Hoy, me gustaría compartir con vosotros este relato.
Transcurre en los años sesenta y cuenta la historia de Denise, una joven que ha cometido un error. Es un relato de corte más bien sentimental.
¿Qué he hecho, Dios mío?, se preguntaba una y
otra vez Denise. Tenía la sensación de que estaban ocurriendo los mismos
sucesos que tuvieron meses atrás. Se había despertado con una sensación de
angustia que le oprimía el pecho. Era la segunda vez que alguien le pedía
matrimonio en lo que iba de año. Y tenía ganas de salir corriendo.
Iba
a casarse con Jack Graham. La primera vez que lo vio, pensó que era el sueño de
cualquier mujer. Era el hombre más apuesto y más seductor que jamás había
conocido. Pero, al mismo tiempo, sabía que era un hombre prepotente que no veía
más allá de sus narices. Sólo se quería así mismo. Denise intuía que, dado que
a Jack le gustaban mucho las mujeres, ella no tardaría en lucir una bonita
cornamenta. Aún así, se iba a casar con él.
No
podía creerse que meses antes hubiese tirado por la borda una magnífica carrera
en un bufete de abogados. Me habrían echado antes o después, pensaba Denise.
Era una forma tonta que tenía de consolarse. La tonta había sido ella. Jack no
quería que ella trabajara. La quería tener en casita. Y criando niños. Muchos
niños.
Cuando
vivía en Los Ángeles, Denise había pensado que era infeliz con la vida que
llevaba. Ahora, se sentía más desdichada que nunca. Se había dejado engatusar
por el enorme atractivo físico de Jack y se había portado como algo que no era.
Un ser superficial. El físico no lo era todo en esta vida, pensó. Un hombre
musculoso no era el amor de tu vida, pensaba. Se acordó de Matt…Su novio…
Aquel
joven sí la había querido de verdad.
Había
respetado su carácter independiente y la dejaba libre porque amar a alguien no
significaba atarle.
Mi
problema es que soy una inmadura, pensó Denise. Se levantó de la cama. Había
estado acostada hasta aquel momento.
Comenzó
a pasearse de un lado a otro de la habitación.
Pensó
en poner la televisión. ¿Qué hora era? Últimamente, no conseguía dormir de un
tirón toda la noche. No hacía otra cosa más que pensar. Estaba estancada. No
sabía qué hacer con su vida.
Sólo
sabía dar palos de ciego.
La
noche antes, había salido con Jack a dar un paseo a pie.
Él
había estado tonteando con otra chica. Ella le había visto.
¿Cómo
he podido ser tan estúpida?, pensaba Denise. Miró su flamante nuevo anillo de
compromiso. De nada servía sentirse culpable. Ella…Había dicho sí…¡Y casi no le conocía!
Le
gusto a todas las mujeres, solía decirle Jack. Y yo admiro la belleza de una
mujer, Denise. No puedo renunciar a las mujeres sólo porque esté contigo. Me
gustas mucho, no te lo voy a negar. Pero yo soy un hombre libre. No trates de
controlarme o me perderás. Te lo advierto.
¡Pero
sí me puedes controlar tú a mí!, pensó Denise con rabia. Gruñó con fuerza.
Tenía ganas de coger el teléfono. Podría llamar a su amiga Dana. Ella la
entendería. Pero Dana no tendría muchas ganas de hablar con ella. Se había
quedado viuda unos meses antes, justo después de la huida de Denise de Los
Ángeles. Hasta entonces, Dana había estado viviendo en Montana, de donde era
oriundo su marido. Había aprendido a llevar un rancho y se preparaba para
llevar una vida feliz. Pero todo cambió.
Descolgó
el teléfono.
Llamó
a Dana.
-Sí…-susurró una voz femenina al otro lado del
hilo telefónico.
-¿Dana?-inquirió Denise-Soy yo. Denise.
-¿Por qué me llamas?
-Te llamo para decirte que me voy a casar.
-¿Has vuelto con Matt?
-No. Me voy a casar con Jack. Ya sabes…Aquel
apuesto vaquero del que te hablé.
-No te cases con un vaquero. Mira lo que me
pasó a mí. No tengo marido…No tengo rancho…No tengo hijos…Los vaqueros son unos
cerdos…
-Dana, por favor, no generalices. Jack no se
parece en nada a tu marido. Son muy distintos.
