Hoy, me gustaría compartir con vosotros varias escenas eliminadas de mi novela Como una letra escarlata.
Estas escenas no verán la luz cuando pueda publicar esta historia.
Empecé a escribirla hace algún tiempo. Eran, más bien, la fusión de dos cuentos que escribí hace la tira de tiempo (tengo una copia guardada de esos cuentos).
Estos dos cuentos verán la luz en este blog en los próximos días.
Pero la dejaba. Me pasaba meses sin tocarla y, después, volvía a la carga.
Finalmente, me he animado a terminarla y estoy en la fase de corrección.
Deseo que ve la luz en Amazon una vez que la haya terminado, pero me temo que eso tardará lo suyo porque en Amazon entro a ciegas porque no sé cómo funciona. Y, además, soy malísima con el diseño de portadas.
Muy pronto, daré más datos acerca de esta historia que transcurre en Guayaquil, en Ecuador, durante la década de 1830. Cuenta la historia de dos hermanas muy distintas entre sí, Mariana y Penélope.
Espero que estas escenas sean de vuestro agrado.
El tal El Cuervo fue a visitar a Mariana aprovechando que Alejandro no estaba en casa.
Fueron
al salón. El Cuervo tomó asiento en el sofá. Mariana le sirvió un generoso vaso
con whisky. Ella bebió un largo trago de su vaso. El visitante se dio cuenta de
que Mariana estaba muy nerviosa. La joven se sirvió otro vaso con whisky. Se
sentó al lado de su amigo. Le agradecía su presencia en aquellos momentos.
Estaba muy preocupada.
-¿Qué te ocurre, Mariana?-le preguntó El
Cuervo a la joven.
-A ti no te puedo mentir-respondió ella-Tengo
un problema. Se trata de Penélope.
-¿De Penélope? ¿Tu hermana? ¿Ese manantial de
virtud que tanto aborreces?
-Penélope puede que no sea tan virtuosa como
crees. Me temo que podría meterse en un lío terrible si yo no intervengo. No
quiero que ella pase por lo mismo por lo que pasé yo.
-¿A qué te refieres?
-Mi hija vio el otro día a Penélope en
compañía de un chico. Y vino corriendo a decírmelo. Vicky dice que Pe, como la
llama, tiene novio. Yo le dije que eso era imposible. Pero Vicky insiste en lo
que vio. Tiendo a creer a mi hija. Ella siempre me dice la verdad. Los
demás…Suelen mentir y engañar a quienes confían en ellos. Lo sé por experiencia
propia. Pero no quiero amargarte el día contándote mis penas.
-¿Has hablado de este tema con alguien?
-He hablado con Alex.
-¿Y qué dice?
-No se lo cree. Él conoce a Penélope. Sabe que
jamás se liaría con alguien. No así…De sopetón…
-¿Cuándo vas a hablar tú con ella?
-No lo sé…
Mariana
se levantó del sofá en el que estaba sentada. Comenzó a pasearse de un lado a
otro del salón.
-Tendrías que hablar del tema con Penélope-le
sugirió El Cuervo.
Mariana
bebió un sorbo de su vaso de whisky.
No
podía hablar del tema con nadie. Ni siquiera con Alejandro. Y tampoco podía
hablar de ello con El Cuervo. Penélope era su hermana. Lo que significaba que
era su problema.
-¿Por qué no hablas con tus padres?-le sugirió
El Cuervo.
-No me creerían-contestó Mariana-Ya conoces a
mis padres. Ya sabes cómo son…Adoran a Penélope. Y me odian a mí. Penélope es
un ángel. Y yo soy un demonio. Que su niña se haya liado con
algún…Impresentable…Les rompería el corazón.
Le
tentaba la idea de vengarse de sus padres.
Mariana
sonrió con cierta malicia.
-Eres mala-sonrió, a su vez, El Cuervo-Finges
que eres buena. Finges que te has reformado. Pero yo sé bien cómo eres. Y me
gusta tu estilo. No cambies nunca, nena.
Mariana
borró la sonrisa de su rostro inmediatamente. Aborrecía a sus padres, sí. Pero
su odio no se extendía hacia Penélope. Su hermana no merecía ser la víctima de
su ira.
Mariana
se dijo que tenía que hacer algo para ayudar a Penélope.
