Hola a todos.
Ésta es la primera entrada programada que hago. ¡Sólo Dios sabe cómo saldrá!
Me voy a pasar el día al campo, pero, antes, quería compartir con vosotros este fragmento de mi novela Un amor prohibido.
Esta escena está protagonizada por Kimberly, la hermana de Jack, y por Daphne. Kimberly es la maestra del pueblo. Daphne es una de sus alumnas, una adolescente. Daphne mantiene un romance con Tyler, uno de los hermanos de Olivia. Una relación que el padre de Daphne no ve con buenos ojos.
En esta escena, Daphne va a ver a Kimberly, que es, además, su profesora, para pedirle ayuda.
Vamos a ver qué pasa.
Kimberly solía llevar el largo cabello de color rubio dorado
recogido en un holgado moño. Tenía el pelo muy rebelde y era normal ver cómo,
con gesto decidido, se soltaba el moño y se lo dejaba suelto.
Aquella
tarde, intentaba acomodar su moño. Se le venían mechones de pelo a la cara y le
impedían corregir los exámenes que habían hecho sus alumnos. Llevaba puesto un
sencillo vestido de color gris. En aquel momento, alguien golpeó a la puerta
cerrada del aula.
-¡Adelante!-invitó Kimberly.
Sólo había
una escuela en el pueblo. Y se trataba de una escuela mixta. Los chicos y las
chicas tanto estadounidenses como mexicanos se mezclaban allí. La directora había
intentado traer niños comanches a la escuela. Pero no lo había conseguido. Si
se hubieran llevado bien, habría sido un sueño. Pero no siempre se llevaban
bien. Las peleas allí eran frecuentes. La desconfianza era reinante. Y Kimberly
tenía que mediar, al igual que otras maestras, con los alumnos. Era un trabajo
realmente agobiante.
La puerta se
abrió.
-¡Hola, Daphne!-saludó Kimberly.
Le dedicó una
sonrisa fraternal a la chica que se encontraba en el umbral de la puerta.
-Señorita Mackenzie…-titubeó Daphne-He venido porque tengo que
contarle una cosa. Y me da vergüenza.
Daphne entró
en el aula con paso tambaleante y se preguntó si su maestra sería comprensiva
con ella.
-He hecho algo horrible-se lamentó la chica-Y usted pensará
que soy una perdida. ¡Y tendrá razón para pensarlo!
-¡No digas eso, Daphne!-le pidió Kimberly-Pase lo que pase, no
pensaré esas cosas de ti. Me consta que no eres eso. Te pasa algo. Como tu
maestra, es mi deber ayudarte.
Una lágrima
rodó por la mejilla de la chica. Su rostro estaba pálido en contraste con su
pelo rojo.
Tomó asiento
en una silla que colocó junto a la silla en la que estaba sentada Kimberly tras
el escritorio.
Daphne estaba
muy nerviosa. Entonces, empezó a hablar. Habló del viaje que estaba a punto de
emprender con destino a Inglaterra. Y del gran amor que sentía por Tyler O’
Hara.
-Es obvio que no quieres irte-observó Kimberly-Quieres mucho a
Tyler y es normal que no quieras separarte de él. Y me consta que ese amor es
correspondido. ¿Has hablado con tu padre de esto?
-¡Mi padre no atiende a razones, señorita Mackenzie!-se quejó
Daphne.
Kimberly se
olvidó de los exámenes que tenía que corregir y se centró en Daphne.
La joven se
había imaginado casada con Tyler y viviendo en San Ezequiel. Pero su padre
había desbaratado todos sus planes. Jamás se lo perdonaría.
Y, debido a
que los iban a separar, Daphne no había dudado en entregarse a Tyler.
-¿Qué?-se asombró Kimberly.
-Lo que está oyendo, señorita Mackenzie-contestó Daphne.
Su voz sonó
triste.
Los dos se
querían. Y, por ese motivo, no habían dudado en entregarse a aquel sentimiento
sin nombre que les consumía por dentro. Había sido la experiencia más hermosa
en la vida de Daphne. Había mucha dulzura en Tyler. La había hecho sentir única
en el mundo. La había amado con su cuerpo y con su alma.
Daphne se
había abandonado a los brazos de Tyler.
Había
devuelto cada uno de los besos apasionados que Tyler le había dado.
Durante mucho
tiempo, Daphne no había sabido nada de aquellas cosas. Su madre adoptiva le
decía que sólo debía de pensar en eso una vez que estuviera casada. El deber de
una mujer es obedecer a su marido, le decía. Y también debía de engendrar hijos
que llevaran su apellido. Le había explicado más o menos cómo sería. Sin
embargo, a la señora Sweet se le había olvidado mencionar que aquellos actos
eran también una demostración del amor que la pareja podía profesarse.
-¡Ahora, pensará que soy una perdida!-sollozó Daphne.
-¡No digas eso!-insistió Kimberly-No has hecho nada malo.