-Los dos eran hombres. Los dos eran vaqueros.
Los dos eran unos cerdos. No conozco a Jack. Pero te aseguro que no es tan
distinto de mi marido. Me prometió la
Luna ese desgraciado. ¿Sabes lo que me ha dejado a su muerte?
¡Deudas!
-Lo siento mucho.
-Hazme un favor, Denise. Coge el primer avión
que te lleve de vuelta a Los Ángeles. No te cases con ese tal Jack. Sospecho
que te va a hacer muy desgraciada.
Dana
colgó el teléfono con rabia. Denise bufó. Últimamente, no podía hablar con la
que era su mejor amiga desde la infancia. Dana se había convertido en una mujer
amargada e irascible. Casi no la reconocía.
Se
sentó en el suelo. Se quedó mirando al vacío.
Recordó
el instante en el que se prometió con Jack.
La
mano de él acarició suavemente su cuello cuando la llevó de vuelta a la pensión
en la que ella se hospedaba.
Él
se había reído cuando ella le dijo que no le gustaba que tonteara con otras
mujeres. Aquella estúpida risa era una señal clara de que él no iba a cambiar.
Miró el anillo de compromiso que estaba en su dedo. Luego, recordó cómo se dejó
embaucar. Los potentes músculos de su torso…Sus muslos musculosos…Sus brazos
musculosos…
¡Soy
una cría!, pensó Denise.
-Yo quiero un hombre que me quiera-había
afirmado la noche antes-Quiero que me ames. Estoy cansada de sufrir un
desengaño amoroso tras otro. Si piensas que no puedes estar conmigo, entonces,
acabemos con esto de una vez por todas. Yo seguiré con mi vida y tú seguirás
con tu vida. No nos volveremos a ver. Pero si piensas que lo nuestro tiene
futuro, demuéstramelo. Necesito estabilidad. Ha llegado el momento en el que
tengo que asentarme. Yo he roto con mi antigua vida buscando la felicidad más
completa. Creo que la puedo encontrar aquí…Que la puedo encontrar a tu lado,
Jack. Pero quiero que me lo demuestres.
Él
se llevó la mano a su bolsillo. Sacó una cajita. Del interior de la cajita sacó
un anillo de diamantes.
Cogió
la mano de Denise. Introdujo el anillo en su dedo anular. Ella se lo quedó
mirando con expresión atónita. Jack besó la mano de Denise. No hubo una
declaración de amor romántica, como la que le había hecho Matt meses atrás.
Jack no se puso de rodillas. Había sido una pedida muy sosa, admitió Denise.
Pero, en aquellos momentos, su sentido común desapareció. Apareció la Denise superficial que
había creído que un rostro de facciones duras, una mirada fría y un cuerpo
musculoso eran suficientes como para iniciar una nueva vida.
Y
ella odiaba a aquella Denise inmadura.
Cada
vez que sentía la mano de Jack acariciando su brazo, ella perdía por completo
la razón. Jack le besó el dorso de la mano.
Soplaba
una suave brisa que azotó las piernas de Denise.
Ella
había perdido contacto con la realidad. Estaba pendiente de los dedos de Jack,
que estaban frotando sus brazos en aquellos momentos. Él jamás la había mirado
con dulzura, pensó Denise, pero ella había deseado creer que Jack la amaba.
Necesitaba ser amada después de cómo había huido de Los Ángeles dejando a Matt.
-No soy un hombre que se ate a una mujer, pero
voy a hacer una excepción contigo-afirmó Jack-Casémonos. Vamos a probar qué tal
es la vida conyugal y si podemos ser felices.
Eso
fue todo.
-Me gustas mucho, Denise, pero eres una mujer
complicada que lo quiere todo o no le sirve de nada-prosiguió Jack-Soy un
espíritu libre. Intentas atarme, pero no lo consigues. Necesitas estabilidad.
Quizás yo no sea el hombre adecuado para ti, pero me gustas tanto que quiero
intentarlo. Quiero saber cómo es una relación monógama.
-¿Estás hablando en serio, Jack?-se asombró
Denise-¿De verdad quieres que nos casemos?
Jack
no había sido nada romántico.
Pero
ella escuchó lo que quiso escuchar. Abrazó a Jack. Se besaron en los labios.
Había aceptado probar cómo es el
matrimonio y una relación monógama. Fue una pedida muy fría. Sin
romanticismo.
