Hola a todos.
Hoy, me gustaría compartir con vosotros la cuarta parte de mi relato El fruto prohibido.
Esta parte estará más centrada en la familia de Ethan, es decir, en su padre Sean y en su hermanastra Olivia.
¡Vamos a ver qué pasa!
Sean O’ Hara, el padre de Olivia O’
Hara, la había criado solo tras la muerte de su esposa, acontecida cuando su
hija tenía trece años. Sebastián era un hombre que intentaba sacar adelante su
rancho. Pero el rancho tenía muchas deudas. Y él se sentía agobiado.
Se volcó en Olivia, vivo retrato de
su madre. Sean se sentía culpable de la muerte de su esposa Sarah. Sentía que él
la había matado. Sarah lo había amado profundamente. Sin embargo, Sean nunca
supo corresponder a aquel amor que Sarah le profesaba. A veces, iba a visitar
la tumba de su esposa. Pasaba largas horas de pie ante la cruz de madera que
indicaba el lugar en el que estaba enterrada. Hablaba con ella.
Echaba de menos a sus dos hijos
mayores. Y pensaba en los otros dos hijos que había engendrado al margen de su
matrimonio.
Se sentía solo y perdido. No sabía
qué hacer.
A punto de cumplir veinte años, Olivia
era una joven muy hermosa y llamativa. Tenía una chispa de picardía infantil. Sean
veía que su hija prefería estar con él haciéndole compañía y le aseguraba que
no se casaría nunca porque quería estar a su lado haciéndole compañía ya que
prefería estar con él que con sus pretendientes. Sin embargo, Olivia poseía una
vena rebelde y aventurera que iba a causar muchos estragos en su futuro marido.
En
una ocasión, Sean tuvo que llamar al orden a su hija una mañana que estaban
desayunando tostadas untadas con mantequilla. Olivia se comió ruidosamente su
tostada y se echó a reír. La joven llevaba su cabello pelirrojo suelto de
manera voluptuosa, se había puesto un sencillo vestido de hilo blanco algo
escotado e iba descalza. Del cuello prendía un camafeo que tenía en su interior
una imagen de su madre. A Sean le hizo gracia el aspecto de su hija, pero
también le disgustó. Olivia podía llegar a comportarse como una salvaje en
ocasiones. Él podía tolerarlo e incluso reírle la gracia, pero... ¿se
comportaría así un marido?
- Siento haberme retrasado para desayunar, padre,
pero es que estaba en el porche- se excusó la muchacha-He salido a dar un paseo
a caballo. ¡Hace un día precioso! Luego, no me apetecía meterme dentro tan
pronto. Me he quedado en el porche. ¡Me encanta esta hora de la mañana! Sale el
Sol. Y siento que puedo enfrentarme con todo. Además, siempre paso un rato en
el porche antes de entrar.
- Donde has perdido tus zapatos por lo que veo-
afirmó Sean.
Su ceño estaba fruncido y su hija
sonrió tontamente, roja como un tomate.
- Quería ver el amanecer- respondió Olivia.
- A tu futuro marido no le haría gracia que hagas
estas cosas, querida. No te lo permitirá.
- Pero, padre, tú no puedes entender... Fue
fantástico ver la salida del Sol. Me senté en el suelo y apoyé la espalda
contra el árbol. Las hojas estaban húmedas de rocío. Vi cómo el Sol comenzaba a
salir por el horizonte y vi como el cielo cambiaba su tono de azul. No me
importó mancharme el vestido de tierra. Padre, deberías haber visto como esa
llama ardiente, grande y redonda iba saliendo poco a poco para darnos luz y
vida y yo, con tan sólo ver ese espectáculo, me sentí viva y no me importó que
mi aspecto fuera tan penoso cuando me he reunido contigo.
Sean
le guiñó un ojo mientras mordisqueaba su tostada con mantequilla y Olivia se
sintió más tranquila.
- Los años van pasando poco a poco, cariño, y yo ya
no me siento ni tan fuerte ni tan vigoroso como era cuando naciste- dijo el
hombre.
Olivia
se sentía un poco incómoda ante la perspectiva de tener que casarse.
-Sean, no quiero abandonar esta casa- dijo la
muchacha- Quiero pasarme el resto de la vida aquí, cuidando de ti, y haciéndome
vieja a tu lado.
- Eres una muchacha muy buena, hija mía, y posees
dones que harían feliz a un hombre, exceptuando ese punto indomable de tu
carácter.
-Me gustaría hablar contigo acerca de Ethan, padre.
Te confieso que estoy preocupada por él.
-¿Qué le ocurre? ¿Está enfermo? ¿O es otra cosa?
Sean no era tonto.
El
rumor que circulaba acerca de la relación de Ethan con Lucía Parrado había
llegado a sus oídos.
-Tengo mucho miedo, padre-admitió Olivia-El señor
Parrado es un hombre muy poderoso. No creo que le guste saber que mi hermano
anda enredado con su hija.
¿Y
qué quieres que yo haga?, pensó Sean.
-Deberías de hablar con él-le sugirió Olivia.
-No creo que me haga caso-se lamentó Sean.
-¡También eres su padre! Ya es hora de que ejerzas
como tal con él.
-Debes de pensar que soy un cobarde. Pero tengo
mucho miedo a que Ethan me rechace.
-¡No lo sabrás si no lo intentas!
Sean
se limpió los labios con la servilleta.
Respiró
hondo.
Pensó
que Olivia tenía razón.
Pero
no sabía qué hacer para hablar con Ethan.
Su
hijo sentía un profundo odio hacia él y Sean lo comprendía. No sabía qué hacer
para acabar con aquel abismo que les separaba.
Sean
se sintió muy cansado. Estaba cansado de todo. Y sólo quería cerrar los ojos y
dormir. Se levantó de la silla. Se despidió de Olivia haciendo un gesto con la mano. Olivia le vio salir del comedor. También mi padre necesita ayuda, pensó la joven. Como Ethan...Como yo...
Muy interesante te mando un beso
ResponderEliminarMe alegro mucho de que te esté gustando, Citu.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.