-Estoy un poco cansada de ser una chica mala, El
Cuervo-le confesó a su amigo.
Volvió
a sentarse a su lado. El Cuervo estaba medio enamorado de Mariana. Igual que
todos los hombres de Guayaquil. Incluso habían compartido cama en alguna que
otra ocasión. Pero eso fue antes de que Mariana conociese a Alejandro. Desde
entonces, su marido era el eje de su vida. Pero no podía olvidarse de Victoria.
Como tampoco podía olvidarse de Penélope. También formaban parte de su vida.
-¿Qué me aconsejas que haga?-le preguntó Mariana
a El Cuervo.
-¿Tú qué harías?-le preguntó él a su vez.
-No lo sé. Nunca he pensado que Penélope. En
fin…Ella…
-Tu hermana es un ser humano y también tiene
sus necesidades, lo mismo que tú.
-¡Se supone que Penélope es la hermana buena y
yo soy la hermana mala!
-Las cosas han cambiado.
-¿En qué sentido ha cambiado mi vida?
-En todos los aspectos. Para empezar, tienes
una hija. Te has casado con una de las figuras más respetables. No sólo de todo
Guayaquil. Sino también de todo el Ecuador. ¿Lo has pensado? Ahorita, tienes
que portarte como lo que no eres. Una señora…Tienes que dar ejemplo ante tu
hija y ante la sociedad en general.
-Pero…
-Y, luego, está Penélope. Tu hermana es una
muchacha muy joven. Es muy bonita. Es lógico que los hombres se acerquen a ella
atraídos por su belleza. La pretenden…La rondan…
Mariana
sintió cómo sus ojos se llenaban de lágrimas. De pronto, se sintió vieja y
cansada.
¿Acaso
no era eso ya? Era una mujer vieja y aburrida. Penélope estaba viviendo su
momento de mayor esplendor.
-Nunca debí casarme-se lamentó Mariana-Nunca…Yo…Yo
no estoy hecha para el matrimonio. Y tampoco estoy hecha para la maternidad. Victoria…Ella…
Tengo la cabeza hecha un lío, Cuervo. Lo
siento. No sé ni lo que digo. No detesto a Penélope. Estaría mintiendo si te
digo lo contrario. La quiero mucho. Es de las pocas decentes que tengo en la
vida. La otra cosa decente que tengo es mi niñita.
-No te preocupes-sonrió el hombre-Es normal
que estés un tanto preocupada por Penélope. Es tu hermana pequeña.
-Ya.
-A partir de ahora, vigílala. Procura que no se meta en líos. Ruego a
Dios que no termine como tú.
Lo
último que quería Mariana era ver el nombre de su hermana pequeña arrastrado
por el fango.
Mariana podía ser una mujer rebelde.
Pero eso no era aplicable a Penélope. Mariana podía haberse acostado con todos
los hombres de Ecuador. Pero Penélope debía de llegar virgen al altar. No veía
a Mariana sufriendo los rigores de un embarazo o de un parto. Los ojos de Mariana,
negros como la noche, brillaban cuando posaba la vista en Penélope. Su único
apoyo en los malos momentos.
Penélope no la abandonó cuando fue
llevada al consultorio malherida.
-Mi
niña…está bien…tiene que…estar bien…porque Vicky…-balbuceó Mariana.
-Está
con una amiga tuya-le mintió Penélope-Salió ilesa del accidente.
Alejandro quería pensar que todavía
había esperanzas, que Mariana se recuperaría y que las cosas volverían a ser
como era antes. Incluso tendrían más hijos. Jamás le preguntaría acerca de la
identidad del padre de Victoria. No era asunto suyo. Sólo le preocupaba ella.
La belleza exquisita de Mariana se
mantenía intacta. Alejandro deseaba tocarla, pero no se atrevía.
Estaba muerta.
Muerta…
Muerta…
Aquella mujer que yacía en el ataúd
era su esposa. Y nunca más volvería a abrir los ojos. Se había ido. Ido…
Nunca más volvería a hablarle. Nunca
más le dedicaría una de sus provocadoras sonrisas. Nunca más volvería a reír
con él. No escucharía nunca más su risa.
