jueves, 24 de julio de 2014

ESCENAS ELIMINADAS DE MI NOVELA "COMO UNA LETRA ESCALARTA"

Hola a todos.
Hoy, me gustaría compartir con vosotros varias escenas eliminadas de mi novela Como una letra escarlata. 
Estas escenas no verán la luz cuando pueda publicar esta historia.
Empecé a escribirla hace algún tiempo. Eran, más bien, la fusión de dos cuentos que escribí hace la tira de tiempo (tengo una copia guardada de esos cuentos).
Estos dos cuentos verán la luz en este blog en los próximos días.
Pero la dejaba. Me pasaba meses sin tocarla y, después, volvía a la carga.
Finalmente, me he animado a terminarla y estoy en la fase de corrección.
Deseo que ve la luz en Amazon una vez que la haya terminado, pero me temo que eso tardará lo suyo porque en Amazon entro a ciegas porque no sé cómo funciona. Y, además, soy malísima con el diseño de portadas.
Muy pronto, daré más datos acerca de esta historia que transcurre en Guayaquil, en Ecuador, durante la década de 1830. Cuenta la historia de dos hermanas muy distintas entre sí, Mariana y Penélope.
Espero que estas escenas sean de vuestro agrado.

                            El tal El Cuervo fue a visitar a Mariana aprovechando que Alejandro no estaba en casa.
            Fueron al salón. El Cuervo tomó asiento en el sofá. Mariana le sirvió un generoso vaso con whisky. Ella bebió un largo trago de su vaso. El visitante se dio cuenta de que Mariana estaba muy nerviosa. La joven se sirvió otro vaso con whisky. Se sentó al lado de su amigo. Le agradecía su presencia en aquellos momentos. Estaba muy preocupada.
-¿Qué te ocurre, Mariana?-le preguntó El Cuervo a la joven.
-A ti no te puedo mentir-respondió ella-Tengo un problema. Se trata de Penélope.
-¿De Penélope? ¿Tu hermana? ¿Ese manantial de virtud que tanto aborreces?
-Penélope puede que no sea tan virtuosa como crees. Me temo que podría meterse en un lío terrible si yo no intervengo. No quiero que ella pase por lo mismo por lo que pasé yo.
-¿A qué te refieres?
-Mi hija vio el otro día a Penélope en compañía de un chico. Y vino corriendo a decírmelo. Vicky dice que Pe, como la llama, tiene novio. Yo le dije que eso era imposible. Pero Vicky insiste en lo que vio. Tiendo a creer a mi hija. Ella siempre me dice la verdad. Los demás…Suelen mentir y engañar a quienes confían en ellos. Lo sé por experiencia propia. Pero no quiero amargarte el día contándote mis penas.
-¿Has hablado de este tema con alguien?
-He hablado con Alex.
-¿Y qué dice?
-No se lo cree. Él conoce a Penélope. Sabe que jamás se liaría con alguien. No así…De sopetón…
-¿Cuándo vas a hablar tú con ella?
-No lo sé…
            Mariana se levantó del sofá en el que estaba sentada. Comenzó a pasearse de un lado a otro del salón.
-Tendrías que hablar del tema con Penélope-le sugirió El Cuervo.
            Mariana bebió un sorbo de su vaso de whisky.
            No podía hablar del tema con nadie. Ni siquiera con Alejandro. Y tampoco podía hablar de ello con El Cuervo. Penélope era su hermana. Lo que significaba que era su problema.
