Hoy, me gustaría compartir con vosotros otra escena eliminada de mi novela Como una letra escarlata.
El nacimiento que aparece en esta novela está descrito en otro capítulo. Por eso, he considerado que esto es más paja que otra cosa.
Aún así, he querido compartirla aquí.
Espero que os guste.
Penélope también recordaba.
Recordaba
la cara de su hermana mientras sufría los dolores de parto. Mariana tenía
contracciones muy seguidas y estaba empezando a desangrarse. Además, no
dilataba. Creía que su hijito estaba muerto.
Ella
misma pudo haber muerto.
Ella y el bebé pudieron haber
muerto.
Los tres. No debía de olvidarse de
su sobrinito.
Pero parecía que nadie quería
mencionar al pobre Juan. El pequeño apenas vivió once meses.
Pero Penélope se acordaba de él. Le
gustaba cogerle en brazos. Lo paseaba por las calles de Guayaquil en su
cochecito. Le cantaba canciones de cuna. Hacía planes de futuro para él.
-Irás
al Ejército-le decía-Serás un teniente coronel. ¿Te imaginas, bebé? Y todo el
mundo te respetará.
Juan la miraba con sus grandes ojos
negros. Tanto él como Victoria tenían los mismos ojos negros que tenía Mariana.
Los dos eran pelirrojos, como lo era Mariana. Victoria sería, algún día, el
vivo retrato de su madre. A veces, Penélope se sorprendía así misma escrutando
el rostro de Juan. Quería distinguir en su carita los rasgos de algún conocido.
Pero no veía nada.
-¿Quién
es vuestro papá, bebés?-se preguntaba Penélope cuando observaba a la nodriza
acostarles en la cunita que ambos compartían-¿Quién os engendró?
Mariana se negaba a hablar. Penélope
respetaba su silencio.
-Vuestra
mamá toma las decisiones por algún motivo-les decía Penélope a los niños cuando
se inclinaba sobre la cunita-Debéis de entenderla. Pero os aseguro que se os
hará difícil hacerlo. Vuestra mamá es un poco complicada.
Penélope les hacía carantoñas. Les
cantaba canciones de cuna. Estaba loca de alegría con sus sobrinitos.
Juan y Victoria entraron más muertos
que vivos en este mundo. Mariana perdió mucha sangre. Penélope siempre sospechó
que sus padres querían que muriera desangrada. No lo decía en voz alta, por
supuesto. Le parecía una monstruosidad. Ningún padre hacía eso. Pero sus padres
eran otra historia. Si no querían a Mariana…¿Por qué la adoptaron? ¿Por qué se
hicieron cargo de ella? Pudieron haberla entregado al hospicio. O haberla
entregado a otra familia. Penélope sabía que muchas familias acogían en sus
casas a niños huérfanos. Mariana era huérfana. Los Laguna Abad deseaban hacer
una buena obra de caridad. Y Mariana fue su buena obra.
Durante
días, Mariana estuvo agonizando. Milagrosamente, logró recuperarse.
Los
Laguna Abad siempre estaban enfadados con ella.
Mariana
siempre había sido muy rebelde.
Siempre
enfrentada a ellos…Cuestionándoles…Discutiéndoles… Yéndose a su cuarto sin
cenar…Dando portazos…Escapándose de casa… Fumando en público…
El embarazo de Mariana fue la gota
que colmó el vaso.
Los Laguna Abad se fueron a vivir a
Guayaquil en cuanto el embarazo de su hija mayor empezó a notársele. Mariana
presumía de embarazo. Se negó a que se le ensancharan la cintura de sus
vestidos. Quería presumir de vientre de embarazada. Decía que se sentía
orgullosa de su estado. A doña Taciana Abad Aragón de Laguna se le abrían las
carnes en cuanto Mariana abría la boca.
Hablaron
de dar al bebé en adopción en cuanto naciese. O de disimular el embarazo de Mariana
ensanchándole la cintura a sus vestidos. Mariana se opuso. A las dos cosas. Sus
padres estuvieron a punto de volverse locos. Mariana podía volver loco a
cualquiera.
Ya
había intentado abortar una vez. No lo consiguió. No pensaba entregar a sus
hijos a un desconocido. Fue el ama de llaves quien le dijo que iba a tener
gemelos.
Mariana
se tocaba frecuentemente la barriga. Les hablaba a sus bebés. Casi podía oírles
hablar entre ellos mientras se movían en su interior. No veía la hora de verles
la carita.
Amenazaron
a la joven con renegar de ella si no daba a sus hijos en adopción.
Pero
ella no se dejó amedrentar. Aún débil tras el duro parto, quiso conservar a sus
hijos a su lado. Victoria es mía, pensaba. Juan es mío. Son mis hijos. Vosotros
no lo entendéis. No pienso renunciar a ellos.
Finalmente,
los Laguna Abad cedieron. Por eso, la muerte de Victoria fue recibida con
inmenso alivio. Se habían deshecho de la bastarda. Por fin…Por fin…Ya nunca más
habría más escándalos. Tampoco lloraron la muerte de Juan. Incluso pareció que
se alegraban de lo ocurrido. Mariana se enfadó con ellos cuando se negaron a
asistir al entierro de Juan. Incluso no estuvieron presentes en su velatorio.
Pero Penélope sí estuvo a su lado apoyándola. Como hacía siempre.
Los
Laguna Abad no querían ni oír hablar de Victoria.
Por
no hablar del otro bastardo que Mariana había engendrado. Afortunadamente, el
pequeño Juan había muerto. No tendrían que verle la cara ni a él ni a su
hermana.
Así
era como los Laguna Abad llamaban a Victoria a sus espaldas. La Bastarda.
No se lo decían a la
cara porque Penélope defendía a la pequeña. La quería muchísimo. Y Victoria,
por su parte, adoraba a su tía. Juan, de haber vivido, también habría adorado a
su tía Penélope. La querría como una de las pocas personas que se habían
preocupado por él. Que lo habían querido de verdad. Y que jamás pensó en su
origen.
Me gusto, es una escena tierna aunque triste. Te mando un beso
ResponderEliminarHola Citu.
Eliminar"Como una letra escarlata" es una novela más bien sentimental. No es muy alegre, aunque siempre hay un momento para la esperanza.
Un fuerte abrazo, amiga.