Tímidamente, acercó la mano hacia
ella y le tocó el brazo con la punta de los dedos. Pensó que Mariana abriría
sus ojos negros y aterciopelados y le miraría. Entonces, él le diría que
pensaba huir con ella. Irían juntos a los confines del Universo y la ayudaría a
superar la muerte de Victoria mientras fingía que acababan de conocerse y que Mariana
se había mantenido virgen para él. Era una locura. ¡Una gran locura!
-Te
has ido-susurró-No vas a volver. ¿Por qué, Mariana? ¿Por qué me has abandonado?
Yo te quiero. Te quería. Mariana…Por favor…No me dejes.
Mariana jamás volvería a caminar
moviendo las caderas de forma provocativa. Pronto, no quedaría nada de ella.
Sólo los huesos. Su piel sería devorada por los gusanos. Alejandro se
estremeció de asco. El cabello negro de Mariana sería reducido a polvo. Igual
que se consumirían sus hechiceros labios. Unos labios que Alejandro nunca más
besaría.
-Yo
era el que más quería a Mariana-afirmó El Cuervo-Era una diosa para mí.
Alejandro se encaró con el que fue una
vez amante de su esposa antes de conocerle.
-¿Y
qué pasa con esa joven española a la que dejaste olvidada en Londres?-le
espetó-Ella quería casarse contigo. He oído rumores. Quería abandonar a su
prometido para irse contigo. Pero ella quería casarse antes. No quería ser sólo
una de tus amantes.
-Nunca
me importó esa mujer-se sinceró El Cuervo-Tu mujer no era una más. Debió de ser
mía.
El Cuervo era el tío de Victoria. Así era como lo llamaba
la niña. Tito. Alejandro se consumía
de celos cada vez que veía a El Cuervo cerca de Mariana. El muy canalla
mantenía las distancias.
Quería pensar que Mariana le
pertenecía por completo. Quería pensar que Mariana estaba locamente enamorada
de él. Pero siempre estuvo al tanto de la relación que hubo entre ellos. No
fueron sólo amigos, sino que fueron amantes. Mariana le echaba de menos, pero
sabía que Alejandro era muy celoso. Siempre estaba pensando lo peor de ella y
eso no se lo podía perdonar. Desde antes de Navidad, no compartían cama por
decisión de Mariana.
-Mariana
debió de haberse casado conmigo-afirmó El Cuervo-Me quería. Jamás estuvo
enamorada de ti, ricachón.
Alejandro apretó con rabia los
puños. Deseaba partirle la cara a aquel indeseable. Pero no quería liarse a
puñetazos con un delincuente con el cadáver de Mariana todavía caliente. El
Cuervo miraba a la joven con dolor. A su
manera, también había querido a Mariana. La seguía queriendo.
-Ella
me amaba-replicó Alejandro-Pero su forma de amar era muy rara.
-Mariana
nunca tuvo buen gusto a la hora de enamorarse-ironizó El Cuervo-Un tal Ulises
se enamoró de ella. Quiso darle sus apellidos a los niños. No pudo hacerlo.
Murió antes de llegar a pedir su mano en matrimonio. La conoció cuando aún
estaba preñada. Pero, aún así, se enamoró de ella. Se fue de viaje. Y ya no más
no regresó. Y…Antes…Estuvo aquel español. El tal Aquiles…Se largó.
-Primero
murió Ulises. Luego, murió el niño. Se llamaba Juan. Lo sé. Conozco toda la
historia. Mariana me la contó. Fue sincera en aquel aspecto conmigo.
El Cuervo tenía los ojos llenos de
lágrimas de dolor y de impotencia.
-No
sé qué será de mí sin ella-se lamentó-No es ya para ti. Nunca fue para mí. Mariana
no pertenecía a nadie.
¡Mariana me pertenecía porque era mi
esposa!, quiso gritar Alejandro. Mariana era la mujer más decente que él y El
Cuervo jamás habían conocido. A lo mejor, Mariana habría sido más feliz de
haber podido casarse con El Cuervo. Él no habría sido un buen padre para Victoria
porque no era la clase de progenitor que la niña necesitaba.
Había aparecido en la vida de Mariana
poco tiempo después de la muerte de Ulises. Se encariñó con los hijos de la
joven. El Cuervo fantaseaba con la idea de fundar los cuatro una familia.
Quería empezar de nuevo. Se un hombre decente.
Pero todo se vino al carajo.
