sábado, 21 de junio de 2014

EL PROMETIDO

Hola a todos.
Hoy, me gustaría compartir con vosotros este cuento, dividido en varias partes. 
Es una visión más resumida de la historia de amor entre Brighid Farrell y Joseph Dashwood (sí, le he cambiado el nombre porque Seosam me parecía bastante rebuscado. Y me he decantado porque se apellidará Dashwood. Es más fácil de recordar y es más bonito). 
Seguimos en la hermosa isla irlandesa de Achill, lugar donde transcurre la novela Historia de dos hermanas. 

DOOAGH, ISLA DE ACHILL, 1819

-¡Te vas a casar!-exclamó Sarah Farrell-¡Padre ha debido de volverse loco! Ese hombre...
-No digas nada en contra de él-le ordenó la nerviosa Brighid-¡Te lo prohíbo! 
-Casi no le conoces. Lleva muy poco tiempo conviviendo bajo nuestro mismo techo. ¡Y dices haberte enamorado de él! A veces, pienso que estás más loca que yo. 
-¡No digas eso! 
                         Brighid Farrell y su hermana menor, Sarah, estaban encerradas en la habitación de Sarah. La joven no paraba de caminar de un lado a otro. Brighid, sentada en la cama, la miraba. 
-¡Es una locura!-afirmó Sarah. 
-Me he enamorado de él-se sinceró Brighid-Y deseo ser su esposa. 
-¿Lo has pensado bien? Ese hombre desea viajar a La India. Vive en otra parte. A ti no te gusta viajar. 
-Pero no podría vivir sin él. 
-Se supone que yo soy la romántica de las dos. 
                        Sarah se detuvo y se echó a llorar. Brighid se puso de pie. Se acercó a su hermana menor y la abrazó con cariño. 
                         La noticia de que la joven iba a casarse con el apuesto sir Joseph Dashwood corrió como la pólvora por toda la isla. Lo cierto era que Brighid se había convertido en una joven muy envidiada por todas las señoritas en edad casadera que vivían en la isla de Achill. 
                        Sir Joseph Dashwood era rico. Era valiente. Era fuerte. Encarnaba el ideal romántico de cualquier jovencita. En un primer momento, Brighid pensó que podría enamorarse de Sarah. Su hermana era un torbellino de energía. Pero Joseph quedó prendado de ella. 
                        Sir Alistair Farrell, padre de Brighid y de Sarah, había iniciado una relación de amistad con sir Joseph. Le caía bien aquel joven que hablaba de abrir su propia compañía de importación y de exportación en La India. Un día, decidió invitarle a pasar unos días en su casa, situada en las afueras del pueblo de Dooagh. Hasta la llegada de Joseph, las vidas de Sarah y de Brighid habían transcurrido de manera tranquila. Las dos hermanas, pese a ser tan diferentes como la noche y el día, se llevaban muy bien. La llegada de aquel invitado les causó una grata impresión. Se esforzaron en ser corteses y amables con él. Joseph hablaba de viajar a La India, país en el que había estado viviendo más de tres años. Los ojos de Sarah se abrían como platos, ya que su mayor sueño había sido viajar por todo el mundo. 
                         Sin embargo, Sarah no llegó a enamorarse de Joseph. Le parecía menos osado que los galanes que poblaban las novelas románticas que ella leía sin cesar. 
                        Pasaron dos semanas desde que Joseph se instaló en la casa de los Farrell. Le gustaba dar largos paseos por la falda de la montaña Croghaun. Sarah y Brighid le acompañaban en aquellos paseos. Brighid era más callada. 
                        Se daba cuenta de que Joseph se encontraba en la plenitud de la vida. Era fuerte. Le gustaba montar a caballo y salía con Sarah y con la doncella que la joven compartía con Brighid a pasear a caballo. Le gustaba practicar esgrima con sir Alistair. A éste también le habría agradado ver a Joseph casado con Sarah. 
                      Sin embargo, Joseph, en lugar de enamorarse de Sarah, se quedó prendado de Brighid. 
                      Sir Alistair le presentó a sus hijas en cuanto llegó a su casa. Desde el primer momento en que vio a Brighid, Joseph sólo tuvo ojos para ella. Ella le saludó con una graciosa y elegante reverencia. 
                      Joseph la veía cuando estaba centrada en su labor de bordado, con los mechones de pelo que se le escapaban de su moño yéndose hacia su cara. Incluso, encontraba adorable la forma en la que Brighid se apartaba el pelo de la cara. Su cabello era de color rubio muy claro. Sus ojos eran de color azul cielo y tenían la mirada más dulce que Joseph jamás había visto. Y la sonrisa de Brighid era cautivadora. No se parecía en nada a una joven ni irlandesa ni inglesa ni hindú. Era ella misma. 
                     A medida que iban pasando los días, el interés de Joseph por Brighid iba en aumento. A través de los paseos que daba a caballo en compañía de Sarah, pudo sonsacarle a ésta más información acerca de su hermana mayor. Joseph se sentaba al lado de Brighid en el sofá, cuando entraba en el salón. Se sentaba a su lado a la mesa a la hora de cenar. Admiraba el mantel que Brighid estaba bordando con punto de cruz. Incluso, se animaba a ayudarla a enrollar un ovillo de lana. Varias veces, y acompañados por la doncella que Brighid y Sarah compartían, dieron paseos por la playa. 
-No me imagino viviendo lejos de Dooagh-le confesó Brighid durante uno de aquellos paseos-Las aguas de su playa son más azules. Y no existe montaña alguna como Croghaun. Es inmensa. 
                         Joseph había visto el Himalaya. Le aseguró a una asombrada Brighid que el Himalaya era la montaña más alta del mundo. Que debería de verla con sus propios ojos. Brighid se echó a reír. 
-No creo que eso pase nunca-afirmó la joven. 
-Nunca ha salido de este pueblo-observó Joseph. 
-He estado en Dublín para mi puesta de largo. 
-Usted debe de viajar. Tiene derecho a ver mundo, señorita Farrell. Hay miles de lugares que están esperando que usted los vea. Que los descubra. 
                          Sir Alistair y su esposa Lilly estaban preocupados por el futuro de sus dos hijas. Brighid no había tenido mucho éxito en su puesta de largo. Estaba a punto de cumplir veintiún años. En cambio, Sarah tenía diecisiete años. Había regresado de su primera temporada en Dublín. Sarah había causado sensación gracias a su deslumbrante belleza. Había recibido la friolera de veinte ofertas de matrimonio. 
                         Para horror de su madre, Sarah había rechazado todas las ofertas de matrimonio. 
                         De regreso a Dooagh en un carruaje que alquiló sir Alistair, algo insólito, Lilly estaba enfadada con su hija. 
-Has cometido un terrible error-le reprochó. 
-Si me caso algún día, quiero que sea por amor, madre-afirmó Sarah. 
-El amor viene con el paso del tiempo, hija. Cuando vayas a Dublín por tu segunda temporada en sociedad, no te querrá ningún caballero decente. Habrá pasado tu tiempo. 
-Entonces, podré dedicarme a la búsqueda de mi verdadero amor, madre. 
                          En un primer momento, Joseph había querido quedarse durante dos semanas en la casa de los Farrell. 
                          Habían pasado las dos semanas. 
                          Joseph no quería marcharse de allí. 
                          El joven estaba decidido a pedirle a sir Alistair la mano de su hija mayor, ya que había llegado a la conclusión de que su vida no tenía sentido si no tenía a la dulce y delicada Brighid a su lado. Y aquel sentimiento se estaba tornando mutuo. 
                         Sarah no se daba cuenta de lo que estaba pasando. Creía que Brighid tenía un pretendiente. Pero ignoraba las intenciones reales de éste. 