¿Por
qué tuve que decir sí?, se preguntó
Denise así misma. Pudo haberle respondido que no…Haberle mandado a la porra…
Pero
había mandado a la porra a un chico maravilloso.
Y
había terminado en los brazos de un completo imbécil. Me lo merezco, pensó
Denise. Me merezco lo que me está pasando.
Había
renunciado a muchas cosas sólo porque no sabía lo que quería, aunque sí sabía
que no era esto lo que quería. Jack
no la amaba. Y ella, a su vez, tampoco lo amaba.
Salió
a la calle. Necesitaba tomar el fresco. No se movería del portal. Después de
todo, iba en camisón. Unas zapatillas de felpa cubrían sus pies. Llevaba encima
la bata de casa. Entonces…Le vio…
Estaba
delante de ella. Denise creyó que se iba a desmayar. Pensó que le faltaba el
aire. Era…¡Matt!
El
chico que tanto la había ayudado en el pasado…Su maravilloso novio…El hombre
que había querido casarse con ella…Y ella…¡Le había abandonado!
Pensó
en meterse dentro del portal. Podía volver a su habitación. Después de todo, él
no la había visto. Pero sus piernas se negaron a responderle. Se había quedado
paralizada. Matt pasó de largo.
Denise
no sabía si echarse a reír o echarse a llorar. Matt la había ignorado.
Le
había visto otra vez. Denise estaba saliendo del supermercado en el que solía
hacer la compra cuando vio cómo Matt se detenía a hablar con Derek, el dueño
del bar. Derek había sido policía, pero un disparo le había hecho jubilarse
antes de tiempo. Derek tenía un genio terrible desde que otro disparo acabó con
la vida de Megan. Su novia.
Denise
pasó de largo. Pero no pudo evitar fijarse en que Matt seguía sin verla. Toda
su atención estaba centrada en Derek. Oyó cómo el ex policía se reía. Jack
aseguraba que Derek jamás se reía. Matt tenía el don de hacer la vida más feliz
a todo aquel que le rodeaba. Por muy infeliz que se sintiera. Como era el caso
de Derek.
Denise
oyó cómo Derek le decía algo a Matt. ¿Se estará refiriendo a mí?, pensó.
Aceleró el paso. Apretó la bolsa de la compra contra sí. Matt seguía sin
fijarse en ella.
-Vi morir a la mujer que más amaba en el
mundo-le dijo Derek a Matt.
-Lo siento mucho-se lamentó el joven-Debió de
ser terrible para usted.
-Llámame de tú. No soy tan viejo. Apenas te
llevo unos años.
-Gracias.
-No puedo volver a amar. Siento como si…Me
hubiesen arrancado una parte vital de mi cuerpo.
-Le entiendo. A mí me pasa lo mismo. Perdón…Te
entiendo.
-Eso está mejor. Cogí las manos de mi Megan en
el hospital. Ella se estaba yendo. Lo estaba viendo. No podía hacer nada para
retenerla porque la bala de aquel miserable le perforó un pulmón. Le repetí una
y otra vez lo mucho que la quería, pero pensé que era demasiado tarde. Me
arrepentí de no habérselo dicho. Me odio desde aquel día. Pero tú eres joven,
chico. Pienso que todavía estás a tiempo de encontrar a esa joven y de
demostrarle lo mucho que la quieres. Dile que la quieres todos los días.
Denise
y Jack se encontraron en el bar que regentaba Derek. Se llamaba Megan en honor a su novia muerta. Se
sentaron, tal y como tenían por costumbre, en una de las mesas que había en el
fondo. Fue Megan la que pidió una cerveza fría y espumosa para Derek. Lo que
ella quería era una Coca-cola fría. Derek tomó nota. Les sirvió al cabo de un
rato. Denise se sintió incómoda. Derek no hacía otra cosa más que mirarla.
Había
puesto la juxe-box. Estaba sonando
una canción de un grupo que estaba causando furor.
Denise
había visto la actuación de Los Beatles semanas antes en El show de Ed Sullivan.
No entendía
la reacción histérica de las chicas que habían acudido al plató. Nunca antes
había escuchado tantos gritos.