-¿Por qué no hablas con tus padres?-le sugirió El Cuervo.
-No me creerían-contestó Mariana-Ya conoces a mis padres. Ya sabes cómo son…Adoran a Penélope. Y me odian a mí. Penélope es un ángel. Y yo soy un demonio. Que su niña se haya liado con algún…Impresentable…Les rompería el corazón.
            Le tentaba la idea de vengarse de sus padres.
            Mariana sonrió con cierta malicia.
-Eres mala-sonrió, a su vez, El Cuervo-Finges que eres buena. Finges que te has reformado. Pero yo sé bien cómo eres. Y me gusta tu estilo. No cambies nunca, nena.
            Mariana borró la sonrisa de su rostro inmediatamente. Aborrecía a sus padres, sí. Pero su odio no se extendía hacia Penélope. Su hermana no merecía ser la víctima de su ira.
            Mariana se dijo que tenía que hacer algo para ayudar a Penélope.
-Estoy un poco cansada de ser una chica mala, El Cuervo-le confesó a su amigo.
            Volvió a sentarse a su lado. El Cuervo estaba medio enamorado de Mariana. Igual que todos los hombres de Guayaquil. Incluso habían compartido cama en alguna que otra ocasión. Pero eso fue antes de que Mariana conociese a Alejandro. Desde entonces, su marido era el eje de su vida. Pero no podía olvidarse de Victoria. Como tampoco podía olvidarse de Penélope. También formaban parte de su vida.
-¿Qué me aconsejas que haga?-le preguntó Mariana a El Cuervo.
-¿Tú qué harías?-le preguntó él a su vez.
-No lo sé. Nunca he pensado que Penélope. En fin…Ella…
-Tu hermana es un ser humano y también tiene sus necesidades, lo mismo que tú.
-¡Se supone que Penélope es la hermana buena y yo soy la hermana mala!
-Las cosas han cambiado.
-¿En qué sentido ha cambiado mi vida?
-En todos los aspectos. Para empezar, tienes una hija. Te has casado con una de las figuras más respetables. No sólo de todo Guayaquil. Sino también de todo el Ecuador. ¿Lo has pensado? Ahorita, tienes que portarte como lo que no eres. Una señora…Tienes que dar ejemplo ante tu hija y ante la sociedad en general.
-Pero…
-Y, luego, está Penélope. Tu hermana es una muchacha muy joven. Es muy bonita. Es lógico que los hombres se acerquen a ella atraídos por su belleza. La pretenden…La rondan…
            Mariana sintió cómo sus ojos se llenaban de lágrimas. De pronto, se sintió vieja y cansada.
            ¿Acaso no era eso ya? Era una mujer vieja y aburrida. Penélope estaba viviendo su momento de mayor esplendor.
-Nunca debí casarme-se lamentó Mariana-Nunca…Yo…Yo no estoy hecha para el matrimonio. Y tampoco estoy hecha para la maternidad. Victoria…Ella… Tengo la cabeza hecha un lío,  Cuervo. Lo siento. No sé ni lo que digo. No detesto a Penélope. Estaría mintiendo si te digo lo contrario. La quiero mucho. Es de las pocas decentes que tengo en la vida. La otra cosa decente que tengo es mi niñita.
-No te preocupes-sonrió el hombre-Es normal que estés un tanto preocupada por Penélope. Es tu hermana pequeña.
-Ya.
-A partir de ahora, vigílala. Procura que no se meta en líos. Ruego a Dios que no termine como tú.

