Hola a todos.
No me he olvidado de este relato, de Los ojos llenos de lágrimas.
De momento, no sé cuándo lo terminaré.
Pero confieso que me gustaría verlo terminado algún día.
Os dejo con este fragmento en el que Kimberly y Emma se encuentran y hablan.
Kimberly era la única mujer honorable en todo el pueblo que se relacionaba con Emma.
La mujer había oído hablar de Kimberly. A pesar de que trabajaba como maestra en la escuela del pueblo, los vecinos recelaban de ella. La reputación de Kimberly estaba por los suelos. Vivía con hombres. Pero nunca llegaba a casarse con ellos.
Sin embargo, Kimberly era la mujer más decente que Emma jamás había conocido.
Aquella tarde, Emma aceptó salir a dar un paseo con Kimberly.
Sus pasos las llevaron hasta la orilla del riachuelo. Kimberly se agachó a coger una piedrecita. El sonido suave del fluir del agua era relajante. Y el agua se veía limpia y cristalina. Yo también deseo ser como ese agua, pensó Emma con dolor.
-Lamento mucho lo que le ha pasado a Sophie-dijo Kimberly-Perder a un hijo es lo peor que le puede pasar a una mujer.
-Eire...-murmuró Emma-Sophie estaba dispuesta a criarla en el saloon. ¡Era su vida! Las otras chicas han perdido los niños que engendraban. Los mataban en cuanto nacían. ¡Es espantoso!
-No sigas hablando.
-¡No es vida para un niño!
Kimberly lanzó la piedrecita al riachuelo. Contempló cómo caía al agua.
Emma tenía razón. El saloon era un lugar espantoso donde criar a un hijo.
Pero tampoco era vida para una mujer. Sophie se estaba dejando morir. Ya estaba enferma cuando nació Eire. Pero su hija la había dado fuerzas para seguir luchando. Le había dado una razón para vivir. Emma notó cómo sus ojos se llenaban de lágrimas. También le estaban empezando a fallar las fuerzas a ella también.
-He oído que Marty viene mucho a verte-le comentó Kimberly.
-Es sólo un cliente más-replicó Emma.
-Es un buen hombre. Y tú eres una buena mujer. Los dos estáis muy solos.
-¿Qué quieres decir?
-Quiero decir que podrías casarte con Marty.
-Eso nunca pasará. Él nunca querría a una mujer como yo como esposa. Es un hombre decente y honrado. Merece una mujer decente y honrada. Y yo no soy ninguna de esas dos cosas.
Al terminar de hablar, Emma rompió a llorar.
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