Sonrió
para sus adentros. Bueno…Sí…Entendía el porqué de aquellos gritos… Tiempo
atrás, ella y Dana fueron a un concierto de Elvis Presley. Dana era una fan
devota del autoproclamado Rey del Rock. Ella
y Denise se pasaron todo el concierto gritando como locas. Elvis seguía
causando sensación. Pero Dana ya no le escuchaba. O quizás todavía lo
escuchaba. Denise no estaba muy segura de ello. Hacía mucho que no veía a Dana.
La echaba de menos.
Denise
se sobresaltó cuando sintió cómo Jack le acariciaba la mano con la yema de los
dedos por encima de la mesa.
En
aquellos momentos, ella no estaba pensando en él.
No
sentía nada cuando él la tocaba.
Había
parejas que bailaban en la improvisada pista de baile. Eran parejas muy
jóvenes. Recordó que a ella le gustaba bailar. Había bailado al son de La Bamba con Matt. Pero a Jack no le gustaba
bailar. Al poco de llegar Denise a Houston, en Dallas un tiro acabó con la vida
del Presidente Kennedy. Denise estuvo llorando durante días. Incluso Derek
también lloró cuando vio cómo moría el Presidente. Le había votado porque era
un firme demócrata. Le apoyó cuando intentó invadir Cuba. Y quiso verle cuando
viajó a Dallas. Fue como ver morir otra vez a Megan. Así lo describió. Pero
Jack se burló de él. No era capaz de llorar por su Presidente asesinado.
Jack
le confesó a Denise que se alegraba de
la muerte de Kennedy. Él había votado a Richard Nixon.
Denise
recordó que jamás había visto a Jack sonreír.
-Tienes que estar contenta porque hoy estoy
contigo-le dijo Jack.
Derek
le había servido su jarra de cerveza. Le había servido a Denise su Coca-cola.
La
joven miró a su prometido con expresión atónita.
Bebió
un sorbo de su vaso de Coca-cola.
-Lo que yo espero es que nuestra relación vaya
en serio-dijo Denise-Después de todo, nos vamos a casar. Aunque no hemos fijado
la fecha para la boda.
-Me parece que tienes mucha prisa en
casarte-sonrió Jack-Yo no tengo tanta prisa por unirme a ti en matrimonio.
Somos todavía jóvenes, Denise. Nos divertimos mucho juntos. Todavía no nos
hemos acostado juntos, cierto. En ese aspecto, eres muy antigua.
-Puedes llamarme como quieras. No quiero
acostarme contigo hasta que no estemos casados. Puede que haya personas que
practiquen eso que se llama amor libre. Pero
yo no soy de esas personas. Me gusta pensar que el sexo es mucho más que pasar
un buen rato. Además, no quiero quedarme embarazada de un hombre que no me va a
responder como tal.
-¡Por el amor de Dios, Denise! ¡No seas
ingenua! No puedes quedarte embarazada con los adelantos que hay hoy en día.
Puedes tomar la píldora si eso te tranquiliza. Yo puedo ponerme un condón.
Puedes usar el diafragma. Habla con tu ginecólogo. Creía que la gente que vivía
en Los Ángeles era más liberal en sus relaciones sentimentales. Pero, si
quieres esperar, que así sea. Esperaremos. Esperaré.
Aún
así, Denise pensó que Jack quería acostarse con ella a toda costa.
Sólo
soy una muesca más, pensó. Tendría que romper mi compromiso… Devolverle el anillo…
Pero
se contuvo.
-Cuando nos casemos…-dudó Denise-No quieres
que trabaje fuera de casa. Luego, tú también eres un antiguo. No pasa nada
porque una mujer trabaje.
-La mujer tiene que estar en su hogar y cuidar
de su marido y de sus hijos-afirmó Jack-No me fío nada de las mujeres que
trabajan. Tienen fama de ser…Promiscuas…
-Hasta que me vine a vivir aquí estuve
trabajando. Soy abogada y me gusta mi profesión. Y me considero una mujer
decente. Como te he dicho, estoy en contra de las relaciones prematrimoniales.
¡Y me consideras antigua! Pero también piensas que soy promiscua. No te
entiendo, Jack.
-Denise-la llamó Derek-¿Puedes acercarte?
Tengo que hablar contigo.
La
aludida se puso de pie y se acercó a la barra. Agradeció que Derek la llamase.
De seguir hablando con Jack, probablemente le habría tirado la Coca-cola a los ojos.
Estaba furiosa con él. Pero también estaba furiosa consigo misma. No era capaz
de romper con él. Y se odiaba así misma por eso.