                        Lo último que quería Mariana era ver el nombre de su hermana pequeña arrastrado por el fango.
            Mariana podía ser una mujer rebelde. Pero eso no era aplicable a Penélope. Mariana podía haberse acostado con todos los hombres de Ecuador. Pero Penélope debía de llegar virgen al altar. No veía a Mariana sufriendo los rigores de un embarazo o de un parto. Los ojos de Mariana, negros como la noche, brillaban cuando posaba la vista en Penélope. Su único apoyo en los malos momentos.
            Penélope no la abandonó cuando fue llevada al consultorio malherida.
-Mi niña…está bien…tiene que…estar bien…porque Vicky…-balbuceó Mariana.
-Está con una amiga tuya-le mintió Penélope-Salió ilesa del accidente.
            Alejandro quería pensar que todavía había esperanzas, que Mariana se recuperaría y que las cosas volverían a ser como era antes. Incluso tendrían más hijos. Jamás le preguntaría acerca de la identidad del padre de Victoria. No era asunto suyo. Sólo le preocupaba ella.
            La belleza exquisita de Mariana se mantenía intacta. Alejandro deseaba tocarla, pero no se atrevía.
            Estaba muerta.
            Muerta…
            Muerta…
            Aquella mujer que yacía en el ataúd era su esposa. Y nunca más volvería a abrir los ojos. Se había ido. Ido…
            Nunca más volvería a hablarle. Nunca más le dedicaría una de sus provocadoras sonrisas. Nunca más volvería a reír con él. No escucharía nunca más su risa.
            Tímidamente, acercó la mano hacia ella y le tocó el brazo con la punta de los dedos. Pensó que Mariana abriría sus ojos negros y aterciopelados y le miraría. Entonces, él le diría que pensaba huir con ella. Irían juntos a los confines del Universo y la ayudaría a superar la muerte de Victoria mientras fingía que acababan de conocerse y que Mariana se había mantenido virgen para él. Era una locura. ¡Una gran locura!
-Te has ido-susurró-No vas a volver. ¿Por qué, Mariana? ¿Por qué me has abandonado? Yo te quiero. Te quería. Mariana…Por favor…No me dejes.
            Mariana jamás volvería a caminar moviendo las caderas de forma provocativa. Pronto, no quedaría nada de ella. Sólo los huesos. Su piel sería devorada por los gusanos. Alejandro se estremeció de asco. El cabello negro de Mariana sería reducido a polvo. Igual que se consumirían sus hechiceros labios. Unos labios que Alejandro nunca más besaría.
-Yo era el que más quería a Mariana-afirmó El Cuervo-Era una diosa para mí.
            Alejandro se encaró con el que fue una vez amante de su esposa antes de conocerle.
-¿Y qué pasa con esa joven española a la que dejaste olvidada en Londres?-le espetó-Ella quería casarse contigo. He oído rumores. Quería abandonar a su prometido para irse contigo. Pero ella quería casarse antes. No quería ser sólo una de tus amantes.
-Nunca me importó esa mujer-se sinceró El Cuervo-Tu mujer no era una más. Debió de ser mía.
            El Cuervo era el tío de Victoria. Así era como lo llamaba la niña. Tito. Alejandro se consumía de celos cada vez que veía a El Cuervo cerca de Mariana. El muy canalla mantenía las distancias.
            Quería pensar que Mariana le pertenecía por completo. Quería pensar que Mariana estaba locamente enamorada de él. Pero siempre estuvo al tanto de la relación que hubo entre ellos. No fueron sólo amigos, sino que fueron amantes. Mariana le echaba de menos, pero sabía que Alejandro era muy celoso. Siempre estaba pensando lo peor de ella y eso no se lo podía perdonar. Desde antes de Navidad, no compartían cama por decisión de Mariana.
-Mariana debió de haberse casado conmigo-afirmó El Cuervo-Me quería. Jamás estuvo enamorada de ti, ricachón.
            Alejandro apretó con rabia los puños. Deseaba partirle la cara a aquel indeseable. Pero no quería liarse a puñetazos con un delincuente con el cadáver de Mariana todavía caliente. El Cuervo miraba a la joven con dolor. A su  manera, también había querido a Mariana. La seguía queriendo.
-Ella me amaba-replicó Alejandro-Pero su forma de amar era muy rara.
-Mariana nunca tuvo buen gusto a la hora de enamorarse-ironizó El Cuervo-Un tal Ulises se enamoró de ella. Quiso darle sus apellidos a los niños. No pudo hacerlo. Murió antes de llegar a pedir su mano en matrimonio. La conoció cuando aún estaba preñada. Pero, aún así, se enamoró de ella. Se fue de viaje. Y ya no más no regresó. Y…Antes…Estuvo aquel español. El tal Aquiles…Se largó.
-Primero murió Ulises. Luego, murió el niño. Se llamaba Juan. Lo sé. Conozco toda la historia. Mariana me la contó. Fue sincera en aquel aspecto conmigo.
            El Cuervo tenía los ojos llenos de lágrimas de dolor y de impotencia.
-No sé qué será de mí sin ella-se lamentó-No es ya para ti. Nunca fue para mí. Mariana no pertenecía a nadie.
            ¡Mariana me pertenecía porque era mi esposa!, quiso gritar Alejandro. Mariana era la mujer más decente que él y El Cuervo jamás habían conocido. A lo mejor, Mariana habría sido más feliz de haber podido casarse con El Cuervo. Él no habría sido un buen padre para Victoria porque no era la clase de progenitor que la niña necesitaba.
            Había aparecido en la vida de Mariana poco tiempo después de la muerte de Ulises. Se encariñó con los hijos de la joven. El Cuervo fantaseaba con la idea de fundar los cuatro una familia. Quería empezar de nuevo. Se un hombre decente.
            Pero todo se vino al carajo.
            El pequeño Juan murió y Mariana estuvo a punto de morir con él porque estaba destrozada.