El pequeño Juan murió y Mariana
estuvo a punto de morir con él porque estaba destrozada.
Mariana le exigía demasiado a los hombres.
-Necesito
tener a alguien a mi lado-le había dicho a Alejandro alguna que otra
vez-Necesito que cuides de mí. Estoy sola. ¿Ves? Vicky y yo estamos solas.
Permanencia…Respetabilidad…Compromiso…Alejandro
no quería fundar una familia y Mariana le estaba exigiendo un compromiso.
No con Penélope. Con ella.
Mariana había tenido mucha suerte.
Su matrimonio con Alejandro la había catapultado a lo más alto. Sin embargo,
los miembros de aquella clase alta la rechazaban. Conocían de sobra su pasado
como para aceptarla como una más. No era una de ellos.
La seguían rechazando de forma
visible. Nada sutil.
Mariana seguía siendo una paria
social. Vestía de forma elegante, pero seguía siendo una paria. Alejandro se
dio cuenta de que su mujer había adelgazado mucho en los últimos meses. Incluso
sus cabellos negros habían perdido toda su brillantez. Oyó a la doncella de Mariana
comentar con la criada que la atendía que la señora estaba perdiendo pelo.
¡Pelo! ¡Mariana!
Llevaba el pelo suelto y parecía más
escaso que en meses anteriores.
-¿Lo
ves?-le recriminó El Cuervo-¡La has hecho enfermar! ¡Mariana no murió en un
accidente! ¡Se mató para no sufrir más!
-¡Eso
es mentira!-estalló Alejandro.
Deseaba gritarle a aquel degenerado
que Mariana estaba bien.
-Por
favor, caballeros, no peleen delante de la muerta-intervino Sara.
-No
están hablando ellos-dijo Penélope-Están destrozados. No piensan en nada de lo
que están diciendo.
-Mariana
jamás debió de haberse casado contigo, maldito ricachón-acusó El Cuervo a
Alejandro-¡Por el amor de Dios! Ni siquiera fuiste capaz de darle tus apellidos
a Victoria. Podíais haber tenido más hijos. Mariana pudo haber dado a luz a un
varón. Pudiste haberle dado a la niña una pequeña dote. Ella podría haberse casado
bien dentro de unos años. No te habría molestado. De haber tenido Mariana un
varón, a lo mejor, habrías reconocido a Vicky como hija tuya. Para que Mariana
te dejase en paz con tu Príncipe Heredero. ¿Verdad?
-He…Mira,
jamás habría hecho ninguna distinción entre un hijo mío y Victoria. Conozco
bien a Mariana y sé que ella habría desaprobado ese comportamiento en mí porque
adora a su hija.
-También
era tu hija.
-No
llevaba mi sangre.
-Por
favor…-suplicó Sara-Caballeros…
Penélope la agarró.
Sara parecía que estaba a punto de
desmayarse. Estaba muy pálida. Fue obligada a sentarse en el sofá.
-¡Sales!-gritó
la señora Morales-¡Necesitamos sales!
La señora Balaguer traía su frasco
de sales en el bolso. Lo sacó. Lo colocó debajo de las narices de Sara.
-Eso
es, querida-le dijo-Inhala. Respira. Vamos…
Poco a poco, Sara fue recuperando la
conciencia. Estaba mareada. Fue incapaz de articular palabra.
Penélope miró con odio a Alejandro y
a El Cuervo. ¿Qué pasaba? ¿No eran capaces de respetar a Mariana? El cadáver de
su hermana estaba de cuerpo presente. Todavía estaba caliente. Penélope no
sentía la menor simpatía por El Cuervo. Pero el comportamiento de Alejandro
estaba dejando mucho que desear.
-¿No os da vergüenza a ninguno de ustedes su comportamiento?-les
espetó-¡Mírenla! Mi hermana está muerta. ¡Muerta! ¿Y dicen que la querían?
¡Pues no lo parece! ¿Qué están haciendo? ¡Están discutiendo! Dentro de un rato,
llevarán a Mariana al cementerio para que la entierren. Les exijo que se
comporten. Alejandro…Me decepcionas. Creía que estabas enamorado de Mariana. Y
usted, señor Cuervo, dejo que esté aquí sólo porque era amigo de mi hermana.
Les ruego que no me obliguen a tener que echarles del velatorio por su
comportamiento infame.
