Y llegamos hoy al final de El prometido.
Espero que os haya gustado este pequeño relato protagonizado por Joseph y por Brighid.
¡Vamos a ver lo que pasa!
El viaje se le estaba haciendo eterno a Brighid.
Joseph le habló de su pequeño Víctor. De lo mucho que lo quería.
Tardaron dos o tres días en llegar a Dooega y, cuando Joseph le indicó a su mujer que estaba viendo a lo lejos el pueblo al asomarse por la ventanilla del carruaje, Brighid se puso muy nerviosa.
-No te preocupes, cariño-la tranquilizó Joseph-Todo irá bien.
La casa de la familia Dashwood parecía sacada de uno de los libros que solía leer Sarah.
Se encontraba en las afueras de Dooega. Era una magnífica mansión construcción de piedra. Brighid pensó que aquella mansión que le recordaba a un castillo sería desde aquel mismo instante su nuevo hogar. Había visto la Iglesia del pueblo abierta y a una señora vestida de luto que entraba en su interior. También había visto la bahía de Camport, repleta de actividad, con los barcos que partían a faenar a alta mar.
-Es un lugar muy interesante-le comentó a Joseph.
El joven advirtió de que Brighid se había puesto muy blanca al entrar el carruaje en Dooega. Las tierras que poseían los Dashwood eran inmensas. Pertenecían a Joseph. El joven abrazó con cariño a su mujer y la besó en la frente.
-¿Te asusta conocer a mis padres?-le preguntó-¿Te preocupa conocer a mi hijo?
-Me asusta el no caerles bien-respondió Brighid-No me conocen de nada.
-Cuando te conozcan, te adorarán. Es imposible no quererte, Brighid. Mi hijo te querrá tanto como te quiero yo.
La joven sentía que estaba soñando. El convertirse en una de las señoras de aquella casa tan inmensa la abrumaba en exceso. Era la primera vez que visitaba Dooega y le parecía un pueblo bonito y agradable. Esbozó una sonrisa al ver la confianza que Joseph estaba depositando en ella. Brighid se dijo así misma que tenía que tranquilizarse. Su marido estaba a su lado. Él la apoyaba en todo. Tuvo la sensación de que se iba a perder dentro de su nuevo hogar. Era el doble de grande que la casa en la que había nacido. Sarah tendría que estar aquí conmigo, pensó Brighid. Trató de relajarse y de mantener la calma. No quería parecer un manojo de nervios delante de sus suegros.
El carruaje se detuvo al entrar en el jardín de la mansión. Joseph descendió en primer lugar y ayudó a bajar a su esposa. El miedo regresó a ella. Sería una de las tres señoras de la casa, ya que Joseph era el menor de tres hermanos. Siempre había sido, curiosamente, el más responsable de los tres. Los dos mayores estaban casados y los hijos no venían. El mayor, Patrick, se había casado en segundas nupcias. Su primera esposa había muerto. Se decía que el único hermano fértil era Joseph, al haber llevado una vida tranquila.
Los criados habían salido a recibirles. Toda la familia Dashwood también había salido a recibir a los recién llegados.
Brighid empezó a temblar de manera visible. Siempre pensó que se quedaría a vestir Santos.
Sarah tendría que estar aquí, pensó. La bella Sarah...Con su cabello de color caoba...
Sarah podría ser la señora de esta inmensa mansión, pensó Brighid. Yo no lo haré bien. Joseph me está sobrevalorando. Tendría que irme de aquí. Salir corriendo. Joseph cortó el hilo de sus pensamientos. Le dijo que, al día siguiente, la llevaría a ver los hermosos acantilados que había. A Brighid le pareció una buena idea.
Los padres de Joseph fruncieron el ceño al ver a Brighid. Sir Caleb, el padre de Joseph, no estaba nada contento con las nueras que había tenido.
Patrick había estado casado en primeras nupcias con una viuda de pésimo recuerdo para los Dashwood. Ésta, a su vez, había estado casada dos veces. Con su primer marido no tuvo hijos. Con el segundo perdió el niño que esperaba antes de cumplir el octavo mes de gestación. Con Patrick tampoco tuvo hijos.
Patrick era el hijo mayor. Pero no era para nada responsable. Y lo mismo ocurría con Aidan, el hijo mediano.
