Hola a todos.
Hoy, me gustaría que siguiéramos viendo más fragmentos de esta saga.
El fragmento de hoy pertenece a mi novela Me olvidé de olvidarte y seremos testigos de cómo el matrimonio entre Dillon y Cordelia se derrumba.
A lo largo de aquel último año, la situación en la pareja cambió. Cordelia tuvo la sensación de que Dillon era más un extraño para ella que su marido. Y a él le pasaba lo mismo. No lo querían decir en voz alta.
Casi sin darse cuenta, la pareja empezó a hacer vidas separadas; conscientes, de algún modo, de que no tenían nada en común y que aquel matrimonio sólo se sostenía por la pura cabezonería de ambos. Dillon no le encontraba sentido alguno a participar en la cacería del zorro. Lord Cleveland era un experto cazador de zorros. Y no entendía el porqué su yerno siempre se quedaba detrás.
En ocasiones, Dillon y Cordelia viajaban a Londres.
Asistían a los bailes que se celebraban en Almacks.
Ella se sentía halagada al ver que las jóvenes que habían debutado en sociedad el mismo año que ella la miraban con envidia al verla llegar con Dillon. Cogida de su brazo...Algunas de aquellas jóvenes ni siquiera se habían casado.
En aquellos momentos, los dos tenían la sensación de que podían fingir ser los esposos perfectos. Que podían interpretar una farsa. Una comedia...
Dillon se desvivía por atender a Cordelia. La agasajaba con cumplidos. Intentaba hacerla reír. En aquellas ocasiones, era sincero. Dillon destacaba por su acento y por su porte nada elegante. Y Cordelia destacaba por su elegancia.
Y por su belleza...
En aquellas noches, Cordelia se olvidaba de que su matrimonio era un completo fracaso y que no podía volver a quedarse embarazada. Desde que perdió el niño que esperaba, soñaba con volver a quedarse de nuevo encinta. Con tener un hijo. Pero el deseado hijo no llegaba.
Sufría al ver a su madre casi siempre sola. Ninguna de las mujeres que asistía a las fiestas que se celebraban en Almacks se acercaba a saludarla. Lo cierto era que, en el tiempo que había pasado desde que lord Cleveland le dio su apellido, Cordelia no había trabado ninguna amistad y tampoco hablaba con nadie ajeno a su familia. Se sentía sola.
Una de aquellas noches, Dillon se acercó a ella portando dos copas de champán. Se quedó con una copa. La otra se la tendió a Cordelia.
-¿Por qué estás tan seria esta noche?-le preguntó.
-No tengo ningún motivo para estar feliz-respondió Cordelia.
Estaban de pie, en un rincón del enorme salón de baile. Viendo cómo las parejas bailaban en mitad de la pista. Cordelia no quería bailar. De hecho, quería regresar a su casa.
-¿Estás enamorado de mí?-le preguntó a bocajarro a su marido-Exijo que me digas la verdad.
-Yo te quiero mucho, Dell-respondió Dillon.
-Para mí, no es suficiente con que me quieras tanto. Yo sí estoy enamorada de ti. Quizás, no se trate de un amor desaforado porque ya sabes lo que pienso yo de las pasiones. Son algo sucio. Pero sí daría mi vida por ti.
-Dell, yo te respeto.
-Tampoco es suficiente para mí con que me tengas respeto.
-Nunca te haría daño. Yo sólo quiero hacerte feliz.
Dillon la besó de lleno en la boca.
-Aquí no...-susurró Cordelia, sonrojándose-La gente nos puede ver.
Dillon no sabía qué hacer. A medida que iban pasando los días, sentía cómo se iba alejando cada vez más y más de su mujer. Se pasaba el día encerrado en el despacho. Lord Cleveland le enseñó bien. Manejar dinero. Hacer cálculos complicados. Redactar un documento. Hacer cuentas.
Acudía a la ciudad a visitar el Pall Mall. Y nunca visitó ningún burdel por la sencilla razón de que no le apetecía. No quería tener sexo de pago con una desconocida. Tenía a Catherine metida en su mente. No habría podido hacerlo.
Cordelia también hacía su vida. Se volcó de lleno en obras de caridad. Visitaba a sus tías. Intentó hacer amigas apuntándose a un club de lectoras. No lo consiguió. Le gustaba salir a dar largos paseos con la única compañía de su doncella. Y se guardaba su dolor para sí misma.
Luego, llegaba la noche. Cordelia y Dillon solían cenar juntos.