Me
está bien empleado, pensó. Por comportarme igual que una cría.
-¿Qué ocurre, Derek?-le preguntó al dueño del
bar.
-He visto a un amigo tuyo-respondió el
aludido-Puedo decir que también es amigo mío. Es un chico muy agradable. Me ha
caído simpático.
-¿Un amigo mío?-Denise se puso blanca como la
cera. Un nombre acudió a su cabeza. Matt.
-Viene de Los Ángeles. Dice que es editor.
-¿No se llamará por casualidad Matthew?
-Así es. Pero sus amigos le llaman Matt. Dice
que arde en deseos de verte.
-Gracias…Lo tendré en cuenta…
Derek
fue al cementerio. Llevaba un ramo de rosas amarillas, las flores favoritas de
Megan. Se arrodilló delante de la tumba de la mujer que más había amado. Sus
ojos se llenaron de lágrimas y no las reprimió. Había pasado toda su vida reprimiendo
sus sentimientos por miedo a parecer débil. En aquel aspecto, se había parecido
a Jack. Tuvo la sensación de que Megan estaba ahí. No podía verla, pero sentía
su presencia.
-Derek…-le llamó una voz.
-Aquí estoy, Megan-contestó él-He venido a
verte.
Cerró
los ojos. Sintió cómo las lágrimas corrían por sus mejillas. Un sollozo acudió
a su garganta. Recordó todas las veces que él y Megan se habían besado. No
reprimió aquel sollozo que pugnaba por salir de su garganta.
-No quiero que estés triste, Derek-le dijo
Megan.
-Estoy triste porque no estás tú-contestó
él-He perdido a la única mujer que he amado en toda mi vida.
-Pero la vida sigue, mi amor. Y necesitas
seguir adelante.
-La gente que conozco parece que vive atascada
en su propio dolor.
-Como esa joven…Denise…
Derek
tenía una hija pequeña, fruto de una relación fallida. La niña vivía con su
madre.
Derek
no se atrevía a ir a visitar a su hija. ¿Qué le podía decir? Ella le vería
llorar. Últimamente, se pasaba los días enteros llorando. Había abierto el bar
porque no tenía trabajo. Le habían jubilado de manera anticipada de la policía.
Y él era todavía un hombre joven. Necesitaba salir adelante. Pero no le
apetecía trabajar. Se estaba hundiendo en la apatía. Y Megan lo sabía.
-Quiero que me hagas un favor-dijo
Megan-Necesito que hables con esa joven…Con Denise…Jack es un buen hombre. Pero
no es el hombre que ella necesita.
Ella llegó a Houston en busca de respuestas.
-Yo no le puedo dar una respuesta-replicó
Derek-No sé lo que está buscando esa chica. Es más. Yo también ando muy
perdido.
-Pero la puedes orientar. Te has hecho amigo
de su novio.
-Soy amigo de Jack.
-Me estoy refiriendo a su otro novio.
-¿Te refieres a Matt?
-A él.
-¿Y qué quieres que haga, Megan? Dímelo.
-Habla con Denise. Trata de abrirle los ojos.
-No querrá escucharme.
-Te escuchará. Ella anda muy perdida. Creyó
que estaba haciendo lo correcto cuando se vino a vivir aquí. Se equivocó. No
dejes que vuelva a equivocarse.
Necesitaba
estar sola.
Pero
había escogido el peor sitio del mundo para estar sola.
Denise
miraba a los niños que estaban jugando en el parque.
Sonrió
con nostalgia al recordar su infancia. Había tenido una infancia muy feliz,
quizás un poco rota por la marcha de su padre al frente. Estuvo combatiendo en
el Pacífico hasta el final de la guerra. Denise nunca entendió el porqué el
Ejército de su país tuvo que lanzar una bomba sobre una ciudad japonesa sólo
para que el Ejército nipón se rindiese.
Sé
comprensiva, Denise, le había dicho su padre. Lo hemos hecho en el nombre de la
paz.
¿En
el nombre de la paz?
Denise
no lo podía entender. ¿En qué país vivía?, se había preguntado. Niños
inocentes…Mujeres…Hombres…Todos habían muerto sólo porque un soldado
estadounidense había lanzado una bomba sobre su ciudad. Estados Unidos había
ganado la guerra. Pero tenía las manos manchadas de sangre. De sangre
inocente…Podía decirse que Denise estaba muy decepcionada con su país. Ahora,
estaba sumido en otra guerra en Asia.
