miércoles, 22 de enero de 2014

EL FRUTO PROHIBIDO (CUARTA PARTE)

Hola a todos. 
Hoy, me gustaría compartir con vosotros la cuarta parte de mi relato El fruto prohibido. 
Esta parte estará más centrada en la familia de Ethan, es decir, en su padre Sean y en su hermanastra Olivia. 
¡Vamos a ver qué pasa! 

Sean O’ Hara, el padre de Olivia O’ Hara, la había criado solo tras la muerte de su esposa, acontecida cuando su hija tenía trece años. Sebastián era un hombre que intentaba sacar adelante su rancho. Pero el rancho tenía muchas deudas. Y él se sentía agobiado.
Se volcó en Olivia, vivo retrato de su madre. Sean se sentía culpable de la muerte de su esposa Sarah. Sentía que él la había matado. Sarah lo había amado profundamente. Sin embargo, Sean nunca supo corresponder a aquel amor que Sarah le profesaba. A veces, iba a visitar la tumba de su esposa. Pasaba largas horas de pie ante la cruz de madera que indicaba el lugar en el que estaba enterrada. Hablaba con ella.
Echaba de menos a sus dos hijos mayores. Y pensaba en los otros dos hijos que había engendrado al margen de su matrimonio.
Se sentía solo y perdido. No sabía qué hacer.
A punto de cumplir veinte años, Olivia era una joven muy hermosa y llamativa. Tenía una chispa de picardía infantil. Sean veía que su hija prefería estar con él haciéndole compañía y le aseguraba que no se casaría nunca porque quería estar a su lado haciéndole compañía ya que prefería estar con él que con sus pretendientes. Sin embargo, Olivia poseía una vena rebelde y aventurera que iba a causar muchos estragos en su futuro marido.
            En una ocasión, Sean tuvo que llamar al orden a su hija una mañana que estaban desayunando tostadas untadas con mantequilla. Olivia se comió ruidosamente su tostada y se echó a reír. La joven llevaba su cabello pelirrojo suelto de manera voluptuosa, se había puesto un sencillo vestido de hilo blanco algo escotado e iba descalza. Del cuello prendía un camafeo que tenía en su interior una imagen de su madre. A Sean le hizo gracia el aspecto de su hija, pero también le disgustó. Olivia podía llegar a comportarse como una salvaje en ocasiones. Él podía tolerarlo e incluso reírle la gracia, pero... ¿se comportaría así un marido?
- Siento haberme retrasado para desayunar, padre, pero es que estaba en el porche- se excusó la muchacha-He salido a dar un paseo a caballo. ¡Hace un día precioso! Luego, no me apetecía meterme dentro tan pronto. Me he quedado en el porche. ¡Me encanta esta hora de la mañana! Sale el Sol. Y siento que puedo enfrentarme con todo. Además, siempre paso un rato en el porche antes de entrar.
- Donde has perdido tus zapatos por lo que veo- afirmó Sean.
Su ceño estaba fruncido y su hija sonrió tontamente, roja como un tomate.
- Quería ver el amanecer- respondió Olivia.
- A tu futuro marido no le haría gracia que hagas estas cosas, querida. No te lo permitirá.
- Pero, padre, tú no puedes entender... Fue fantástico ver la salida del Sol. Me senté en el suelo y apoyé la espalda contra el árbol. Las hojas estaban húmedas de rocío. Vi cómo el Sol comenzaba a salir por el horizonte y vi como el cielo cambiaba su tono de azul. No me importó mancharme el vestido de tierra. Padre, deberías haber visto como esa llama ardiente, grande y redonda iba saliendo poco a poco para darnos luz y vida y yo, con tan sólo ver ese espectáculo, me sentí viva y no me importó que mi aspecto fuera tan penoso cuando me he reunido contigo.
            Sean le guiñó un ojo mientras mordisqueaba su tostada con mantequilla y Olivia se sintió más tranquila.
- Los años van pasando poco a poco, cariño, y yo ya no me siento ni tan fuerte ni tan vigoroso como era cuando naciste- dijo el hombre.
            Olivia se sentía un poco incómoda ante la perspectiva de tener que casarse.
-Sean, no quiero abandonar esta casa- dijo la muchacha- Quiero pasarme el resto de la vida aquí, cuidando de ti, y haciéndome vieja a tu lado.

- Eres una muchacha muy buena, hija mía, y posees dones que harían feliz a un hombre, exceptuando ese punto indomable de tu carácter. 


-Me gustaría hablar contigo acerca de Ethan, padre. Te confieso que estoy preocupada por él.
-¿Qué le ocurre? ¿Está enfermo? ¿O es otra cosa?
             Sean no era tonto.
            El rumor que circulaba acerca de la relación de Ethan con Lucía Parrado había llegado a sus oídos.
-Tengo mucho miedo, padre-admitió Olivia-El señor Parrado es un hombre muy poderoso. No creo que le guste saber que mi hermano anda enredado con su hija.
            ¿Y qué quieres que yo haga?, pensó Sean.
-Deberías de hablar con él-le sugirió Olivia.
-No creo que me haga caso-se lamentó Sean.
-¡También eres su padre! Ya es hora de que ejerzas como tal con él.
-Debes de pensar que soy un cobarde. Pero tengo mucho miedo a que Ethan me rechace.
-¡No lo sabrás si no lo intentas!
            Sean se limpió los labios con la servilleta.
            Respiró hondo.
            Pensó que Olivia tenía razón.
            Pero no sabía qué hacer para hablar con Ethan.
            Su hijo sentía un profundo odio hacia él y Sean lo comprendía. No sabía qué hacer para acabar con aquel abismo que les separaba.
            Sean se sintió muy cansado. Estaba cansado de todo. Y sólo quería cerrar los ojos y dormir. Se levantó de la silla. Se despidió de Olivia haciendo un gesto con la mano. Olivia le vio salir del comedor. También mi padre necesita ayuda, pensó la joven. Como Ethan...Como yo... 

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