Le tocaba a Joseph tirar para adelante.
Sir Caleb no sabía qué pensar de su nueva nuera. Desconfiaba ya de todas.
Tenía ya sesenta años. En el físico, Joseph era el que más se le parecía. Sir Caleb habría sido igual que Joseph cuando tenía su edad. Así lo valoró Brighid.
Los dos poseían la misma figura erguida. La misma pose...Pero sir Caleb era más obstinado que su hijo menor.
Los dos eran bastante altos. Pero sir Caleb parecía estar cansado de todo. Su vientre era bastante prominente. A su lado, su esposa, lady Stella, parecía ajena a la llegada de su nueva nuera. Sólo tenía ojos para su hijo.
-¿Cómo ha ido el viaje?-le preguntó a Joseph.
-Ha sido un viaje tranquilo-respondió el joven.
-Víctor está en la habitación de los niños. Le diré a la niñera que lo baje. ¿Ésta es tu esposa?
-Sí, madre. Es Brighid. Es maravillosa.
Sir Caleb tardó en acostumbrarse a tener a Brighid en casa. Y lo mismo le pasó a sus dos hijos mayores. Era una desconocida.
Sir Caleb y lady Stella se habían llevado un disgusto cuando Joseph se casó con Chandra. Hasta donde ellos sabían, ningún caballero se casaba con una joven hindú. ¡Y, encima, de baja casta!
Sir Caleb y lady Stella tardaron mucho tiempo en dar su bendición al primer matrimonio de su hijo menor. No llegaron a conocer a su nuera. Joseph les escribía hablándoles de lo maravillosa que era Chandra. De lo inteligente que era. De lo bien que se portaba con todo el mundo. No podían comparar a aquella delicada joven con Chandra. A Brighid la estaban viendo y la estaban conociendo, pero nunca habían visto ni habían conocido en persona a Chandra.
El mismo día de su llegada, Brighid conoció a Víctor.
No dijo nada cuando el niño apareció de improviso en lo alto de la escalera para saludar a su padre.
Sabía que el pequeño Víctor era mestizo. Joseph se lo había contado. Pero eso no le importó.
Aquel niño era el hijo de su marido. Era un niño que no tenía madre. Brighid deseaba ser su madre. Pero no quería que olvidara a la mujer que lo había traído al mundo. Entre Joseph y ella, le enseñarían a venerar el recuerdo de Chandra. En cuestión de días, Víctor adoraba ya a Brighid.
Los hermanos de Joseph tuvieron que aceptar a su cuñada. Sus esposas se dijeron así mismas que debían de hacerse amigas de Brighid. Y se encontraron con que la joven también quería ser amiga de ellas.
El responsable Joseph había encontrado a la mujer con la que quería pasar el resto de su vida.
Brighid llegó a conocer muy bien a sir Caleb. Podía ser un hombre un tanto arisco. Pero se hacía de querer.
A pesar de las apariencias, había algo en sir Caleb que le recordaba mucho a su propio padre. El hombre se encariñó con Brighid. A las pocas semanas de llegar a Dooega, la joven se había convertido para él en una hija. La trataba con gran cariño. No se parecía en nada a sus otras nueras. Brighid no era nada escandalosa. Todo lo contrario...Era discreta. No quería llamar la atención. Prefería pasar desapercibida.
Lady Stella también llegó a encontrar encantadora a su nuera. Lo cierto era que siempre imaginó a Joseph al lado de una mujer más impetuosa para contrarrestar la seriedad de su carácter. Sin embargo, tuvo que reconocer que Brighid sacaba lo mejor de su hijo menor y que era una buena madre para el pequeño Víctor. Brighid estaba llena de luz. Y eso se notaba. Se percibía.
Días después, Joseph llevó a Brighid cerca de los acantilados. Le mostró la inmensidad del mar. El cielo azul, igual que los ojos de Brighid. Ella encajaba a la perfección en aquel lugar.
Joseph besó a Brighid con todo su corazón. Supo que la amaría siempre. Que habían nacido para estar juntos.
FIN
Uy me sacaste un suspiro es una hermosa historia, te mando un beso
ResponderEliminarHola Citu.
EliminarMe alegro mucho de que te haya gustado tanto.
Un fuerte abrazo.