivia sentía simpatía hacia su cuñada no le agradó a Hester. Lorraine había muerto dando a luz al que iba a ser el primer hijo que ella y Frederick tendrían. Lo que habría sido un día de alegría se había tornado en un día de dolor.
Hester no quería recordar los días que siguieron a la muerte de Lorraine y de su bebé. Frederick estuvo a punto de volverse loco por el dolor. Hester había deseado consolarle. Pero Frederick, entonces, decidió alistarse en el Ejército. Lo único que quería era alejarse del lugar donde tan feliz había sido con la mujer a la que tanto amaba. Durante aquellos cuatro años, Hester había luchado por olvidar a Frederick. Después de todo, tenía diecisiete años. Los amores de la infancia acababan olvidándose. Sin embargo, Hester sospechaba que no sería su caso.
-Vamos a cambiar de tema-le propuso a Olivia.
Hola EldanY.
ResponderEliminar¡Muchísimas gracias por el regalo! Ya está expuesto en mi blog "Un blog de época" y quiero también exponerlo en este blog.
Un fuerte abrazo, amigo.