jueves, 12 de junio de 2014

FRAGMENTO DE "ME OLVIDÉ DE OLVIDARTE"

Hola a todos.
Hoy, os traigo un fragmento de mi novela Me olvidé de olvidarte.  
Nos adentramos un poco en lo que ha sido la vida de Theola desde que abandonó San Ezequiel, el nombre que tenía Streetman antes de que se convirtiera Texas en parte de Estados Unidos.
Hay que decir, sin entrar demasiado en el tema, que Theola se va a vivir a Nueva York, donde conoce a un joven de origen algo dudoso con el que acaba casándose.
Sin embargo, el matrimonio no será todo lo feliz que debería de ser.
Vamos a ver lo que pasa.

                            Las amigas de Theola solían ser solteronas que iban a sus cenas a comer pasta y a cuchichear acerca de Owen. Las que menos iban a degustar el delicioso vino que el marido de Theola guardaba para las ocasiones especiales. Los comentarios que hacían eran de lo más escabroso:
-¿Habéis visto el torso tan robusto, tan fuerte y tan musculoso que tiene? Es increíble que ese hombre haya nacido en los suburbios de Nueva York. Theola ha tenido mucha suerte. Llevan poco tiempo casados. Pero me imagino que la llenará de hijos. 
- No me importaría tenerlo como amante. Mi marido tiene su misma edad y se ha puesto tan gordo que me da asco compartir mi cama con él.
- Con lo bello que es no dudo de que alguna dama haya caído a sus pies.
-¿Creéis que allí pasan esas... cosas?
-¡Mujer, hasta en los sitios más lejanos puede llegar la perversión!
- Habría podido poseer a cualquier mujer de joven, pero no dudo de que ahora es incluso más atractivo que cuando era un muchacho.
- No creo que sea virgen, porque he oído que antes de venirse para acá tuvo muchos devaneos amorosos, por lo que no es ningún casto.
- No se echa colonia para ir bien arreglado, sino que huele a sudor y a hombría.
-¿Os imagináis casada con un hombre que a los sesenta años siga siendo tan musculoso como cuando era más joven?
-¡Pobrecillo! No es bueno estar tantos años sin vida social...
- El marido de Theola está con ella porque es rica y él es poco menos que un mendigo. Peor. Un mendigo neoyorquino venido a menos; en cuanto dilapiden la fortuna, ése se irá en busca de alguien con dinero. Oí que había nacido en Inglaterra. En algún lugar de Cornualles...
-¿Y qué estará haciendo aquí?
-Entonces, no es neoyorquino. Es inglés. 
-Eso parece. No no es ningún caballero. 
-Yo no soy rica-intervenía, entonces, Theola-De hecho, vivo con el dinero que me ha asignado mi tía. Es una pequeña cantidad. 100 dólares al mes...
             Pero las mujeres seguían hablando. Theola intentaba fingir que no le importaban. 
            Su esposa se reía de los comentarios. Owen pasaba todas las cenas casi sin comer y bebiendo un vaso de vino sin parar. Odiaba la clase de comentarios maliciosos que esas mujeres hacían con respecto a él y a su vida. Costosamente, se llevaba un macarrón a la boca cuando era consciente de que la tía de su mujer lo estaba observando. Pero le costaba lo suyo tragárselo. En muchas ocasiones, acababa vomitando la cena. 
             No soportaba aquella presión. Odiaba ser el hijo ilegítimo de una campesina. Odiaba a sus padres adoptivos porque le habían dado una vida que no era la suya. Odiaba a su hermana adoptiva porque había muerto a una edad temprana. Y odiaba a Theola por haberse casado con él. 
            Los postres solían ser tartas de chocolate y nata. A Owen le llegó a gustar aquello. Pecaba de gula al engullir hasta dos buenas porciones de tarta de chocolate. En ese aspecto, empezaba a apreciar el estilo díscolo de vida de Theola.
            Al final, el vino hacía su efecto en el estómago medio vacío del hombre escéptico y crítico y terminaba tan borracho como los que le rodeaban. Los platos solían ser muy pesados, por lo que las borracheras no eran frecuentes y no había escándalos en la ciudad. Owen, para no ofender a su esposa, intentaba no beber vino con el estómago vacío, aunque sólo el vino le hacía olvidar que estaba rodeado de gente desagradable. Pero era evidente que se encontraba a disgusto en las cenas y apenas conversaba con alguien. Lo que sí era frecuente era que mucha gente vomitara la comida antes del postre, ya fuera de manera natural o provocada. Comían tanto que necesitaban hacer un sitio en el estómago para más.