            Mariana le exigía demasiado a los hombres.
-Necesito tener a alguien a mi lado-le había dicho a Alejandro alguna que otra vez-Necesito que cuides de mí. Estoy sola. ¿Ves? Vicky y yo estamos solas.
            Permanencia…Respetabilidad…Compromiso…Alejandro no quería fundar una familia y Mariana le estaba exigiendo un compromiso.
            No con Penélope. Con ella.
            Mariana había tenido mucha suerte. Su matrimonio con Alejandro la había catapultado a lo más alto. Sin embargo, los miembros de aquella clase alta la rechazaban. Conocían de sobra su pasado como para aceptarla como una más. No era una de ellos.
            La seguían rechazando de forma visible. Nada sutil.
            Mariana seguía siendo una paria social. Vestía de forma elegante, pero seguía siendo una paria. Alejandro se dio cuenta de que su mujer había adelgazado mucho en los últimos meses. Incluso sus cabellos negros habían perdido toda su brillantez. Oyó a la doncella de Mariana comentar con la criada que la atendía que la señora estaba perdiendo pelo.
            ¡Pelo! ¡Mariana!
            Llevaba el pelo suelto y parecía más escaso que en meses anteriores.
-¿Lo ves?-le recriminó El Cuervo-¡La has hecho enfermar! ¡Mariana no murió en un accidente! ¡Se mató para no sufrir más!
-¡Eso es mentira!-estalló Alejandro.
            Deseaba gritarle a aquel degenerado que Mariana estaba bien.
-Por favor, caballeros, no peleen delante de la muerta-intervino Sara.
-No están hablando ellos-dijo Penélope-Están destrozados. No piensan en nada de lo que están diciendo.
-Mariana jamás debió de haberse casado contigo, maldito ricachón-acusó El Cuervo a Alejandro-¡Por el amor de Dios! Ni siquiera fuiste capaz de darle tus apellidos a Victoria. Podíais haber tenido más hijos. Mariana pudo haber dado a luz a un varón. Pudiste haberle dado a la niña una pequeña dote. Ella podría haberse casado bien dentro de unos años. No te habría molestado. De haber tenido Mariana un varón, a lo mejor, habrías reconocido a Vicky como hija tuya. Para que Mariana te dejase en paz con tu Príncipe Heredero. ¿Verdad?
-He…Mira, jamás habría hecho ninguna distinción entre un hijo mío y Victoria. Conozco bien a Mariana y sé que ella habría desaprobado ese comportamiento en mí porque adora a su hija.
-También era tu hija.
-No llevaba mi sangre.
-Por favor…-suplicó Sara-Caballeros…
            Penélope la agarró.
            Sara parecía que estaba a punto de desmayarse. Estaba muy pálida. Fue obligada a sentarse en el sofá.
-¡Sales!-gritó la señora Morales-¡Necesitamos sales!
            La señora Balaguer traía su frasco de sales en el bolso. Lo sacó. Lo colocó debajo de las narices de Sara.
-Eso es, querida-le dijo-Inhala. Respira. Vamos…
            Poco a poco, Sara fue recuperando la conciencia. Estaba mareada. Fue incapaz de articular palabra.
            Penélope miró con odio a Alejandro y a El Cuervo. ¿Qué pasaba? ¿No eran capaces de respetar a Mariana? El cadáver de su hermana estaba de cuerpo presente. Todavía estaba caliente. Penélope no sentía la menor simpatía por El Cuervo. Pero el comportamiento de Alejandro estaba dejando mucho que desear.
-¿No os da vergüenza a ninguno de ustedes su comportamiento?-les espetó-¡Mírenla! Mi hermana está muerta. ¡Muerta! ¿Y dicen que la querían? ¡Pues no lo parece! ¿Qué están haciendo? ¡Están discutiendo! Dentro de un rato, llevarán a Mariana al cementerio para que la entierren. Les exijo que se comporten. Alejandro…Me decepcionas. Creía que estabas enamorado de Mariana. Y usted, señor Cuervo, dejo que esté aquí sólo porque era amigo de mi hermana. Les ruego que no me obliguen a tener que echarles del velatorio por su comportamiento infame.

