Hacía mucho tiempo que no subía ningún fragmento de mi relato Los ojos llenos de lágrimas.
He podido avanzar un poco con este relato y aquí os dejo con un fragmento.
Emma recorrió el saloon con la mirada.
-No han venido muchos clientes esta noche-se lamentó el pianista-Está lloviendo y nadie quiere salir de sus casas.
-Yo estoy en mi casa-se lamentó Emma-Este cochino local es mi casa. Y lo odio.
Tragó saliva al pensar en que no tendría que soportar a ningún cliente aquella noche. Los pocos hombres que estaban en el local tenían cara de amargados. No querían estar con una de las prostitutas. Querían emborracharse hasta perder el conocimiento. Emma lo agradeció. Pero una noche como aquélla sólo ocurría en contadas ocasiones.
-Deberías ir a acostarte-le sugirió el camarero.
En ocasiones, Emma había pensado en quitarse la vida. No podía soportar el seguir en aquel sitio. Le resultaría fácil coger sus cosas y largarse. Pero no sabía lo que haría después. Además, el dueño del saloon podía ir a buscarla y sería aún peor. Se sentía prisionera de aquel lugar.
Respiró hondo.
Pensó en Marty. Él sí quería ayudarla. La melodía que estaba interpretando el pianista era triste. Uno de los vaqueros acabó enfadado.
-¡Toca una melodía más alegre!-le ordenó con un bramido.
-Págame-le retó el pianista, cansado de todo.
-Conque ésas tenemos. ¿No? ¡Ahora verás!
El vaquero desenfundó. Disparó al pianista a la cabeza. De no ser porque el pianista se agachó, el disparo le habría alcanzado de lleno en la cara.
-¡Hijo de puta!-bramó una de las chicas.
Emma tuvo que sentarse en una silla. Pensó que se iba a desmayar.
Había visto cosas peores en los años que llevaba en el saloon. Pero no se acostumbraba. Nunca se acostumbraría.
Le temblaba con violencia todo el cuerpo. La mujer que había gritado se llamaba Portia. Se acercó a ella.
-¿Estás bien?-le preguntó.
-No...-respondió Emma con un hilo de voz.
Portia puso su mano sobre el hombro de la aterrada Emma.
-Yo finjo que no he oído nada-le exhortó-Cierto es que he gritado. Pero intento borrarlo de mi memoria en cuanto puedo.
Le palmeó el hombro a Emma.
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