                Una vez, Theola y su tía abandonaron el comedor. 
                Salieron a dar un paseo por el jardín. 
                Tía Kathleen se daba cuenta de que su sobrina no era feliz. Y eso le preocupaba mucho. 
-No voy a criticar la decisión que tomaste de casarte con Owen-atacó la mujer-Tomaste tu decisión y yo la respeto. 
                   Theola guardó silencio. 
-Pero es evidente que no estás enamorada de Owen-prosiguió tía Kathleen-Y me duele verte sufrir. No dudo que sea un buen hombre. Su origen no importa. Eres tú la que me importa. 
                 Theola pensó en su prima Catherine. 
                La echaba de menos con todas sus fuerzas. Sus ojos se llenaron de lágrimas al pensar en lo desdichada que debía de ser. Y la culpa de todo era suya. 
-Yo deseaba tener a Dillon para mí sola-pensó Theola con dolor-Y hemos terminado los tres con la vida destrozada. 
                La voz de su tía la sacó de su ensoñación. 
-¿Cuándo vas a empezar a olvidar todo lo que te ha pasado?-le preguntó la mujer. 
                 Theola no respondió. Sabía bien a lo que se estaba refiriendo su tía. 
-¿Cuándo vas a perdonarte a ti misma?-volvió a preguntarle tía Kathleen-Ya no eres una niña. Eres una mujer casada. Tienes que empezar a dejar atrás el pasado. Centrarte en salvar tu matrimonio. Aunque me temo que haya poco que salvar. Es cierto que Owen y tú nunca discutís. Pero tampoco habláis como personas civilizadas. No estáis enamorados. No creas que soy ciega. 
-Owen no es Dillon, tía Kathleen-respondió Theola-En mi corazón, sigo amando a Dillon. 
                  No había vuelto a saber nada de él desde hacía años. A lo mejor, se había casado. A lo mejor, seguía soltero. A lo mejor...Había dejado de amar a Catherine. Y se había enamorado de ella. 
                   Sabía que Dillon jamás llegaría a amarla como ella seguía amándole. 
-Pero soy la esposa de Owen-recordó Theola. 
-¿Habéis pensado en tener hijos?-inquirió tía Kathleen. 
-Me gustaría tener un hijo. Así, podría empezar a olvidar. Me sentiría completamente de Owen. Suena ridículo. Pero es así cómo lo siento. Además, llevamos poco tiempo casados. Sí...Me gustaría tener un hijo con Owen. 
-Opino que sería una mala idea. Los hijos han de nacer del amor. 
-Yo podría ser una buena madre. 
-¿Y crees que Owen podría ser un buen padre? 
-Yo creo que sí podría ser un buen padre. No es un mal hombre. ¡Tía Kathleen! Te digo que quiero que mi matrimonio funcione. Y poder olvidar a Dillon. 
                   Tía Kathleen guardó silencio. 
                   Conocía demasiado bien a su sobrina. Theola estaba pidiendo demasiado. Negó moviendo la cabeza. Lo que pretendía su sobrina no iba a pasar. 



-¿Tú querías a mi tío?-se atrevió a preguntarle. 
-Cuando nos casamos, habría muerto por él-respondió tía Kathleen. 
                     Theola guardó silencio. En su fuero interno, pensaba que su matrimonio era un fracaso. Pero deseaba ser feliz. Y Owen la quería. 
-Yo deseo que mi matrimonio funcione-afirmó Theola-Owen me puede hacer feliz. Y yo puedo hacerle feliz a él. Las cosas pueden cambiar. 
                  Lo malo era que las cosas no cambiaron. Fueron a peor. 
                  Owen no quería ir a ningún evento. En cambio, sí acudía a los peores tugurios de Pensacola. 
                  Regresaba a casa a las tantas de la madrugada. Olía a alcohol. Se metía en la cama con Theola. El peso del cuerpo de su marido la aplastaba. Le hacía mucho daño. 
                   Fue una etapa desdichada para Theola. 
                  Owen nunca le levantó la mano. Pero parecía odiar a todo el mundo. A veces, descargaba su ira gritándole a Theola toda clase de improperios. Después, se arrodillaba ante ella y le imploraba perdón. A veces, Theola tenía la sensación de que su marido le era infiel. Además de oler a alcohol, Owen regresaba a casa apestando a mujerzuela. 
                    Cuando la besaba en el lecho, le hacía daño. Incluso, le mordía y disfrutaba de un modo retorcido sabiendo que le hacía daño. 
                     Llegaron a oídos de Theola rumores acerca de las actividades ilegales a las que se dedicaba su marido. Intentó pensar que eso no era cierto. ¿Cómo podía ser Owen un contrabandista? Durante el tiempo que estuvieron casados, Theola quiso pensar que su marido era, en el fondo, un buen hombre. 

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