                          Brighid tenía la sensación de estar flotando en una nube.
                          Antes, no entendía el porqué Sarah leía aquellas novelas románticas. De pronto, pareció entender mejor a su hermana menor.
                            Joseph le dedicaba toda clase de halagos y Brighid no entendía el porqué había despertado el interés de aquel apuesto joven de cabello de color castaño. En comparación con la hermosa Sarah, Brighid era sosa. No era fea, pero no podía brillar al lado de Sarah.
                           Estaba convencida de que Joseph era un hombre que había visto mucho mundo. Supo que había estado casado durante su estancia en Calcuta con una joven hindú llamada Chandra, muy bella, que se había enamorado de su sonrisa pícara y de sus ojos de color gris. Supo, a través de Joseph, que Chandra había muerto.
                          Joseph no se había sentido preparado para volver a enamorarse. Tenía la sensación de que su corazón había sido devorado por las mismas llamas con las que fue devorado el cadáver de Chandra.
                          Su esposa siempre había gozado de una salud fuerte. Un carruaje que pasaba por la calle la atropelló. Transportaba a un lord inglés que venía de una gran juerga que había durado días. Era cerca del mediodía. Chandra venía de visitar a sus hermanas. El carruaje no la esquivó y la arrolló.
                         De pronto, el corazón de Joseph volvía a latir al contemplar el rostro radiante de Brighid cuando estaban en el salón. De algún modo, aquella joven le recordaba en su sencillez a Chandra. Pero también era el polo opuesto a su difunta esposa.
                          Brighid estaba sintiendo algo por Joseph que era muy poderoso. No lo había experimentado nunca antes. Sabía que existía porque Sarah le leía en voz alta aquellas novelas románticas que tanto le entusiasmaban. Brighid se dejó robar unos cuantos besos por Joseph en el jardín de su casa. Detrás de uno de los árboles que crecían en el centro del jardín.
                         Y, entonces, supo que, sin lugar a dudas, estaba enamorada de él. 

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