-Has
hecho lo que debías con mi hermano y con ese señor-oyó que le decía Álvaro a
Penélope.
-Iba
en serio en lo de echarles de casa si seguían discutiendo-oyó decir a
Penélope-No soporto las peleas. Y, encima, está todavía caliente el cuerpo de
mi hermana.
-Lamento
mucho todo lo que estás pasando.
-Eres
muy gentil.
Alejandro frunció el ceño al ver a
Álvaro cerca de Penélope.
No debo de tener celos, pensó. No
puedo sentir celos ahora.
Penélope tenía razón en lo que había
dicho. Estaba el cadáver de Lily caliente. Estaba junto al cuerpo sin vida de
su mujer. Un cuerpo al que no volvería a abrazar. No se atrevía a mirarla. Lily
se había ido. Y él se estaba portando de un modo abominable. Discutía con un
delincuente. Sentía celos de su propio hermano. Y Penélope…No podía evitar
sentirse atraído por su cuñada. Eso era lo más horrible de todo.
Que sentía algo más que mero cariño
por Penélope.
Tuvo que salir a la calle porque
sentía que se estaba ahogando. Hacía mucho Sol a aquella hora del día. Le
pareció una especie de burla.
Lily había muerto y ni siquiera el
Sol lloraba su pérdida.
Oyó que alguien se acercaba tras él.
Se dio la vuelta. Era Penélope. Le
había seguido a la calle.
Parecía un fantasma, todo vestido de
negro.
-¿Qué
estás haciendo aquí?-le preguntó Alejandro.
-He
visto que salías-respondió Penélope-Supongo que te agobias de estar dentro. No
me extraña. Yo también me agobio. Es una tortura esta espera. Deseo poder
enterrar a mi hermana.
-Lo
único que quiero es que Lily descanse en paz de una vez por todas. Este día se
me está haciendo eterno. Ya fue duro cuando murió Victoria. He enterrado a mi
mujer y a mi hijastra en menos de una semana. Deseo poder encerrarme en mi casa
y no salir nunca a la calle. Quiero…Necesito…Deseo estar solo. Y olvidarme del
resto del mundo.
Penélope palmeó a su cuñado en la
espalda.
Oyeron cómo la joven criada mestiza
de Lily iba sirviendo limonada entre los asistentes. Los allí presentes daban
gracias por la limonada. Algunos hombres esnifaban rapé. Alejandro pensó si no
estaban esnifando algo más que rapé. Sabía que había hombres muy degenerados
entre los asistentes al velatorio de su esposa.
-Sólo
sé que superaremos esta tragedia-asintió Penélope-¿Qué otra cosa nos queda? El
sacerdote habla de resignación. Pero nadie se resigna a la muerte de un ser
querido.
Un caballero exigía un vaso de
whisky.
Penélope salió a la calle. Cerró de
manera discreta la puerta y se colocó al lado de Alejandro. Vio pasar por
delante de la casa a una pareja.
-Jamás
entenderé esta cultura de la resignación-continuó hablando Penélope-No podemos
protestar ni rebelarnos. Sólo debemos callar. Y llorar. Y nada más.
-Echaré
siempre de menos a Lily-dijo Alejandro.
-Mi
hermana no nos puede haber abandonado así como así.
No quería llorar. Pero sentía que
acabaría llorando. Deseaba ponerse a gritar. Quería arrancarse los pelos. ¿Por
qué Lily se había ido? ¿Por qué también se había ido Victoria? ¿Tenía sentido
todo lo que estaba pasando? ¡Nada tenía sentido!
Alejandro abrazó con fuerza a
Penélope. Le dio un beso en la frente. La besó repetidas veces en las sienes.
Muy interesante y animo que amazon no es tan dificil. Mañana te paso una serie de links para que veas como se publica y tengo dos conocidas que hacen portadas pero si les pagas y ademas yo tambien me ofrecí ayudarte aunque mis portadas no son nada del otro mundo
ResponderEliminarHola Citu.
EliminarTe agradezco de todo corazón toda la ayuda que me estás brindando.
Y no digas que tus portadas son feas porque me voy a enfadar contigo. ¡Tus portadas son preciosas! Ya quisiera tener yo la maña y el talento que tienes para el diseño.
Un fuerte abrazo.