Estás enamorada. Las mujeres, cuando nos enamoramos, no pensamos.
-Mi padre quiere separarme de Tyler. ¡Pero no quiero alejarme
de él! ¡No ahora!
-Hablaré con Tyler. Entre los tres se nos ocurrirá algo para
que eso no pase.
Daphne se
cubrió el rostro con las manos. Sólo había hecho el amor con Tyler en dos
ocasiones. Había pensado que no pasaría nada. Pero estaba pasando. Y estaba
muerta de miedo. Había leído libros que hablaban de aquel tema. Aunque no se
había atrevido a ir a visitar al doctor Castro. Daphne sabía lo que estaba
pasando en el interior de su cuerpo. Estaba asustada. Pero, al mismo tiempo,
estaba maravillada. Tenía ganas de reír y de llorar al mismo tiempo.
-Señorita Mackenzie…-titubeó Daphne-Yo…-Se retorció las manos
con nerviosismo-Voy a tener un hijo.
Kimberly no
le preguntó quién era el padre de aquel niño.
Daphne sólo
había estado con un chico.
Durante unos
instantes, reinó un sombrío silencio en el aula. Aquel silencio era roto por
los sollozos suaves de la asustada Daphne. Tyler aún no sabía nada.
Los dos eran
todavía unos niños. ¿Cómo iban a hacer frente a una paternidad no deseada? ¡Y,
encima, su padre quería enviarla lejos de San Ezequiel! Kimberly sintió lástima
por Daphne. Decidió que haría lo imposible por ayudarla. Se lo debía.
-Tyler aún no lo sabe, señorita Mackenzie-le contó Daphne.
-Pues, tienes que decírselo-le aconsejó Kimberly-Y, cuanto
antes se lo digas, mejor para vosotros-Daphne le hurtó la vista-Conozco a Tyler
desde hace algún tiempo y es un buen chico. Ha sufrido mucho por la muerte de
su madre.
Daphne
recordó las circunstancias en las que había muerto Sarah.
Todas las
mañanas, mientras vomitaba en el orinal que estaba debajo de su cama, se
preguntaba si algo así podría pasarle a ella.
-A veces, me pregunto si mi padre no estará en lo cierto-dijo
la chica-Nadie más lo sabe. Necesitaba contárselo a alguien. Y he pensado en
usted, señorita Mackenzie-Daphne llevaba varias noches sin conciliar el sueño.
Se preguntaba qué podía hacer. Y le daba miedo no obtener respuesta alguna-He
pensado mucho en la señora O’ Hara en estos días. Yo le tenía muchísimo
cariño-Bajó la vista-Y he pensado también en mi madre. En mi verdadera
madre…Debió de encontrarse en una situación parecida a la que estoy viviendo. Y
tuvo miedo. Pero sé que no abandonaré a mi hijo pase lo que pase. No voy a
hacer con mi bebé lo que hizo ella conmigo-Había determinación en los ojos de
Daphne-Eso se lo juro, señorita Mackenzie.
Kimberly
sintió admiración por Daphne.
La chica la
estaba mirando directamente a los ojos. Estaba siendo sincera.
Todo saldría
bien, pensó Kimberly.
Hablaría con
Tyler. Si era necesario, les ayudaría a huir juntos. No eran la primera pareja
que se fugaba.
Empezarían de
cero en otra parte. Tyler era un chico muy trabajador. Sacaría adelante a su
pequeña familia.
-Después de lo que me acabas de contar, te respeto más que
antes-le aseguró Kimberly a Daphne-No tienes nada de lo que avergonzarte.
Daphne se
secó las lágrimas.
Kimberly le
cogió las manos. Su alumna se sintió reconfortada. Se preguntó si existiría
alguna solución para su problema. Quería confiar en que todo saldría bien. Pero
tenía muchas dudas.
Antes o
después, su embarazo empezaría a notársele.
-Me da miedo decírselo a Tyler-le confió a Kimberly-No sé cómo
va a reaccionar. Ni si…¿Y si no quiere responderme? ¿Y si me ha mentido?
-Es normal que tengas dudas-afirmó la maestra-Pero Tyler no es
así. Él quiere casarse contigo. Daría la vida por ti. Lo sabes.
Daphne estalló en
sollozos. Kimberly la abrazó con cariño mientras intentaba consolarla.
Finalmente, Daphne dijo que tenía que irse. Kimberly le dio un beso en la
frente. Le apretó las manos, intentando transmitirle algo de valor. Daphne
estaba muerta de miedo. La chica se puso de pie y salió del aula. Kimberly
también se puso de pie. Y la vio alejarse con gesto de preocupación. Un
escalofrío recorrió su columna vertebral. Algo terrible está a punto de pasar,
pensó.
Uy lo dejaste interesante y te salio muy bien la entrada. Te mando un beso
ResponderEliminarMe alegro muchísimo de que te haya gustado.
EliminarEs la primera vez que hago una entrada programada.
Un fuerte abrazo, Citu.