Quería
llevar la democracia a Vietnam…Matando vietnamitas…
En
aquel momento, Derek se sentó a su lado.
Le
había prometido a Megan que trataría de ayudar a Denise en la medida de lo
posible, pero le parecía poco probable.
-Hola, Denise-la saludó-¿Puedo sentarme? Te he
visto sola. Y he pensado que, a lo mejor, necesitas compañía.
-¡Claro!-contestó Denise-Puedes sentarte.
Estamos en un país libre. O eso dice.
-No te hagas mala sangre, Denise. Estados
Unidos es un gran país. Lo que pasa es que…Tiene sus defectos…Como todo el
mundo.
-No creo que los negros piensen lo mismo. No
pueden pisar un parque como éste sólo porque es para blancos. Es un gran país
que, si sigue por ese camino, se va a quedar desierto.
-No he venido aquí para hablar de
política…Aunque tengas razón…
Derek
se sentó en el banco en el que estaba sentada Denise y trató de reconducir la
conversación. No quería hablar con ella de la lucha por los derechos sociales.
Pero la muerte de Megan le había abierto los ojos a una realidad que
desconocía.
-Jack se parece mucho a nuestro país-afirmó
Derek-Es un buen hombre. El problema es que tiene muchos defectos. Cree que el
mundo gira alrededor de él y eso no es cierto.
-Jack y yo nos vamos a casar-le comunicó
Denise-Tú eres amigo suyo. Espero que te alegres por nosotros y que nos desees
mucha felicidad. Yo…Espero ser feliz a su lado.
-No sé la clase de hombre que a ti te
conviene. No me malinterpretes; mi interés por las mujeres murió el mismo día
que murió mi Megan. Lo que quiero decirte es que tú eres una mujer que quiere
ser feliz al lado de un hombre. Eres fiel por naturaleza. Y exiges que tu
marido te sea fiel. Y, por desgracia, Jack no es así. Jack te sería infiel.
-Eso lo sé. Pero tengo la sensación de que
merezco a un hombre como Jack a mi lado. Aunque esté a punto de cumplir treinta
años, me he comportado igual que una niña pequeña. No tengo nada. Dejé mi
ciudad, mi trabajo, mi familia, mis amigos y mi novio y me vine a vivir aquí
porque deseaba dar un cambio radical en mi vida. ¡Y me equivoqué! Ahora, estoy
prometida con un tipo que me será infiel, si no me está siendo ya infiel. Me
dejé llevar…¡Es tan guapo! ¿Qué tengo ahora? Nada. Sólo tengo…Un precioso
anillo de compromiso…
-El anillo se puede devolver. No puedo
recuperar a Megan. Pero quiero pensar que no vas a tirar tu vida por la borda.
Todavía no te has casado con Jack y aún estás a tiempo de suspender la boda. Me
imagino que Jack no habrá puesto fecha a la misma. ¿Verdad que no?
-Jack no es muy romántico que digamos. Quiero pensar que, a su manera,
él también me quiere. Yo le quiero, pero…No sabría cómo definir exactamente lo
que siento por él. Confundí la lujuria con el amor y, ahora, lo único que me
queda es la resignación. Estoy cansada de equivocarme. Y quiero convertir esta
equivocación en un acierto. Porque no soy tonta. Sé bien que he metido la pata
hasta el fondo. Pero…Es muy tarde…No puedo dar marcha atrás…ADVERTENCIA: Esta historia termina aquí. En ocasiones, la gente no sabe qué hacer cuando es consciente de que ha cometido una terrible equivocación. Decide seguir adelante porque tienen miedo de afrontar las consecuencias de sus actos. A pesar de ser conscientes de que van a sufrir mucho. ¿Terquedad? ¿Cobardía? Posiblemente...Ambas cosas...
Aunque no tenga nada que ver con la saga, me apetecía compartirla aquí.
Espero que os haya gustado.
pobrecita es terrible cuando uno se da cuenta de los errores que comete por no medir las consecuencias de sus actos. Te mando un beso y te me cuidas
ResponderEliminarHola Citu.
EliminarEn ocasiones, nos damos cuenta demasiado tarde de que hemos cometido un error y sentimos que no podemos dar marcha atrás porque no tiene remedio.
Y eso es una desgracia.
Un fuerte abrazo.
Cuídate.