De postre, cenaban natillas. Y hablaban.
-¿Cómo te ha ido el día?-le preguntaba Cordelia a su marido.
-He estado revisando unos documentos-respondía Dillon-Tu padrastro quiere vender unos cien acres de tierra que tiene. No le encuentra ningún uso.
-¿Se lo ha comentado a mi madre?
-Tu madre no sabe nada. Tu padrastro no quiere contárselo.
-Está haciendo mal.
-¿Por qué dices eso?
-Mi madre acabará enterándose antes o después y se enfadará con él.
-No veo que sea un matrimonio que discuta mucho.
-Ése es el problema. Nunca discuten. Se lo guardan todo para ellos. Pero, al final, acabarán estallando. O, quizás, no estallen nunca. No se sabe. Se irán alejando.
Nos estamos alejando, pensó Dillon con miedo.
Te siento lejos de mí, Dell. Estoy viendo en estos momentos el rostro de Catherine. No sé qué hacer para sacarla de mi mente. ¡Dell, ayúdame a olvidarla!
Dormían en camas separadas. En habitaciones separadas...Entonces, Cordelia lo agradecía. No podía soportar el tener relaciones íntimas con su marido. Era algo que le producía rechazo.
Una vez a la semana, Dillon acudía a su habitación. Las relaciones duraban apenas un suspiro. Cordelia procuraba pensar en otra cosa. El cuerpo de su marido la aplastaba.
-Me detestas-dijo Dillon una noche, al acabar-Lo veo en tus ojos.
-No te detesto-admitió Cordelia-Detesto lo que hacemos.
-Estamos casados.
Dillon no lo entendía. Su mujer deseaba tener un hijo. Pero sentía por él una especie de rechazo físico. Su cercanía en el lecho le repugnaba. No había pasión alguna en su matrimonio. Cordelia no se relajaba cuando estaba con él. Y, además, parecía sospechar la verdad. Que, en todo momento, cuando estaban juntos, sólo podía pensar en Catherine.
Sólo cuando iba a visitar a su madre o a sus tías, Cordelia podía dar rienda suelta a su dolor. Tenía la sensación de que estaba perdiendo a Dillon.
Un día, acudió a visitar a su tía Sophie.
Dieron cuenta cada una de una taza de té.
-No sé qué hacer para mantener a Dillon a mi lado, tía Sophie-se sinceró Cordelia-Se está alejando de mí. Creo que es porque no me quedo embarazada.
-Yo sospecho que se está alejando de ti por otros motivos-opinó la mujer-Perdona que te haga esta pregunta. ¿Cómo es vuestra relación íntima? Ya lo sabes. En la cama...
-Intento quedarme embarazada. No me niego a estar con él de ese modo.
Las mejillas de Cordelia se encendieron al hablar de aquel aspecto. Le disgustaba contarle a su tía que se acostaba con su marido. Pero no servía de nada. No conseguía quedarse embarazada.
Tía Sophie bebió un sorbo de su taza de té.
-No me has hecho caso-la recriminó con suavidad.
-No puedo hacerte caso-replicó Cordelia-Está mal.
-Eire, a los hombres no se les retiene con la sumisión. Yo lo intenté y no lo conseguí. Y a tu madre le ha pasado lo mismo. Eire, a los hombres se les retiene con pasión. Dillon te desea. Déjate desear por él.
-¡Es asqueroso!
Era imposible hacer entrar en razón a Cordelia.
Tía Sophie creía conocer a todos los hombres. Pensaba que la pasión era lo único que les retenía al lado de una mujer.
-He de ser una buena esposa-añadió Cordelia-No le preguntaré adónde va. Dejaré que haga lo que quiera.
-Tu marido no es de ésos-le recordó tía Sophie-Él te respeta.
Cordelia rompió a llorar. No lograba quedarse de nuevo embarazada. Creía que el aborto que había sufrido le había dejado secuelas. Pensaba que un niño retendría a Dillon a su lado. Sin embargo, su vientre parecía empeñado en no concebir.
-¡No me ama porque soy estéril!-sollozó Cordelia.
Sabía que su marido había enterrado a dos hijos que no habían vivido tras su nacimiento.
Deseaba ser padre. ¿Por qué no podía tener ella un hijo? El llanto de Cordelia se intensificó.
-Tu marido no te desprecia por eso-le aseguró tía Sophie-Te quiere mucho.
Pobres los amores prohibidos son los que mas duelen. Te mando un beso
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