-Has hecho lo que debías con mi hermano y con ese señor-oyó que le decía Álvaro a Penélope.
-Iba en serio en lo de echarles de casa si seguían discutiendo-oyó decir a Penélope-No soporto las peleas. Y, encima, está todavía caliente el cuerpo de mi hermana.
-Lamento mucho todo lo que estás pasando.
-Eres muy gentil.
            Alejandro frunció el ceño al ver a Álvaro cerca de Penélope.
            No debo de tener celos, pensó. No puedo sentir celos ahora.
            Penélope tenía razón en lo que había dicho. Estaba el cadáver de Lily caliente. Estaba junto al cuerpo sin vida de su mujer. Un cuerpo al que no volvería a abrazar. No se atrevía a mirarla. Lily se había ido. Y él se estaba portando de un modo abominable. Discutía con un delincuente. Sentía celos de su propio hermano. Y Penélope…No podía evitar sentirse atraído por su cuñada. Eso era lo más horrible de todo.
            Que sentía algo más que mero cariño por Penélope.
            Tuvo que salir a la calle porque sentía que se estaba ahogando. Hacía mucho Sol a aquella hora del día. Le pareció una especie de burla.
            Lily había muerto y ni siquiera el Sol lloraba su pérdida.
            Oyó que alguien se acercaba tras él.
            Se dio la vuelta. Era Penélope. Le había seguido a la calle.
            Parecía un fantasma, todo vestido de negro.
-¿Qué estás haciendo aquí?-le preguntó Alejandro.
-He visto que salías-respondió Penélope-Supongo que te agobias de estar dentro. No me extraña. Yo también me agobio. Es una tortura esta espera. Deseo poder enterrar a mi hermana.
-Lo único que quiero es que Lily descanse en paz de una vez por todas. Este día se me está haciendo eterno. Ya fue duro cuando murió Victoria. He enterrado a mi mujer y a mi hijastra en menos de una semana. Deseo poder encerrarme en mi casa y no salir nunca a la calle. Quiero…Necesito…Deseo estar solo. Y olvidarme del resto del mundo.
            Penélope palmeó a su cuñado en la espalda.
            Oyeron cómo la joven criada mestiza de Lily iba sirviendo limonada entre los asistentes. Los allí presentes daban gracias por la limonada. Algunos hombres esnifaban rapé. Alejandro pensó si no estaban esnifando algo más que rapé. Sabía que había hombres muy degenerados entre los asistentes al velatorio de su esposa.
-Sólo sé que superaremos esta tragedia-asintió Penélope-¿Qué otra cosa nos queda? El sacerdote habla de resignación. Pero nadie se resigna a la muerte de un ser querido.
            Un caballero exigía un vaso de whisky.
            Penélope salió a la calle. Cerró de manera discreta la puerta y se colocó al lado de Alejandro. Vio pasar por delante de la casa a una pareja.
-Jamás entenderé esta cultura de la resignación-continuó hablando Penélope-No podemos protestar ni rebelarnos. Sólo debemos callar. Y llorar. Y nada más.
-Echaré siempre de menos a Lily-dijo Alejandro.
-Mi hermana no nos puede haber abandonado así como así.
            No quería llorar. Pero sentía que acabaría llorando. Deseaba ponerse a gritar. Quería arrancarse los pelos. ¿Por qué Lily se había ido? ¿Por qué también se había ido Victoria? ¿Tenía sentido todo lo que estaba pasando? ¡Nada tenía sentido!
            Alejandro abrazó con fuerza a Penélope. Le dio un beso en la frente. La besó repetidas veces en las sienes. 

2 comentarios:

  1. Muy interesante y animo que amazon no es tan dificil. Mañana te paso una serie de links para que veas como se publica y tengo dos conocidas que hacen portadas pero si les pagas y ademas yo tambien me ofrecí ayudarte aunque mis portadas no son nada del otro mundo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Citu.
      Te agradezco de todo corazón toda la ayuda que me estás brindando.
      Y no digas que tus portadas son feas porque me voy a enfadar contigo. ¡Tus portadas son preciosas! Ya quisiera tener yo la maña y el talento que tienes para el diseño.
      Un fuerte abrazo.

      Eliminar